Si en África se habla de Wagner, otras empresas militares privadas están en acción, algunas de las cuales están adscritas a Ruanda. Más discretos, también son más efectivos, contribuyendo a la pacificación en sus áreas de intervención y a sus propios intereses.
Todo comenzó al final del genocidio en Ruanda. Paul Kagame llegó al poder con su partido, el FPR, pero el país estaba agotado. Para contribuir a su recuperación económica, se creó una empresa privada, vinculada al partido presidencial y que vivía de contratos públicos, ”Crystal Ventures”.
Casi treinta años después, si su funcionamiento es opaco, su leyenda es grande. Presente en energía y construcción, así como en seguridad, está cada vez más presente en los teatros de operaciones africanos, con el apoyo financiero de la Unión Europea y de varios países europeos. Las Fuerzas de Defensa de Ruanda (RDF), que alguna vez fueron mal vistas por todos los actores africanos, ahora están bien establecidas y son convocadas en muchos teatros de operaciones.
La salida de las fuerzas francesas, la preocupación por Wagner y Rusia, el reconocimiento de su eficacia, hacen que sean cada vez más llamadas. Se encuentran así en Sudán del Sur, República Centroafricana, Sudán y Mozambique, todavía bajo mandato de la ONU. Esto atestigua una reintroducción de Ruanda y Paul Kagame en el concierto de las naciones africanas, un concierto del que fue rechazado durante mucho tiempo. Una venganza, sin duda, para este país de apenas 14 millones de habitantes.
Entre sus fuerzas armadas oficiales y sus empresas militares privadas (PMC), igualmente oficiales, Ruanda se está consolidando como un policía en el continente.
Las PMC de Ruanda, asociadas a Crystal Ventures, intervinieron así en Cabo Delgado, en el norte de Mozambique. En marzo de 2021, un ataque relámpago yihadista asaltó la ciudad de Palma (50.000 habitantes), tomando como rehenes a varios ingenieros que trabajaban en yacimientos de gas y petróleo. Si el ejército mozambiqueño logró retomar la ciudad después de largas semanas de lucha, son las PMC ruandesas las que ahora están llamadas a garantizar la protección a largo plazo.
Se despliegan así cerca de 3.000 soldados, financiados con 20 millones de euros por la UE. Hay mucho en juego, porque los depósitos de Mozambique se estiman en 12.000 millones de barriles de petróleo y 5.000 millones de m3 de gas. Suficiente para convertirlo en el noveno yacimiento de gas del mundo, para un Mozambique ya llamado por algunos el “Catar de África” y el Canal de Mozambique, “el nuevo Mar del Norte”. Pero en el Canal de Mozambique está Francia, con sus territorios de las Islas Dispersas. De ahí el interés de la UE en financiar las fuerzas ruandesas para asegurar una buena extracción de energía.
El pasado mes de abril, Paul Kagame visitó en Cotonú a su homólogo de Benín. Allí también pudo vender la eficacia de sus tropas armadas en la lucha contra el yihadismo que llega del Sahel. Si la referencia al islamismo es real, también conviene sofocar cualquier revuelta y cualquier rebelión contra el poder de turno. Es fácil llamar “terrorista” a un opositor democrático y colocar la etiqueta de “islamismo” a las poblaciones que están en desacuerdo con el poder central. Desde la seguridad hasta el mantenimiento de regímenes flagelantes, hay un paso que da Ruanda. Este es todo el problema de las PMC que se ofrecen al mejor postor, pero que también son medios de acción del país propietario para apoyar a sus aliados y por tanto aumentar su influencia en África, hasta volverse indispensable.
Ahora, las ambiciones africanas de Ruanda se extienden mucho más allá de los Grandes Lagos. Durante los últimos diez años, 40.000 soldados ruandeses han sido desplegados en teatros de operaciones africanos. Los FRD se han beneficiado de la capacitación brindada por Estados Unidos y Francia, haciéndolos mucho más modernos y competitivos.
Para París y Washington, entendemos el interés de tener un socio fiable en el corazón de África y delegarle su papel tradicional de mantenimiento del orden: es menos oneroso, menos expuesto a la crítica y al resentimiento, y eso permite una influencia clandestina bastante útil en un momento en que China y Turquía se están estableciendo cada vez más en África.
Un apoyo occidental que ignora el juego más que problemático de Kagame durante el genocidio, así como las intervenciones militares regulares de Ruanda en el segundo genocidio en la RDC, para vengarse del primero en Ruanda y para controlar el saqueo de los minerales de sangre.
Los grandes poderes económicos y militares de occidente y del mundo no tienen tampoco ni valores éticos ni escrúpulos para olvidar los atropellos de todos los derechos humanos, y hasta los mismos genocidios, sin exigir justicia alguna para los culpables y para los pueblos africanos saqueados, expulsados de sus tierras, oprimidos y marginados en la peor esclavitud de la historia humana.
Lázaro Bustince
[CIDAF-UCM]