Los países africanos no necesitan limosnas, lo que requieren es una gobernanza justa, una gestión compartida del poder y de los recursos y una participación más activa de la sociedad nacional e internacional en la gestión responsable de los recursos y servicios para que toda la sociedad llegue al Buen Vivir.
En situaciones especiales de emigrantes y de emergencias naturales o de violencia, la ayuda humanitaria es necesaria e indispensable. Es cuestión de solidaridad humana. Sin embargo, en los intercambios económicos entre Occidente y el continente africano, priman las ayudas y prestamos interesados de los gobiernos poderosos y las grandes ONGs a los países africanos, sometiéndoles así a una dependencia controlada y a unas deudas imposibles de devolver. Es la nueva esclavitud capitalista, que imposibilita un desarrollo sostenible para los pueblos africanos.
La cultura de la ayuda y los prestamos interesados, que es la habitual, aplaca temporalmente el dolor del mal, pero la causa del mal y de la injusticia perdura, creándose además una malsana dependencia.
Nos cuesta afrontar la raíz del mal. Montamos organizaciones y bancos de alimentos para aliviar algunos efectos de una emergencia natural o causada por la violencia. Y eso es necesario por algún tiempo. Pero fallamos porque nos conformamos con la ayuda y la limosna puntual, sin trabajar para sanar la raíz misma del mal. Por tanto, el mal y la injusticia perduran.
Eso es precisamente lo que los poderosos desean. Que nos ocupemos de los malheridos con hospitales de campaña, pero que no descubramos y afrontemos la razón fundamental de tantos malheridos, excluidos y desempleados y que no trabajemos por liberarnos de los opresores y de sus sistemas capitalistas injustos.
Una de las tácticas más empleadas por los diferentes poderes, políticos, económicos y hasta algunos religiosos es precisamente intentar hablar y ocuparnos con cuestiones banales o secundarias como la realidad del desempleo, la exclusión o los inmigrantes que llegan a nuestras fronteras buscando una vida digna, después de perder decenas de vidas humanas cada día en el viaje.
Necesitamos pasar en nuestra sociedad de la cultura de la ayuda y la limosna a una cultura de colaboración justa, responsable y de beneficio mutuo. Tanto en África como en todos los continentes es indispensable que la sociedad, a través de diversos movimientos y grupos sociales, tome parte más activa en garantizar una gobernanza más justa y responsable para crear nuevas oportunidades y garantizar una gestión de los recursos disponibles y de los servicios para un Buen Vivir de la ciudadanía. Los intercambios comerciales son hoy más y más panafricanos y globales, pero necesitan buscar que sean además justos y beneficiosos para ambas partes.
La desigualdad, la inseguridad y el empobrecimiento, causados sobre todo por el abuso de poder, se han convertido en el mayor desafío que debe afrontar la población mundial, así como en la mayor amenaza de una humanidad que busca vivir con dignidad y en buena convivencia.
Contamos con excelentes medios científicos y tecnológicos, disponemos de suficientes recursos naturales y minerales para superar el hambre y otros males de la humanidad y potenciar un desarrollo sostenible, con una buena calidad de vida para toda la población del planeta.
Lo que necesitamos es pasar de una cultura capitalista, injusta en su raíz, que reparte limosnas y dependencia, a una cultura de colaboración justa, liderada por profesionales íntegros, que nos lleve a alcanzar el desarrollo justo, sostenible y ecológico de todos los pueblos.
Lázaro Bustince
[CIDAF-UCM]