Protestas en Sudán: Un día en el infierno, testimonio de Rania Mamoun

30/09/2013 | Opinión

Rania Mamoun, una laureada novelista sudanesa, fue arrestada en Madani, con su hermana y hermano, durante una manifestación de protesta, el pasado 23 de septiembre. Fueron puestos en libertad en la tarde del 24 de septiembre. Este es su testimonio.

Un día en el infierno: mi testimonio sobre nuestro arresto

Lo que nos ocurrió a mi hermano, hermana y a mí no es una rareza, sino que sigue la línea de la política de este estado y su metodología de gestión del país y el sometimiento de sus ciudadanos. Esto continúa pasando y ha pasado durante casi un cuarto de siglo, el pueblo sudanés ha sido asesinado, algunos han desaparecido y muchos han sido desplazados. Los casos de muchas enfermedades fisiológicas y psicológicas y mentales son interminables, y el destino de otros muchos todavía se desconoce.

Durante casi un cuarto de siglo, los sudaneses han sido arrestados, violados, torturados y asesinados a sangre fría, sin pestañear, sin el más ligero estremecimiento del corazón. ¿Quién no ha oído hablar de las casas fantasma y lo que ocurre dentro?, las atroces violaciones del cuerpo, desgarrando el espíritu y arrancando a arañazos la dignidad humana con uñas afiladas, con la sangre triste y caliente goteando en el suelo y paredes de estas prisiones.

Cuantas lágrimas se han vertido, no por miedo, pánico o una voluntad desplomada, sino por humillación. Cuántas tragedias y sufrimiento han invadido a los jóvenes y mayores, mujeres y hombres, y a todos los que cayeron en las garras de los órganos del estado totalitario islámico, liderado por el norte.

Los Servicios Nacionales de Inteligencia y Seguridad, NISS, y la policía, así como las brigadas informales y las facciones entrenadas y con el cerebro lavado para que dirijan el odio hacia la gente. Mirando de cerca puedes observar que los que cumplen las órdenes de la autoridad, generalmente pertenecen a un particular segmento de la sociedad. La mayoría de ellos no están educados o tienen una mínima educación y sus familias han vivido enclavadas en la pobreza y un duro estado económico durante generaciones. Estos oprimidos también están angustiados por la injusticia a pesar de que se han rendido a ella. Así, reclutar a miembros de este segmento social es ideal, ya que son explotados para transformar su sentido de la profunda injusticia en odio y hostilidad.

Se los lava el cerebro y se moldea y entrena para usar la violencia, incluso para asesinar. Al final se los suelta para descargar sus sentimientos de injusticia perpetrada por las autoridades contra ellos, pero en lugar de dirigirla contra el régimen, dirigen su rabia hacia el pueblo.

Esta ira, odio y venganza es exactamente lo que ha quedado en los cuerpos de mi hermano, hermana y el mío. Palizas brutales, propinadas por corazones crueles que disfrutan torturando como si de un paseo por el parque se tratase. No puedo describir lo que ocurrió como paliza, incluso paliza cruel o cualquier otro atributo, porque lo que experimenté supera cualquier caracterización. Uno no puede comprender el sentimiento exacto de un dolor indescriptible, a menos que pase por ello; el dolor no puede ser descrito, hay que experimentarlo.

Mientras estaba dentro de mi celda, pensaba en aquellos que han pasado por esta experiencia y sentí lo fuertes que deben haber sido. Antes de eso, sentí su dolor y me uní a él, así como me uní al dolor de mi hermano sangrando sin ser atendido y me uní al dolor psicológico de mi hermana (una diabética) por tener que pasar una experiencia tan amarga.

Esto ocurrió el lunes, 23 de septiembre de 2013, sobre las 5.45 de la tarde. Fuimos arrestados en una manifestación pacífica en un barrio cercano, para condenar la decisión de la retirada de los subsidios al combustible, que deteriorará la ya terrible situación económica.

Mi hermano, Sheikh fue golpeado en la cabeza en tres sitios diferentes según el informe médico, causándole heridas de 6,2 y 1 centímetros. Su clavícula está rota y tiene hematomas por todo su delgado cuerpo. A pesar de ello, no se nos permitió ir a un hospital para detener la hemorragia y limpiar las heridas. Mi hermano sangró toda la tarde y toda la noche hasta que cayó inconsciente.

Yo fui golpeada por un gran número de soldados, que me rodeaban como moscas. La paliza fue intensa y con la intención de herir y abusar, se utilizaron tantas varas que perdí la cuenta. Puedo rastrear su efecto sobre mi cuerpo, en el que las marcas son muchas. Me arrastraron por el suelo y me llamaron de todo, después me amenazaron con violarme en grupo. ¡Incluso fui acosada por uno de ellos!, imagínense.

Con las continuadas palizas llegó un momento en que no sentía el dolor de cada nuevo palo que seguía al anterior. El entumecimiento, la rigidez y el encorvamiento de mi cuerpo convertido en un saco de algodón, me permitió ser indiferente o insensible. Llegar a ser insensible a través de golpes, es el último nivel de dolor y tortura.

Según el informe médico tengo moratones por el cuerpo, un golpe en el hombro derecho y una herida en el brazo derecho. También tengo contusiones en la cabeza, hemorragias internas en los párpados y en la parte inferior del ojo izquierdo y hemorragia interna en la conjuntiva con hinchazón y rojeces.

Mi hermana Arafa tiene una contusión en la cabeza y en la frente y heridas en el codo izquierdo como resultado de haber sido arrastrada por el suelo.

Pasamos alrededor de una hora en la comisaría de policía del sur. Esposaron a mi hermano y nos obligaron a sentarnos en el suelo mientras nos sometían a todos a constantes provocaciones. ¡Una vez más fui amenazada con violación dentro de la comisaría delante de otros cuantos detenidos y oficiales de policía! Sufrimos abusos verbales y recibimos un trato inhumano con un tono intimidante y amenazador. Mi hermano fue golpeado varias veces con las botas de los soldados. Después fuimos deportados a la Comisaría central.

Esto es lo que pasa en los centros de seguridad del estado

Los ocho que éramos -seis hombres y dos mujeres- fuimos llevados a celdas y los oficiales de seguridad presentaron cargos contra nosotros, bajo el artículo 163, por disturbios. Pedimos ir al hospital, pero se negaron bajo el pretexto de que no había coche para llevarnos, ya que todos los vehículos estaban en los lugares de las protestas. Nos mintieron y dijeron que nos habían dado la autorización para ir al hospital y que solo estábamos esperando a un coche que nos transportase. No vino ningún coche y no fuimos a un hospital hasta casi 24 horas después, con mi hermano nadando en un charco de su propia sangre.

Dentro de la celda pasamos la noche en compañía de langostas, saltamontes y unos pequeños insectos negros que se metían en los pliegues del cuerpo. Esto era un verdadero método de tortura, intentabas quitarte una langosta de la ropa y se te posaba un saltamontes, seguido de una picadura de los otros insectos en cualquier parte del cuerpo. La celda estaba oscura, con una bombilla en el techo cubierta por una malla.

La principal oficina era pequeña y oscura, con la celda detrás, separada por un pequeño patio. Toda la zona estaba infestada de insectos amontonados en las oficinas, la verja y la celda. Intentamos dormir, exhaustos de estar sentados, pero nos despertamos en el duro suelo rodeados de insectos. Le dije al soldado que mi hermana era diabética y que debían tener esto en cuenta, especialmente si no comía en todo el día ni toda la noche, se burló de mí respondiendo: que dios la ayude, y se alejó.

Nos negamos a comer y pedimos ir al hospital primero, pero ¿quién lo oiría? ¿Quién escucharía nuestra súplica? Fue un tratamiento cruel, carente de todo sentido de humanidad.

Los baños eran compartidos entre hombres y mujeres, oscuros y sin cierre interior. En el patio dedicado a los hombres, unos 56 o 57 detenidos llevados después de la medianoche, estaban tirados en el suelo. Unos cuantos fueron llevados antes, pero eran pocos. A las cuatro de la madrugada, los hombres estaban sentados, sin poder dormir.

Me senté en un rincón oscuro de la celda, después de los agotadores intentos de espantar los insectos. El calor era sofocante, pero me sentía débil y no pude levantarme; así que decidí sentarme encima de los insectos. Me arrastré más cerca de la puerta de cara a la verja y empecé a pensar en el hermoso retrato dibujado por los insectos en las paredes y el suelo. Eran las 5 de la mañana y estaba pensando cómo una belleza tal podía existir en un lugar de tal fealdad. Me quité uno de encima y cayó sobre su espalda. Lo miré mientras intentaba darse la vuelta, con ojos cansado pero interesados. El insecto se movía primero rápido y después lento, puede que en un intento de no agotarse. Incluso una criatura tan simple, a las cuales somos superiores seguramente, tiene fuerza de voluntad para resistir y luchar por su libertad. Bendita libertad, bienaventurados los pueblos libres.

Al día siguiente, después de nuestra puesta en libertad no querían darnos autorización para ir al hospital. Insistimos y nos dijeron que hablásemos con el jefe de la comisaría. Le encontramos con una serie de periodistas y sólo entonces ordenó la autorización, aunque había visto a mi hermano antes ¡y no había movido un dedo! Tardaron todo lo que pudieron en dárnosla, pero al final nos la dieron y fuimos al hospital.

Algunas experiencias te fortalecen, mientras que otras te destrozan. Cuando te han dado una paliza, tu dignidad ha sido asaltada, tu seguridad comprometida, tu libertad robada, solo queda un camino, continuar lo que otros iniciaron. No hay retorno, solo podemos ir hacia adelante, y eso es lo que ellos no saben.

Tu paliza y tu tortura no me asustan ni me rompen. No me obligarán a rendirme, sino que me dan fuerza y me inspiran. Me preguntas: ¿no tienes miedo? Y yo te respondo: Me he vuelto más fuerte.

Rania Mamoun

Publicado en la web del movimiento Girifna, el 30 de septiembre de 2013.

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