La deportación de un estudiante marroquí, que llevaba nueve años en Italia, y sufre problemas mentales asienta un precedente preocupante
El 9 de abril, un estudiante marroquí becado por la Universidad de Palermo, en Sicilia, presuntamente entró en la cafetería gritando que «Todos los satánicos que quisieran morir, que se queden aquí» y que «los cristianos, los musulmanes y los judios se fueran».
El incidente desató el pánico entre los comensales, que huyeron del edificio. El estudiante, que estaba desarmado, fue interrogado por la policía que finalmente le dejó marchar con una advertencia por considerar que no presentaba ninguna amenaza.
El chico, al que los medios llaman «S» en referencia a la inicial de su nombre, que se trasladó desde Marruecos en 2008 para reunirse con su familia, tiene una enfermedad mental diagnosticada y está bajo tratamiento médico. Sin embargo, cuando cuatro días después acudió, visiblemente alterado, al hospital para recibir atención médica, el mismo hospital llamó a la policía y «S» acabó detenido. Llevaron al chico a comisaria, donde la policía procedió a emitir una orden de deportación y posteriormente fue trasladado a un centro de detención de inmigrantes donde esperaría su expulsión. El joven, un enfermo de esquizofrenia desarmado, era considerado un «peligro para la sociedad».
Voluntario, amigo, residente
La Constitución Italina garantiza el derecho a recibir asistencia médica a cualquier persona que resida en el país. El hecho de que una persona con problemas mentales vaya a ser deportada como consecuencia directa de su enfermedad, establece un precedente peligroso. Su expulsión indicaría que cualquier residente nacido en el extranjero, incluso aquellos con permisos legales de residencia, pueden ser deportados si se les considera un «peligro para la sociedad». Incluso, si la pruebas que apoyan este supuesto son cuestionables y la persona en cuestión está gravemente enferma.
«Tanto nuestra Constitución como las convenciones internacionales dicen que la salud debe salvaguardarse», dice la abogada de «S», Ilenia Grottadaurea. «S es un joven perfectamente integrado en Palermo, incluso participa activamente en programas de voluntariado. No es un peligro para la sociedad».
Varios miembros del Senado Italiano han puesto en marcha una investigación parlamentaria sobre el caso de «S» para demostrar como un chico mentalmente enfermo fue criminalizado en lugar de recibir la atención médica que necesitaba.
El presidente proinmigración de Palermo, Leoluca Orlando, también ha manifestado su apoyo a «S» y planteado sus preocupaciones sobre la base legal de esta deportación. «Tenemos ante nosotros una medida dudosamente constitucional, por este motivo, la ciudad emprenderá cualquier iniciativa necesaria para garantizar la asistencia a nuestros conciudadanos», dijo Orlando.
Los sindicatos nacionales, varias asociacones sin ánimo de lucro y trabajadores de inmigración también han manigestado su apoyo al estudiante.
Sin embargo, la deportación de «S» se firmo el pasado 2 de mayo, cuando el juez rechazó la apelación presentada por su abogada, pues consideró que expulsar a «S» de Italia no causaría «daños irreparables» en la salud del chico.
Daniele La Barbera, directora de la Escuela de Psiquiatría de la Universidad de Palermo, no está de acuerdo con la decisión del magistrado. «Deportar a alguien que necesita estar bajo cuidados médicos constantes, es un acto tremendamente racista y sombrío de una violencia indescriptible» aseguraba Barbera en un comunicado de prensa. «Bajo ninguna circunstancia es aceptable sustituir la terapia con castigo. Las consecuencias pueden ser muy graves, precisamente porque el paciente es my frágil». Los amigos de «S» enfatizan que deportarle a Marruecos significaría sacarle de su comunidad en Palermo y mandarle a un lugar donde no tiene ninguna red de apoyo y donde no podrá continuar con su tratamiento.
En un comunicado difundido la mañana del 3 de mayo por sus amigos, se define a «S» como un «voluntario, amigo y estudiante de nuestra ciudad» que » a pesar de sus problemas, ha sido un ejemplo de generosidad, calidez y civismo». Los amigos de S también han iniciado la campaña «S Libero» (S Libre) y seguiran presionando para que se le ofrezca un permiso de residencia para continuar con su tratamiento medico. Sin embargo, en términos de legalidad, «S» podría ser deportado en cualquier momento.
Deportaciones a la fuerza
Italia ha sido uno de los principales destinos de los migrantes africanos durante los últimos años. en 2016, más de 180.000 personas llegaron a las costas italianas, la mayoría de ellas procedentes de países como Nigeria, Eritrea, Guinea, Costa de Marfil, Gambia, Senegal, Malí y Sudán.
La respuesta oficial a esta inmigración masiva se ha ido endureciendo con el tiempo. Esto es así, sobre todo, desde que el Primer Ministro Paolo Gentiloni subiera al poder el año pasado, remplazando a Matteo Renzi.
Por ejemplo, durante el gobierno de Renzi, se puso en marcha la operación «Mare Nostrum», que ofrecía apoyo a las tareas de rescate en el mar hasta que dejó de operar en 2014. Por su parte, el actual gobierno esta intentando ilegalizar a las ONG que operan en la zona de rescate. Alegan que estan ONG colaboran con grupos de contrabantistas y traficantes de personas para traer a los inmigrantes a Europa.
Apenas unos días del atentado de Berlín del 19 de diciembre de 2017, en el que un hombre de nacionalidad tunecina mató a 12 personas cuando atravesó la multitud con un camión, la policía y el Ministerio de Interior enviaron una directiva a los departamentos de policía ordenando la organización de patrullas para localizar a los extranjeros y explusar a los inmigrantes irregulares de Italia. La propia directiva se justificaba, y citó, «por la creciente presión migratoria y un escenario internacional caracterizado por la inestabilidad y las amenazas».
Aún más, el nuevo gobierno ha intensificado significativamente las deportaciones forzadas. A mediados de abril 6.242 inmigrantes habían sido expulsados de Italia, según informa el Ministro de Interior, Marco Minniti. Esto supone un aumento del 24% en las deportaciones con respecto al mismo periodo del año anterior. Actualmente, Italia mantiene acuerdos bilaterales de repatriación con Egipto, Túnez y Nigeria y asegura estar negociando acuerdos similares con otros países africanos.
Ademas de las deportaciones forzadas, que suelen tener como resultado la separación de familiares y el desarraigo de residentes vulnerables y de larga duración como «S», Italia se enfrenta a grandes retos en lo que a la integración de los inmigrantes y su coexistencia con la identidad italiana se refiere. La integración es más que una palabra. Es una práctica activa que llama a las sociedades a luchar continuamente por la inclusión de todos sus miembros, especialmente de aquellos en situación de vulnerabilidad social.
Existe un refrán italiano que reza, «Fra il dire e il fare, c’é il mare», o lo que es lo mismo «Entre el dicho y el hecho, está el mar».
Trágicamente a «S» , un estudiante con graves problemas de salud mental, le han echado a ese mar entre el derecho cosntitucional a la salud y el fervor antiinmigración que infecta la política italiana.
Fuente: African Arguments
[Traducción y edición, Sarai de la Mata]
[Fundación Sur]
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