En Madagascar, la población malgache es joven y se encuentra en rápido crecimiento: la mitad de la población tiene menos de 20 años y el índice de crecimiento es de 2,8% al año. Pero el número de personas que vive en extrema pobreza ha alcanzado ya el 61,7% de la población en 2010.
Según los datos publicados por el FMI, se encuentran diferencias en los niveles de pobreza entre hombres y mujeres cuando se comparan las familias monoparentales. Las familias encabezadas por una mujer divorciada, separada o viuda son más pobres que los hogares encabezados por hombres. También las mujeres solteras son significativamente más pobres que los hombres solteros.
Los jóvenes y las familias experimentaron una pobreza más fuerte entre 2001 y 2010 que las personas de más edad (50 a 59 años) y las familias más pequeñas. En 2010, las familias de siete o más miembros (que representan alrededor del 38% de la población) registraron un nivel de pobreza del 86%, frente al 36% de las familias que tenían una o dos miembros.
Es muy relevante la correlación entre pobreza y falta de educación. Los hogares encabezados por una persona que ha tenido poca o ninguna educación tienen bastante más probabilidades de ser pobres. Además, el aumento de la pobreza entre 2001 y 2010 se produjo principalmente en los hogares donde no se ha recibido ningún tipo de educación formal. En estas condiciones, es preocupante que la proporción de la población que ha adquirido educación secundaria se ha reducido de 16% en 2001 al 11% en 2010. Se ha llevado a cabo una estrategia educativa, mediante la que los maestros de la comunidad, con apoyo de los padres, que ha permitido mejorar el acceso a la educación, aunque se observan tintes negativos en cuanto a la calidad.
El gasto público en educación en Madagascar ha disminuido, a pesar de que ya era inferior al de otros países subsaharianos. En 2012, fue del 2,7% del PIB. Más de un cuarto de los jóvenes ingresan al mercado de trabajo sin saber leer y escribir.
Casi el 80% de la población vive en zonas rurales, donde la pobreza extrema supone casi el doble que en las zonas urbanas. Además de la pobreza, otros indicadores de desarrollo son menos favorables en las zonas rurales. La mortalidad infantil es más alta, la esperanza de vida más baja, al igual que las tasas de alfabetización, las tasas de malnutrición y de asistencia escolar, y sólo una pequeña minoría de la población rural tiene acceso a electricidad y a agua potable.
Fuente: La Gazette de la Grande Ile
Traducción de Iris Pugnaire Sáez