Refugiados eritreos: 50 años de injusticias

24/02/2017 | Crónicas y reportajes

La del refugiado eritreo es una historia difícil de contar. Los refugiados eritreos de Sudán hicieron historia hace veinte años cuando se convirtieron en el grupo de refugiados desplazado durante más tiempo del mundo.

El paso del tiempo, la atmósfera relativamente amistosa que el gobierno y el pueblo sudanés brindaron a la mayoría de refugiados y la similitud entre los propios sudaneses y los primeros refugiados que llegaron al país, camuflan con cierta efectividad su situación.

Aunque Sudán estaba acostumbrado desde había tiempo a los miles de refugiados etíopes y eritreos del país, los primeros refugiados políticos eritreos oficialmente reconocidos no llegarían a Sudán hasta 1967.

Mientras la independencia de Eritrea estuvo asegurada (más o menos hasta 1991), la mayoría de los refugiados conservaban la esperanza de regresar algún días a su hogar y vivir el resto de sus días con dignidad. Para una fracción de ellos, ese sueño se hizo realidad. Para la gran mayoría, el sueño empezó a convertirse en pesadilla en 1993.

Este artículo no pretende ser un relato detallado de la historia de los refugiados eritreos en Sudán y sólo debe considerarse como un suplemento del artículo de Saleh G.Johar, “Eritrean Refugees in Sudan: 50 years and counting”.

eritrean_refugees.jpgEn el año 1991 estaba ampliamente aceptado que había aproximadamente 750.000 refugiados eritreos alrededor del mundo. ACNUR, Sudán y Eritrea coincidían en que alrededor de 500.000 de ellos estaban asentados en Sudán. A partir de ese mismo año, miles de eritreos, eufóricos con la tan esperada y recién adquirida independencia del país iniciaron la peregrinación de vuelta a casa.

En 1993, los rumores sobre casos de repatriación voluntaria empezaron a cobrar fuerza y el Sr. Elkhatim, representante sudanés en el debate general del programa de refugiados de ACNUR de 1993, advirtió a los asistentes de lo exagerado del rumor y de que no se dejaran convencer por este ni dejaran de financiar los campamentos de refugiados.

Entretanto, varios malentendidos entre los gobiernos sudanés y eritreo sobre los métodos, la organización y el calendario de repatriación empezaban a enquistarse. Para 1994 la guerra retórica entre ambos países estaba en marcha.

ACNUR, aunque se encontraba en medio de el cruce de acusaciones, tenía varios proyectos relacionados con los refugiados tanto en Sudán como en Eritrea, quienes continuaban enviándoles informes para inclinar los presupuestos de ACNUR en su propio beneficio. Mientras que el gobierno de Sudán insistía en que sólo una pequeña fracción de refugiados había regresado y la mayoría seguía en Sudán, el gobierno Eritreo insistía del mismo modo en que estaban desbordados por el gran número de repatriados.

A falta de un acuerdo tripartito entre Sudán, ACNUR y Eritrea, cuando este último se negó a firmar el acuerdo propuesto, Sudán y ACNUR llegaron a un acuerdo sobre los métodos y el calendario del programa de repatriación que ambos acordaron.

Aunque en un primer momento se planeó la repatriación de más de cien mil personas durante principios de la década de los 90, tan solo 25.000 fueron repatriadas bajo el marco de un programa piloto llevaba a cabo entre noviembre de 1994 y mayo 1995.

Alegando “diversos problemas políticos y técnicos” y las diferencias entre los gobiernos de Eritrea y Sudán, ACNUR declaró que el proceso de repatriación organizado se daba por estancado.

Además de aquellos refugiados que formaron parte del programa piloto de ACNUR y Eritrea, no faltaron miles de eritreos entusiastas que regresaron por sus propio medios, la mayoría a la región de Gash-Setit, como los que se establecieron en la vibrante ciudad de Alebu.

Los éxitos de algunos de estos repatriados voluntarios son importantes para medir, al menos en parte, el estado de ánimo del gobierno de Eritrea. De hecho hay que asumir que, quizás, este tipo de éxitos hayan alentado a insistir en la repatriación voluntaria en lugar del plan organizado que ACNUR y Sudán propusieron en su momento.

En la antesala de la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Eritrea y Sudán, Sudán manifestó su preocupación por los refugiados potenciales que exigían garantías de seguridad, tanto a ACNUR como al gobierno sudanés, antes de que se les enviase a Eritrea. refugiados que, según el gobierno sudanés, suponían la gran mayoría en aquel momento.

Consecuentemente, Sudán propuso un programa de repatriación bien organizado. El programa consiguió la cooperación de ACNUR, pero no la de Eritrea, que demandaba que las repatriaciones siguieran siendo exclusivamente voluntarias, argumentando, entre otros motivos, la necesidad de nuevas estructuras, sanidad y otros asuntos de seguridad que harían falta en el país. ACNUR también apoyaba esta opción, pero en este caso era Sudán quien rechazaba de pleno la alternativa eritrea y acusaba al gobierno Eritreo de intentar posponer el regreso de los refugiados.

Para finales de 1995, Eritrea se vio envuelta en un enfrentamiento con Yemen por la soberanía de unas pocas islas y las fronteras marítimas.

La guerra retórica sobre las repatriaciones creció se recrudeció y Eritrea acusó a Sudán de abusar de los refugiados, mientas éste acusaba a Eritrea de “malgastar sus escasos recursos en aventuras bélicas” en lugar de ocuparse del tan esperado programa de repatriación.

Entre principios de 1996 y finales de 1997, el número de repatriados voluntarios empezó a disminuir a la vez que los refugiados repatriados (repatriados y, posteriormente, refugiados de nuevo) empezaban a aumentar.

1996 y 1997 pasaron entre las quejas de Sudán por los daños que la afluencia de refugiados le causaba mientras Eritrea seguía endureciendo el proceso de selección esta vez por “razones de seguridad” y sumándolas a sus anteriores excusas relacionadas con las capacidades estructurales del país.

Sin embargo, incluso con todos los escrutinios y retrasos, el gobierno de Eritrea afirmaba que entre 1991 y 1998 habían regresado al país casi 200.000 retornados.

En 1998, Sudán, Eritrea y ACNUR finalmente acordaron reanudar el programa de repatriación organizada a partir de mayo del 2000. El proceso se paralizó de nuevo debido a la guerra fronteriza entre Etiopía y Eritrea que tendría lugar entre 1998 y 2000.

Aunque las continuas demandas de repatriación no pueden ignorarse, a día de hoy los eritreos parecen divididos ante la duda de si el gobierno utilizó la opción de la “repatriación voluntaria” para evitar el regreso de aquellos a quienes percibía como sus “enemigos” o si realmente se vio superado por la situación y habían hecho todo lo que estaba en su mano con los recursos de los que disponía en aquel momento.

Cierto o no, el hecho de que el Frente de Liberación del Pueblo de Eritrea (EPLF por sus siglas en inglés) tuviera ciertas connotaciones religiosas en su nacimiento, y que utilizara fuerzas militares para eliminar el Frente de Liberación Eritreo (ELF) del país y, por supuesto, las actuaciones posteriores del Frente Popular por la Democracia y la Justicia (PFDJ), como negarse a permitir que los que quedaban de sus rivales muriendo en el exilio regresaran a Eritrea, sugiere la posibilidad de que esté bloqueando o retrasando el programa de repatriación de refugiados intencionadamente. Además, cabe recordar que por aquel entonces (el PFDJ) era una organización que acababa de salir de décadas de guerra a una nueva nación devastada por la guerra, con unas infraestructuras casi inexistentes y abrumada por decenas de miles de refugiados entre otras crisis. Es pues, igualmente plausible que, independientemente de las intenciones del gobierno eritreo de repatriar a todos los refugiados, no haya podido hacerlo.

Fanti Ghana

Fuente: Awate.com

[Traducción, Sarai de la Mata]


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