Patrick Karegeya, el tránsfuga ruandés que sabía demasiado

22/01/2014 | Crónicas y reportajes

Arropado por su abrigo y bufanda, de aspecto tranquillo y mirada al acecho, Patrick Karegeya había rechazado en noviembre pasado recibirme en otro lugar que no fuera un gran hotel del barrio elegante de Johannesburgo y fue casi de improviso cuando apareció repentinamente ante mi mesa. Sin hacerse rogar, explicó este lujo de precauciones debido a la amenaza constante que el presidente ruandés, su antiguo compañero de lucha, seguía pesando sobre él. “Cuando se trata de matar no pide opinión a nadie…En su entorno se debate sobre política, sobre economía, pero cuando se trata de asesinatos políticos, existe una especie de cadena de mando, paralela a la del gobierno, y, en definitiva, es Kagame el que detenta el último poder…”. Y Karegeya recuerda que el general Kayumba Nyamwasa, antiguo jefe de estado-mayor del ejército y refugiado como él en Sudáfrica, había escapado a dos tentativas de asesinato, un tiroteo en plena calle y luego un intento de estrangulamiento en su cama del hospital, agresión que contribuyó a enfriar las relaciones entre Pretoria y Kigali.

Unas semanas después de nuestro encuentro, el antiguo jefe de los servicios de información, a pesar de su prudencia, iba a ser encontrado estrangulado en el baño de otro hotel de lujo de Johannesburgo, el Michelangelo, a donde había acudido para encontrarse con un hombre de negocios ruandés al que conocía bien, Apollo Kirisiri Ismael, que desde ese día está huido. Hasta ahora, la policía surafricana, sin acusar al régimen de Kigali, se contenta con asegurar que la investigación prosigue y que tres sospechosos ruandeses han sido detenidos.

Paradójicamente, diez días después del asesinato y cuando el embajador ruandés en Sudáfrica había desmentido cualquier implicación de su país en él, ha sido el mismo es el presidente Kagame quien indirectamente ha encendido la mecha: sin citar por su nombre a Karegeya, ha asegurado con ocasión de un desayuno de oración, que “la traición tiene sus consecuencias”, añadiendo además que “quien traiciona nuestra causa y desea el mal a nuestro pueblo se convertirá en víctima. Únicamente queda por saber cómo se convertirá en víctima…”

Exiliado desde el año 2.006, Karegeya ¿seguía constituyendo una amenaza para su país? Es evidente que los miebros de la “banda de los cuatro”, el general Kayumba, el antiguo jefe de gabinete de Kagame, Théogène Rudashingwa, el ex-fiscal general Gérard Gahima y el asesinado Karegeya mismo, fueron compañeros de primera hora de Paul Kagame, comprometidos al lado del presidente ugandés Museveni en los años 80 y fundadores del Frente Patriótico Ruandés, que en su día luchaba por el retorno de los exiliados tutsi y por la puesta en pie de un régimen democrático en Ruanda. Estos cuatro hombres, pilares del régimen, gozaban de un considerable prestigio en el seno del ejército, pero no tardaron en oponerse a Kagame, no solamente porque éste opinaba que había que luchar implacablemente contra la corrupción, sino porque no soportaba de ningún modo la contradicción o crítica, aunque viniera de sus más antiguos camaradas.

Pues bien, algunos de ellos, según Karegeya, se habían opuesto a la segunda guerra del Congo y a todas las tentativas de desestabilización del país vecino. Desde su refugio en Sudáfrica, Patrick Karegeya se había mostrado como un opositor duro y peligroso: no solamente se jactaba de poder desmostrar la implicación de Kagame en el atentado contra el avión de Habyarimana, sino que, sobre todo, había establecido contactos en el Congo; Kigali acusaba a este tutsi de alto linaje de haber concluido “una alianza contra natura” con los combatientes hutu de las FDLR. Una sospecha que se convirtió en condena a muerte.

Le carnet de Collette Braeckman 21 de enero de 2014

(Traducción, Ramón Arozarena)

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