Bélgica y Ruanda inician un nuevo acuerdo de cooperación. Aunque Kigali refunfuña, los derechos humanos estarán sobre la mesa. ¡Pulso a la vista!
Bélgica se prepara para negociar con Ruanda un nuevo programa de cooperación (PIC) para el periodo 2011-2014, acompañado con el maná de 200 millones de euros, aunque habitualmente semejante compromiso exigiría un ministro en pleno ejercicio. “Ya no podíamos esperar”, ha afirmado el ministro (dimisionario) de Cooperación, Olivier Chastel, que viajará a Kigali el 18 de mayo para fijar los detalles del programa.
A la vista de la división de tareas entre los donantes, Bélgica concentrará sus esfuerzos en tres sectores: salud, energía y descentralización, pero con una suma netamente superior. Algunas ONG se inquietan: ¿puede desembolsarse semejante suma sin tener en cuenta el respeto de la democracia y de los derechos humanos? Los diferentes escrutinios expresan el cierre con un candado del espacio político y que el presidente ha sido reelegido con unos resultados estalinianos; y quien ha tratado de desafiarlo, Victoire Ingabire, está en la cárcel. Las voces disonantes deben confrontarse al dilema: callarse o exiliarse. “Ruanda es un país de contrastes, resume Chastel: crece la economía, la corrupción es perseguida, pero los resultados son muy malos en el ámbito del establecimiento de un Estado de derecho”.
Kagame no aprecia a los dadores de lecciones
Béliga ha puesto sobre la mesa una doble opción: 160 millones de euros acordados y, tras la evaluación un “bonus” de 40 millones en función del respeto de los criterios internacionales en materia de gobernanza, de democracia, de libertades individuales… ¿Las autoridades ruandesas, muy orgullosas y también muy susceptibles, aceptarán este “deal” impuesto por la antigua tutela? Ya se sabe que a Kagame, apoyado por Washington y Londres, no le gusta nada que le den lecciones, y menos si es de los belgas. Su última visita a Bruselas no fue un éxito y Leterme no le recibió. Por otra parte sólo el 49% de la ayuda irá directamente a los presupuestos ruandeses (el resto a proyectos bien definidos), cuando la ayuda británica va directamente a las arcas de Kigali en un 90%. No puede excluirse una sutil maniobra de los ruandesas; decir que sí con una sonrisa y aplicar criterios alejados de lo que desean los belgas. El ministro Chastel afirma que “está totalmente fuera de lugar dejar que Ruanda decida sobre el contenido del PIC”. Por otro parte, el ministro no tiene otra salida: las interpelaciones parlamentarias sobre las cuestiones de democracia en Ruanda se multiplican y la primavera árabe no hace si no hacerlas florecer más. El caso de Ruanda no es único; también a Burundi y la República Democrática del Congo se va a ofrecer la “zanahoria” de la ayuda ligada a la democracia.
FRANÇOIS JANNE D’OTHÉE
A partir de informaciones de http://levif.rnews.be/fr/news
Resumen y traducción de Ramón Arozarena.
