Saben una de las cosas más echo de menos en los países de África que conozco? Una asociación de consumidores… un grupo fuerte, activo, organizado, conocedor de sus derechos que se lance a mover a la opinión pública para que también sea consciente de los mismos y pueda defender mejor a los consumidores que, en el caso de las sociedades africanas, se encuentran en la más flagrante vulnerabilidad.
El sitio donde vivo, Lira, es según se mire un pueblo grande o una pequeña ciudad en la cual hay un mercado local vibrante y en constante crecimiento. El hecho que en los últimos años el número de bancos y entidades financieras haya pasado de la decena es ya de por sí un signo fehaciente del crecimiento y la relativa estabilidad de esta región. Este crecimiento es más meritorio si cabe si tenemos en cuenta que hasta hace poco esta región estuvo afectada por desplazamientos masivos de cientos de miles de personas que, en los años de mayor virulencia de la guerrilla del LRA, buscaron refugio en otras zonas más seguras de la región.
Aparte del mercado tradicional de verduras, pescado y otros productos agrícolas han surgido bastantes supermercados – prácticamente 100% de los mismos regentados por comerciantes de origen indio – que ofrecen una aceptable variedad de productos. El problema es que la gran mayoría de estos productos han aparecido en una zona, lejana de la capital y del alcance pleno de la ley, donde existen pocos controles de calidad, pocas oficinas de estándares comerciales y donde nadie puede reclamar nada.
Uno tiene que ir con pies de plomo a la hora de comprar. Algunas marcas son peligrosamente similares a otras de alcance nacional. Uno puede encontrar un aparato Panasoanic, un Torshiba, una calculadora Casho o infinidad de variantes fonéticas que quieren imitar a las marcas más importantes del mercado. Ni que decir tiene que un gran porcentaje de los productos ofertados (sobre todo electrónicos y de menaje) vienen de China, con la consiguiente falta de calidad y de controles de seguridad. Lo que aparece como algodón no es algodón sino alguna forma de poliester, lo que es un aparato eléctrico no tiene ni fusible y las instrucciones están exclusivamente en chino (no sé si mandarín o cantonés)y lo que es presentado como una herramienta sólida y duradera termina siendo más floja que un puñado de pelusa. La lista por desgracia tiene su continuación más allá de los productos chinos: la lata de atún que tanto me alegré de encontrar en el supermercado a precios tan tirados resultó ser una masa amorfa de una pulpa de pescado que posiblemente alguna vez haya estado cerca de un atún de verdad pero que de sabor está a años-luz del preciado y delicioso escómbrido.
Como ven, el fraude y la baja calidad de los productos no es una excepción, sino la regla diaria. Aquí la gente no es consciente que, como consumidores, tienen ciertos derechos, ni tienen a nadie que comience este proceso de concienciación. Como ocurre en muchos otros campos, la gente sufre pasivamente los atropellos de un mercado o de un sistema que se aprovecha de las lagunas legales o la falta de regulación para introducir productos que – obvia decir – en otros sitios serían ilegales. Visto lo visto en otras partes del mundo, sólo Dios sabe los materiales tóxicos y los peligros potenciales o reales que encierran tantos productos incontrolados. Precisamente por ver y sentir la vulnerabilidad de todos los que somos consumidores de los mismos, pero especialmente de los más pobres y desafortunados en esta sociedad, echo en falta una asociación de consumidores que defienda – incluso legalmente y en juicio – los derechos de aquellos que no tienen poder para levantar su voz y posicionarse por lo que es justo y recto. A muchas de estas personas se les/nos da gato por liebre en muchos de los productos que hay en el mercado y no hay quien persiga al infractor, al que falsea, al que pone substancias ilegales o al que vende aparatos que no son perdurables o seguros.
Mucho me temo que por varios años más África seguirá siendo el destino de muchos de estos productos basura. China y otros gigantes económicos seguirán haciendo el Agosto vendiendo mercancías a bajo precio aprovechándose de una clientela que no es consciente de sus derechos y de un sistema que prima la cantidad (aunque sea mala) a la calidad que también los africanos merecen.
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