Pole pole ndio mwendo, por Ramón Echeverría

8/02/2021 | Opinión



(Despacito, que así se avanza)

Mabel Simpson es una joven diseñadora de moda de Accra, Ghana, que ha creado su propia empresa, mSimps. Utilizando estampados africanos, produce y exporta bolsos, fundas para cojines, carteras para ordenadores y otros productos. Hace unos días, Mabel explicaba a un periodista de la BBC sus dificultades: “Si quiero enviar un producto a EE.UU. me va a costar 25 dólares, pero si se trata de Uganda serán 50 dólares”. Y es que la falta de comunicaciones, los impuestos a la importación y la burocracia aduanera siguen actuando como barreras para el comercio entre los países africanos. Kenia es el mayor exportador de flores de África, pero a Nigeria le resulta más barato importarlas desde Holanda, de la misma manera que Kenia importa el aceite de palma de Indonesia y no de Nigeria. Ya existen en el continente varias asociaciones comerciales regionales: COMESA y SADC en África Austral; CAE en África del Este; CEEAC en África Central; CEDEAO en África Occidental; y la Unión del Magreb Árabe en África del Norte. Pero datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) indican que el comercio entre regiones ocupa tan sólo el 16 % del total continental. Según The Economist, en sus exportaciones hacia la Unión del Magreb Árabe, los seis países de la CAE se enfrentan a tarifas del 16 % de media. Se comprende pues que muchos empresarios africanos consideren esperanzador el que el 1 de enero 2021 haya comenzado a funcionar el acuerdo del Área Africana de Libre Comercio Continental (AfCFTA), que va a eliminar o reducir aranceles y barreras burocráticas. El acuerdo prevé la supresión en cinco años de los aranceles del 90 % de los productos, así como estudiar la futura supresión de los del 10 % restantes. Se trata de la zona de libre comercio con más países miembros, todos los países africanos excepto Eritrea. “Es un día histórico para África”, comentó el chadiano Moussa Faki Mahamat, presidente desde 2017 de la Comisión de la Unión Africana. “El camino para llegar hasta aquí ha sido largo y ha exigido determinación y resiliencia”.

La 18ª cumbre de la UA (Adís Abeba 2012) se dio de plazo hasta 2017 para crear un Área Continental de Libre Comercio. No fue una idea repentina. Desde su fundación en Adís Abeba el 26 de mayo de 1963, uno de los objetivos de la OUA (Organización para la Unidad Africana) era promover la cooperación en el interior del continente. “El pueblo africano quiere la Unidad”, arengó en esa ocasión Kwame Nkrumah, que había llevado a Ghana a la independencia en 1957 y que siempre soñó con unos “Estados Unidos de África”. En 1980 la OUA adoptó el “Plan de Acción de Lagos” para promover el comercio interior y minimizar la dependencia de los países occidentales. Y en la 27ª cumbre (Abuya, Nigeria, 1991) se estableció la Comunidad Económica Africana, incorporada a la Unión Africana (UA) cuando ésta substituyo en 2002 a la OUA.

afcfta-logo.jpgEn 2013 se decidió que tenían que comenzar las negociaciones para la creación de la actual AfCFTA. Estas se aceleraron a partir de 2016. La cumbre extraordinaria de marzo de 2018 en Kigali, Ruanda, aprobó el acuerdo sobre AfCFTA, y con la “Declaración de Kigali” se instó a los gobiernos a que tomaran las medidas necesarias con el fin de poner en práctica el acuerdo. La ratificación por parte de un número suficiente de estados (34), hizo que el AFCFTA (en francés ZLECAF) naciera oficialmente en marzo de 2019. En febrero de 2020, el sudafricano Wamkele Mene fue elegido su primer Secretario General, y en marzo del mismo año se inauguró la sede del AfCFTA en Accra, Ghana. Se había planeado que las nuevas normas del AfCFTA entraran en vigor en julio de 2020, pero la covid-19 lo retrasó hasta el pasado 1 de enero.

También en Kigali, en 2018, se acordó la creación para todo el continente de un “Pasaporte Africano” que haría superfluos los visados entre los 55 países de África. El plan era que se utilizara ese pasaporte a partir de 2020. Pero del dicho al hecho hay un trecho, y el “pasaporte africano” aún no está disponible, como tampoco se aplican todavía buena parte de las normas del AfCFTA. El británico Andrew Mold, que dirige en Nairobi el centro subregional de la Comisión Económica de Naciones Unidas para África (UNECA) es optimista en cuanto a las ventajas que el AfCFTA aportará a países como Kenia y Uganda. Pero reconoce que hay que concebir su implementación no como un evento, sino como un proceso que llevará tiempo. Alude por ejemplo a que, entre otros, aún no se han iniciado las discusiones sobre ese 10 % de productos que no se beneficiarán por ahora de la bajada de tarifas. Y “¿cuáles serán esos productos? Porque si cada país no mira más que a sus intereses, se corre el riesgo de que en la lista entren todos los productos importantes que se pueden comerciar”, opina Jakkie Cilliers, experto sudafricano del Instituto de Estudios de Seguridad (ISS) de Pretoria. “No hemos hecho más que comenzar, y podemos prever que en 2034 se haya conseguido suprimir el 97 % de las tarifas”.

Quedan todavía muchos cabos que atar. ¿Se beneficiarán las compañías pequeñas especializándose en determinados productos, como opina la WTO (Organización Mundial del Comercio? ¿Cómo impedir que desparezcan o que sean absorbidas, tal como temen muchos pequeños empresarios? Aparte de que en muchos países el tejido empresarial es débil y sólo exportan materias primas. ¿Cómo disminuir la burocracia y el papeleo aduanero que impiden los intercambios comerciales tanto o más que las tarifas? ¿Cómo redefinir las relaciones entre las seis principales asociaciones comerciales regionales ya existentes y el AfCFTA? Y ¿qué decir del problema de las comunicaciones, carreteras y ferrocarriles, o de la corrupción en algunos gobiernos?

Pole pole ndio mwendo” dice un proverbio swahili, que se podría traducir como “Despacito, que así se avanza”, o en buen castellano “Despacio que tenemos prisa”. La historia de la Unión Europea comenzó allí por los años 1950 con la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Sólo han transcurrido nueve años desde que en 2012 la UA decidió crear un Área Continental de Libre Comercio. ¡Impresionante! Y más vale no correr para que sea realidad lo previsto por el Banco Mundial: un AfCFTA a pleno rendimiento en 2035 habrá permitido que salgan de la pobreza 70 millones de africanos y de la extrema pobreza otros 30 millones.

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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