A partir del artículo de Global Geopolitics, publicado el 2 de noviembre de 2025, titulado «La hipocresía de Estados Unidos como política», en el que se analiza la reciente amenaza del presidente Donald Trump de invadir Nigeria bajo el pretexto de proteger a los cristianos de un supuesto genocidio, Yusuf Bangura, el académico e investigador de Sierra Leona, examina la política de Trump tanto, en general con respecto a África, como en particular, en referencia a Nigeria.
El estudio de Bangura, titulado «Trump amenaza con una acción militar en Nigeria: Reflexiones sobre sus verdaderas intenciones«, aparecido en el Boletín de CODESRIA, cita a John MacArthur, editor de la revista Harper’s, para describir a Trump como un narcisista y solipsista, buscando atención a través de declaraciones provocativas. Aunque algunos desestiman su retórica como desvaríos, se argumenta que su comportamiento puede tener motivaciones estratégicas, especialmente en un contexto donde Nigeria es rica en recursos minerales críticos, vitales para la tecnología y la defensa estadounidense.
Si Trump, en sus tuits del 31 de octubre y 1 de noviembre, afirmó que el cristianismo enfrenta una «amenaza existencial» en Nigeria y que Estados Unidos estaba preparado para intervenir militarmente, prometiendo una acción «rápida, brutal y letal»; todo ello puede tener que ver con que Nigeria ocupa el quinto lugar mundial en la producción de tierras raras. La administración republicana estadounidense ha estado buscando reducir la dependencia nacional de las tierras raras chinas, esenciales para la energía limpia y la tecnología. Tras tensiones comerciales, Trump cambió su postura hacia China, buscando acuerdos que aseguren el suministro de estos minerales.
El gobierno estadounidense está considerando a África como una fuente clave de minerales críticos, utilizando los conflictos, las amenazas de guerra, la coerción y la diplomacia, entre otras estrategias, como un medio para obtener los recursos extranjeros que desea.
La violencia en Nigeria es un fenómeno complejo que afecta tanto a cristianos como a musulmanes, con múltiples dimensiones y tipos de violencia. Se identifican seis formas principales de violencia: Boko Haram, un grupo islamista presente sobre todo en el noreste que ataca principalmente a musulmanes que se oponen a su ideología, el bandolerismo, que predomina en el noroeste, afectando a ambos grupos religiosos, el conflicto entre pastores y agricultores, en la región central, donde los cristianos son las principales víctimas, aunque ambos grupos están involucrados, la violencia entre pastores y agricultores en el noroeste, donde se dan enfrentamientos entre pastores fulani y agricultores hausa, ambos musulmanes, la violencia en Biafra, una comunidad mayoritariamente cristiana, y la criminalidad generalizada, que ha hecho que viajar por carretera sea peligroso en gran parte del país.
El Estado nigeriano ha sido criticado por su negligencia, ya que la corrupción y la mala gestión económica han exacerbado la situación. Aunque el gobierno tiene la responsabilidad de proteger a sus ciudadanos, los actores no estatales son los principales responsables de la violencia.
La narrativa del genocidio cristiano ha surgido entre ciertos grupos que se sienten impotentes ante la violencia, especialmente durante la administración de Muhammadu Buhari. Esta narrativa ha sido utilizada para obtener apoyo internacional, especialmente en Estados Unidos, donde algunos políticos han adoptado esta causa, vinculándola a la retórica de la victimización.
Recientemente, algunos grupos separatistas han reformulado sus demandas como una lucha por la protección de los cristianos perseguidos, utilizando campañas de cabildeo en Washington. Esta situación ha atraído la atención de políticos estadounidenses, como Ted Cruz, quien ha propuesto sanciones contra Nigeria. Así, la narrativa del genocidio cristiano se ha convertido en una herramienta política en el contexto internacional.
Bangura también señala como las relaciones entre Trump y Tinubu han mostrado tensiones significativas en los últimos tiempos, especialmente en el contexto de la política exterior de Estados Unidos en África, y más específicamente en el contexto de los países del Sahel. La falta de acción de Tinubu fortaleció a los líderes militares de Níger, Burkina Faso y Malí, quienes se retiraron de la CEDEAO, considerándola un instrumento neocolonial, y formaron la Alianza de Estados del Sahel. El fracaso de Tinubu en manejar estas crisis pudo haber llevado a Trump a cuestionar su capacidad para cumplir con la agenda occidental. Además, Nigeria rechazó la solicitud de Trump de aceptar a deportados y prisioneros de terceros países y ha mantenido su apoyo a una solución de dos Estados en el conflicto palestino-israelí, condenando la violencia en Gaza. A estas tensiones se suma una visión distorsionada de África por parte de Trump.
La conclusión de Bangura llega en forma de pregunta, inquiriendo si todo estas amenazas buscan sentar a Tinubu a una mesa para forzarle a un acuerdo sobre recursos minerales críticos y otros asunto económicos.
CIDAF-UCM
