Saber vivir y construir un mundo mejor

28/02/2022 | Editorial

cidaf-ucm_logo_blanco-21.png¿Cuáles son los requisitos para gozar una vida personal digna, sabia y comprometida por unas relaciones solidarias y por un desarrollo sostenible para la sociedad?

Saber vivir, cultivar relaciones de calidad y trabajar por la justicia social, requiere en primer lugar fomentar una actitud positiva que supera todo odio y el resentimiento para llegar a comprender, apreciar a los demás, y hasta perdonar, en justo diálogo, a los que nos calumnian, y esto nos lleva a sentirnos dispuestos a colaborar con todos.

Una gran parte de la realidad social que conocemos, es inhumana, según los Informes profesionales del Banco Mundial (BM), Mo Ibrahim, y de FOESSA-Caritas Española, pues media humanidad (3.400 millones) no puede satisfacer sus necesidades básicas, sobre todo en los países del hemisferio sur.

Mirando a la historia de muchos países y culturas, encontramos formas de vida que han sabido superar estos retos, y cultivar una Vida digna, unas relaciones solidarias y trabajar juntos por el Bien común.

Uno de los ejemplos que más me ha impresionado por saber integrar una Vida y relaciones de calidad, con un desarrollo sostenible, es la experiencia de los Pueblos Bantúes que han vivido durante generaciones la Sabiduría “UBUNTU”. Esta afirmación nace de mis treinta y cinco años de vida, convivencia, conocimiento de su cultura y colaboración con estos pueblos Bantúes de África oriental, para el Bien común.

Bienes comunes y la propiedad privada

Cada vez resulta más evidente que el sistema productivo y de consumo en el que se cimienta esta economía capitalista neoliberal, es un sistema depredador, que está agotando los recursos de la naturaleza y que amenaza la supervivencia del planeta.

Economistas internacionales como Jeffrey Sachs, Paul Krugman, y Maynard Keynes hablan de una gobernanza y de una economía social, participativa y compartida.

Desde las primeras décadas del siglo XIX, la burguesía llega a ser claramente dominante en la Europa Occidental y América, donde se impuso la propiedad privada como eje principal y casi único del orden social y económico.

Los bienes y servicios que todavía permanecían bajo un control del Estado, pasan a ser gradualmente gestionados por empresas privadas, como: la sanidad, los transportes, la energía y las telecomunicaciones.

Las democracias representativas han supuesto en la práctica un alejamiento de los ciudadanos de la gestión de lo que es común, dejándolo todo en manos de unas élites estrechamente conectados con los intereses económicos de las grandes corporaciones. En la práctica, el poder económico se ha convertido en poder político, saltándose la participación ciudadana y la democracia auténtica.

Hacia un mismo objetivo: una gobernanza participativa, una economía social, una convivencia solidaria y ecológica

La economía llamada social sigue creciendo, como indican el aumento del cooperativismo industrial y agrícola, y las plataformas digitales cooperativas, la economía del bien común, y los nuevos movimientos de trabajadores, estudiantes, mujeres y jóvenes, en África y en el mundo.

La gestión de los bienes comunes se basa en cada persona, pero profundamente relacionada con los otros, sea como humanista o sea incluso como persona de fe. La libertad auténtica no nos desvincula de los otros, sino que nos anima a cuidar de los otros y de la naturaleza.

Asimismo, el pensamiento feminista contemporáneo, también desde la ética del cuidado, recuerda cómo las mujeres durante siglos han representado y conservado este papel del cuidado de la familia y de la sociedad.

A lo largo de la historia y hasta la actualidad, resultaba incomprensible para muchas culturas que, bienes comunes como el agua, lagos, montes, tierras y bosques pudieran ser un recurso que se privatizara. El individualismo que, a día de hoy, en vez de empoderarnos, nos debilita como sociedad, pues acumula bienes sin cuidar de los demás. A orillas del lago Victoria, en Uganda, se van construyendo lujosos hoteles que privatizan grandes extensiones de tierras y del mismo lago Victoria.

La cultura de bienes comunes posibilita una gobernanza participativa, un sentido comunitario compartido, donde cada persona, aun conservando su identidad, se siente a la vez parte de la comunidad y de la naturaleza que han posibilitado su existencia. Incluso los conflictos quedan minimizados y transformados, cuando todos se sienten escuchados.

La comunidad, no el mercado, es quien decide qué hay que producir. La felicidad humana no se basa en tener cosas, sino en establecer más y mejores relaciones. Ser en común es prioritario respecto al tener en común. Esta es la nueva y tradicional sabiduría de muchos pueblos, como Los Bantúes de África oriental.

La felicidad humana consiste en ser en común: UBUNTU “Yo soy, porque somos nosotros”

Dar más importancia a la calidad de nuestras relaciones, al uso común de los bienes, tanto de los bienes producidos como de los medios para producirlos. Estas prácticas ancestrales, ya se practicaban en las sociedades tradicionales: pescar juntos, utilizar en común un campo, un molino, una fuente, montes, ríos y lagos.

Esta existencia comunitaria nos lleva a encontrar sentido en la vida, en la cultura de los cuidados, otorgando a estos la importancia que merecen como fuente necesaria para la vida diaria en comunidad. La equidad básica favorece la armonía social y el trabajo comunitario, pues no se busca la acumulación masiva de bienes.

La persona del mundo “Bantú” necesita tener: fuerza interior, conducta equilibrada, sabiduría, perseverancia y compasión. La acogida es una característica fundamental de los bantú.

También hay una dimensión ética, unos valores en UBUNTU. Estos son: la armonía doméstica que se concreta en la comida, el beber y en la confianza mutua, la solidaridad o compasión, la reciprocidad, y la acogida en la escucha mutua, que es vital en su tradición oral.

Estas experiencias para gestionar los bienes comunes, requieren un cambio de mentalidad, una lectura crítica de nuestras estructuras económicas y políticas existentes, así como un compromiso social y conjunto para hacerlas más humanas, que ha de nacer ante todo de las personas marginadas, especialmente de las mujeres y movimientos sociales de jóvenes, no de las élites poderosas.

La cuestión es: ¿Sabremos mirar y aprender de la Sabiduría de otras personas y culturas, para transformar todo lo que nos deshumaniza, y construir juntos una nueva calidad de vida, de relaciones sociales y de compromiso conjunto por el Bien Común?

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