Autor: Javier Mantecón
Milagro. Es el término que mejor se ajusta a uno de los proyectos más ambiciosos de la historia de la música reciente. El mismo que definió el término “World Music” para que las generaciones posteriores lo pervirtieran a favor de la fusión y el pastiche buenrollista. Flamenco y música mandinga unidos creando una propuesta mágica que sigue siendo un referente de cómo abordar dos culturas alejadas y que dialoguen de igual a igual entre ellas.
Aprovechando que este mes de julio una parte del proyecto original se reúne para actuar en los festivales Pirineos Sur y La Mar de Músicas para reinterpretar esas canciones mágicas que pusieron en la palestra de la música mundial a todos sus integrantes, afribuku hace un repaso de Songhai, esa quimera que aún cuesta entender.
Nos situamos a principios de los años 80. El flamenco está comenzando a vivir una lenta revolución que comenzó con Smash, Lole y Manuel, Camarón, Veneno y Pata Negra. Un grupo de tres chavales provenientes de tres familias flamencas andaluzas asentadas en Madrid con solera, los Sordera, los Habichuela y los Heredia forman Ketama. Ray Heredia, José Soto “Sorderita” y Juan Carmona Habichuela “El Camborio” unen sus fuerzas en Madrid, donde crecieron, para experimentar con la música que mamaron. Se criaron escuchando otras músicas pero no quisieron renunciar a lo que les define: el flamenco. Pronto Ray Heredia dejó el grupo para centrarse en su corta pero magnífica carrera en solitario. Primero Antonio Carmona y posteriormente Josemi Carmona se unieron a Ketama para suplir su vacío. Ketama continuó grabando discos en los años 80 en los que reinterpretaron palos flamencos junto a la salsa y el rock, con poca repercusión comercial.
Por su parte, en Malí, la música tradicional vivía horas bajas. Las orquestas de corte afrocaribeño, el rock y la música ligera occidental tomaban las radios. La rica tradición música del país no conectaba con los nuevos sonidos, encasillándose en ritos tradicionales ya sean de corte rural o urbano. Los antaño tan prestigiosos griots se reciclaban como cantantes de agrupaciones que poco o nada tenían que ver con sus orígenes. En este contexto una nueva generación de músicos jóvenes comenzaba a reivindicar la riqueza de su pasado. Es a mediados de los ochenta cuando Youssour N’Dour, Salif Keita, Ali Farka Touré o Mory Kanté daban un paso adelante para reinterpretar sus raíces. Hijo del gran Sidiki Diabaté, Toumani Diabaté, era un poco más joven, pero su voluntad de dignificar la kora, el instrumento que durante 21 generaciones ha tocado su familia griot, le dirigió a un proyecto revolucionario: grabar el primer disco de kora de la historia. En 1987 Diabaté editó “Kaira” con el sello Hannibal, logrando que medio mundo se quedase estupefacto con el sonido de este misterioso instrumento proveniente del corazón de África Occidental.
A finales de los 80 tanto Ketama como Toumani Diabaté comenzaron a girar por todo el mundo, sin obtener reconocimiento en sus propios países de origen. Nadie es profeta en su tierra. Pero un milagro se obró. Dos visionarios musicales, Joe Boyd, pólvora de la escena psicodélica inglesa de los 60 y capo de Hannibal records y Mario Pachecho, fundador de Nuevos Medios, ese sello ejemplar que impulsó el nuevo flamenco de calidad en España y que contaba con Ketama, Pata Negra, Martirio o Pepe Habichuela dentro de su catálogo, proponen a dos de sus buques insignias tocar juntos en una fiesta para comprobar se enciende alguna chispa entre ellos. Ketama y Toumani Diabaté se juntaron y no sólo la chispa saltó si no que el duende apareció vestido de bogolán.
Entusiasmados, Boyd y Pacheco les ofrecieron grabar un disco juntos para ambas discográficas, los jóvenes artistas aceptaron. En 1988 el proyecto se trasladó a Madrid y un año después se editó “Songhai”, que cuenta con la colaboración del gran Danny Thompson al contrabajo. El álbum se coló entre todas las listas de mejores discos del año en la prensa especializada. Los conciertos y las ventas funcionaron. El disco fue impulsado por el single “Vente pa Madrid”, rumba pegajosa que pone al micrófono por primera vez a Antonio Carmona.
“Songhai” es un pozo sin fondo. Los artistas, aun apenas conociendo la tradición que tenían enfrente ya sea la mandinga o la flamenca, partieron de un respeto mutuo. Si la tradición propia era profunda e imponente, la ajena también lo era. El disco intentó juntar ambos estilos apartiendo de lugares comunes, que ya existían anteriormente. La rumba flamenca y los tangos, tienen un origen del antiguo imperio Songhai, en el que los andalusíes Arma tanta influencia aportaron. La cadencia del fandango, también hipnótica, casaba perfectamente en este marco musical.
El disco comienza con “Jarabi”, un ejemplo perfecto de lo que nos encontramos a lo largo del álbum: ritmos generalmente binarios creados con kora y guitarra flamenca, percusiones formadas por palmas, cajón y djembe, y voces a cargo de los componentes de Ketama junto a coros mandingas. Una combinación que nadie pensó y que funcionaba como si hubiera convivido bajo el mismo techo desde tiempos inmemoriales.
Según avanzamos en el álbum el viaje se hace más intenso y agradable al mismo tiempo. La perfecta coordinación instrumental y las voces que portan consigo ecos de infinitas generaciones nos transportan a un lugar común, que aunque parece que no conozcamos nos resulta demasiado familiar. “Mani Mani Kuru” parte de un ritmo vacilón de guitarra en eñ que los coros y voz de Toumani Diabaté toman protagonismo. “Caramelo” es otra joya en la que la salsa flamenca, que oficializará Ketama, se une con la salsa africana tan popular en Malí durante décadas. En “A Toumani” un pletórico Sorderita le canta a Toumani por fandangos en uno de los mejores cortes del álbum.
El disco continúa con el single que llevó al Olimpo a sus participantes, “Vente pa Madrid”, y que aún suena en el imaginario colectivo. Sin embargo es “África” la joya del disco. Una canción que vale discografías enteras. Una vez más unos fandangos cuasi deconstruidos toman forma en la voz de Sorderita, trasportada por una kora mágica. Los últimos dos temas del álbum indagan en ese diálogo imposible pero natural que define el proyecto. “A mi tía Marina” es Ketama quien lleva el liderazgo y en “Ne ne kiotaa”, Diabaté, pero como en todas las canciones, no hay mezcla ni fusión, sino música conjunta.
Songhai catapultó tanto a Ketama como a Toumani Diabaté a la fama, ya no sólo en Reino Unido y Francia, donde el disco fue recibido entre vítores y aplausos en su gira de presentación, sino en sus propios países. Diabaté comenzó a ser reconocido en Malí, donde un innumerable grupo de músicos tradicionales siguieron sus pasos, publicando discos tanto puramente tradicionales como de acercamiento a otras culturas, consolidando así al país como el centro de creación musical inagotable que sigue siendo. Ketama por su parte, dieron el campanazo en España entre la crítica, que les había despreciado anteriormente. Aunque el público masivo español aún no comprendiera “Songhai” (quizá demasiado “exótico” para las conservadoras radios del país), la semilla estaba plantada con “Vente pa Madrid”
En los siguientes años Toumani gozará de las mieles del merecido éxito en el mercado local y Ketama seguirá intentando el asalto a las listas de éxitos desde varias discográficas. Aunque su propuesta cada vez estaba mejor focalizada y masticada, no terminaba de ser aceptada por el gran público. Quizá en parte por la jondura de Sorderita, coinciden el tiempo varios factores que hacen que éste abandone el grupo. La prematura muerte de su compadre Ray Heredia en 1991, la caída en los infiernos de la heroína y la cada vez más salsera dirección que tomaba Ketama, provocan que el pequeño de los Sordera abandone el barco.
Es 1994, y Mario Pacheco y Joe Boyd les vuelve a ofrecer a los artistas realizar un “Songhai 2”. Las segundas partes nunca fueron buenas y la situación de Ketama con Sorderita fuera del grupo no era precisamente halagüeña. Los protagonistas vuelven a aceptar, pero esta vez las cartas estaban ya marcadas. Nuevos griots de Malí se añaden al proyecto: el n’goni del debutante Bassekou Kouyaté, el balafón del maestro Keletigui Diabaté, las voces de Kasse Mady Diabaté y los coros de jovencísimas artistas como Aurora o Djanka Diabaté. Javier Colina sustituye a Danny Thompson al contrabajo y Sorderita vuelve, aunque ya fuera de Ketama.
Con esta alineación era difícil imaginar que el proyecto no repitiera la magia, y efectivamente así fue. De hecho, y como excepción podemos decir que aunque no goza del efecto sorpresa de su primera parte, “Songhai 2” editado en 1994 es incluso mejor que su predecesor.
La música mandinga está mejor asentada gracias al súper grupo maliense que coincidirá a partir de este momento en multitud de proyectos. Los tres instrumentos, kora, balafón y n’goni forman un conjunto tan sólido que la música que generan es a prueba de bombas. Las personalidades de los músicos, ya maduros, son tan fuertes que el álbum funciona con una fuerza que no tenía su predecesor.
El álbum se inicia con la juguetona “Sute Monebo” en la que Antonio Carmona nos presenta a los músicos y lo milagroso, una vez más, del proyecto. La belleza de “Niani” irrumpe para noquearnos: a la fiesta de kora, guitarra flamenca y percusión se añaden balafón y n’goni en un tema de ensueño coronado por unas palmas y djembés que nos dejan sin aliento. A continuación, el que fue el single de presentación del disco y que marcaría las baladas made in Ketama en el futuro: “Pozo del deseo”. Antonio Carmona se divide las tareas vocales con Kasse Mady Diabaté bajo un arpegio preciosista y con unas castañuelas pizpiretas en uno de los mejores temas firmados por el pequeño de los hermanos Carmona en toda su carrera. “Monte de los suspiros” nos lleva al norte de África, en uno de esos viajes que tanto sentido geográfico e histórico tienen entre la música maliense y flamenca.
La salsa ketamera de “Djamana Djana” es exactamente lo que el público español quería de Ketama y no sabía. Los arreglos del balafón del maestro Keletigui, los solos finales de kora, n’goni y guitarra y la desatada voz de Antonio Carmona nos hacen bailar en un tema magnífico aunque se alargue innecesariamente en lo que es el único momento prescindible de todo el álbum.
A renglón seguido, Sorderita en estado puro y en su mejor momento, por soleá. Y aquí en “De Jerez a Malí” es donde confirmamos la mejora respecto al primer volumen de “Songhai”. La música de Malí está mejor desarrollada, pero el flamenco también. Sorderita añade un estribillo tan típico suyo a esta magnífica soleá rematada por arriba, a lo valiente y adornada con unas falsetas tanto de Toumani Diabaté como la maravillosa aportación de Bassekou Kouyaté. Falsetas flamencas ejecutadas con un n’goni ¿por qué no? Un desborde musical del que cuesta reponerse. Así se hacen las cosas.
Continua “N’dia” con lo que parece una maravillosa improvisación a partir del balafón de Keletigui Diabaté, en la que kora, n’goni y guitarra tejen una red de ensueño en una conversación de tú a tú. Remata el disco con “De la noche a la mañana”, unas bulerías cantadas por Sorderita, que como es sabido llevaba el peso del flamenco tradicional en Ketama. Siguiendo la estructura de la soleá, en la que las falsetas se ejecutan con los instrumentos malienses, estas bulerías demuestran una vez más lo valeroso de la propuesta con un Sorderita en estado de gracia y una magnífica kora cerrando el tema. Para cerrar el disco “Mali Sajio”, una rumba maliense con base guitarrera marca de la casa con un Kasse Mady Diabaté cristalino y un Toumani Diabaté pletórico.
El epílogo de “Pozo del deseo” en su versión instrumental nos deja reposar para asimilar todo lo experimentando, en esta obra maestra de la música tanto maliense como española. Una vez más las carreras de los músicos involucrados en el proyecto se catapultaron, aunque esta vez “Songhai 2” no fue tanto un éxito de ventas como su predecesor.
Ketama, hicieron una última intentona de alcanzar el éxito masivo con un directo recopilando sus mejores temas junto a colaboraciones estelares aunque ya sin Sorderita. “Kalikeño” se convirtió en la canción del verano en la España de 1995 convirtiendo a Ketama en uno de los grupos más populares de su momento y unos de los referentes de la música española de las últimas décadas. Desde entonces la formula ketamera se ha fotocopiado infinidad de veces, aunque dejando de lado la parte más profunda y de calidad del conjunto.
Toumani Diabaté grabaría también un disco instrumental fundacional para música maliense,“Djelika”, junto al combo ya iniciado con Keletigui Diabaté y Bassekou Kouyaté. Bassekou desde entonces, ha propulsado su trayectoria siendo uno de los músicos africanos más reconocidos y admirados. Kasse Mady Diabaté por su parte comenzó su carrera internacional, ya que hasta ese momento se había concentrado en el ámbito local junto al enorme productor senegalés Ibrahim Sylla.
Tres años después Nick Gold, director de World Circuit y oliendo el talento de los músicos malienses intentó repetir la jugada: los mismos músicos pero sustituyendo el nuevo flamenco por la música cubana. Los visados de los músicos de Malí no llegaron a tiempo y el resultado fue historia de la música: el Buena Vista Social Club. Pero Nick Gold no desfalleció y finalmente en 2010 consiguió juntar a célebres músicos cubanos junto al equipo Songhai, pariendo, con la ayuda de Mario Pacheco “Afrocubism”, otro proyecto de ensueño.
Songhai, un ideal infinito del que muchos esperan una tercera parte. Inspiración, respeto y diálogo de dos tradiciones musicales conectadas por un pasado remoto y que se miran de tú a tú, sin complejos y con ganas de aprender. Un milagro.
Original en : Afribuku