Orden, orden: Un lío parlamentario en Sudáfrica

2/12/2014 | Opinión

Los acontecimientos que se produjeron en el Parlamento de la república de Sudáfrica la semana pasada han generado un gran debate en todo el país y con gran razón.

La policía ya había entrado en la Cámara en 1966, cuando el entonces primer ministro, en la época del apartheid, Hendrik Verwoerd, fue asesinado en la misma Cámara por un mensajero en la denominada Vieja Asamblea.

Nadie murió la semana pasada, aunque hubo graves lesiones, pero las escenas que ahora dominan la esfera pública cuentan una historia escalofriante: las imágenes de la policía antidisturbios zarandeando a los diputados son más graves que meros cortes y magulladuras. Algo muy importante murió ese día: la legitimidad del Parlamento como institución. Y la culpa de esto, recae sobre todos los partidos, no sólo en el ANC.

Aunque el ANC deba soportar la mayor parte de responsabilidad. En su deseo de proteger a Jacob Zuma del control parlamentario, ha renunciado a respetar la función de control y de supervisión del Parlamento. Esto se evidencia en sus esfuerzos para promover a Baleka Mbete como portavoz de la Cámara.

Desde que ocupo ese escaño, Mbete ha escalado puestos en las filas del ANC: desempeña el cargo de presidenta del ANC, así como de miembro en el comité político parlamentario que ya presidió en el pasado. Se ha creado así un conflicto de intereses. Ella no puede ser escrupulosamente Independiente, como debe ser el portavoz, mientras que ocupa cargos políticos, como es su caso. Su fracaso en desempeñar el ejercicio de sus funciones políticas e intereses no es necesariamente una acusación sobre ella: a cualquier persona le resultaría muy difícil hacerlo, sobre todo teniendo la dificultad añadida cuando se trata de una representación proporcional.

Pero, Mbete ha mostrado un especial desprecio por la práctica parlamentaria cuando se ha interpuesto en su cargo político. Por supuesto, la indiferencia de Mbete por la Constitución y el espíritu democrático es un síntoma de una patología más profunda del ANC, que se ha enconado bajo el gobierno de Zuma.

El partido Combatientes de la Libertad Económica (EFF) también merece parte de la culpa. Ha buscado deliberadamente causar estragos en la Cámara de manera egoísta e interesada. El desprecio generalizado de las normas, la posición obstruccionista y obstinada adoptada por muchos de sus diputados, y un gran desprecio por el protocolo parlamentario, han contribuido a la atmósfera de caos que ahora reina en la Cámara.

Y no es de extrañar por qué: lo ha hecho para capturar la imaginación del público, hábilmente asistido por muchos medios de comunicación que presentan al EFF como la segunda venida. Si bien es comprensible que el EFF debe ser elogiado por mover y presentar toda clase de temas en la Cámara, la facilidad con que la gente está dispuesta a pasar por alto su contribución a socavar los fundamentos del Parlamento es imperdonable. El EFF podría estar dando más visibilidad al Parlamento, pero la pregunta sigue siendo ¿a qué precio va a hacerlo? Cada vez que un insulto es lanzado, una orden ignorada y un debate es obstruido, la capacidad del Parlamento para hacer su trabajo, y su integridad, pierden valor.

La Alianza Democrática (DA) se encuentra en una posición ligeramente más peculiar. Por un lado, se ha puesto de parte de la ANC en el silenciamiento del EFF cuando empezó a robarle el centro de atención. Por otra, ha trabajado activamente con el EFF, como la semana pasada, incluso defendiéndolo, contra el partido en el poder. No está claro si lo ha hecho por principios o por su propio interés.

Lo que se necesita de la oposición oficial es una declaración clara y sin ambivalencias de cómo valora la conducta del ANC y del EFF. No debe trabajar de forma oportunista, ya sea favoreciendo o perjudicando a cualquiera de los dos.
Esta actitud podría hacer que éstos realizaran una asociación específica en su contra, además de ser una estrategia peligrosa ya que al posicionarse en acciones puntuales de los dos en favor de uno u otro le haría perder credibilidad.

LA DA necesita el Parlamento a fin de permanecer en el espacio público, como el EFF ha demostrado que puede hacerlo. Sería absurdo tratar de ayudar, sea al EFF o al ANC en sus intentos de superar al uno o al otro. Porque si lo hace, entonces también será cómplice de la muerte de la institución.

Sea cual sea su afiliación política, y con independencia de sus creencias en cuanto a la manera de repartir la culpa, hay un tema más grave para todos los partidos que debe ser abordado. La integridad de nuestro Parlamento, como el lugar de la supervisión, la rendición de cuentas y el debate, está en juego. Nuestros políticos parecen ciegos ante el hecho de que esta plaga, que pudre la Cámara de los diputados, de los últimos bancos a los primeros, es una amenaza para ellos y también para nosotros. En lugar de dejarnos intimidar por su despreciable manera de actuar en la Cámara, debemos recordarles con fuerza que nos deben su servicio y no su teatro barato.

Kameel Premhid

Thought Leader

[Traducido por Jesús Esteibarlanda]

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster