Omán se suma a la ola de países del Golfo Pérsico que buscan llegar a África con niveles sin precedentes de inversión estratégica y acuerdos bilaterales.
Hasta hace poco, África había quedado relegada a un segundo plano en la lista de prioridades de inversores y diplomáticos omaníes, pero al igual que Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Arabia Saudita y Turquía, el país está incrementando masivamente la inversión en África, tanto por motivos de lucro como de influencia estratégica. El petróleo es su gran tesoro.
Omán ha expresado que desea sumarse a la lucha por un África más segura y estable, destacando la importancia de la paz, la seguridad y el desarrollo en el continente, aunque sufran las libertades de sus habitantes. Además, ha declarado su apoyo a la labor del rey Mohammed VI de Marruecos en la promoción de la paz, la seguridad y la estabilidad en África.
La trata, la explotación sexual y el trabajo doméstico forzado ocurren tanto en Omán como más allá de sus fronteras. Los casos de matrimonios forzados son frecuentes, indicando que en el ámbito de derechos humanos y de democracia con la integración de las mujeres en la vida social, tienen un largo camino por recorrer.
Omán es una monarquía hereditaria, y el poder está concentrado en manos del sultán. El régimen restringe prácticamente todos los derechos políticos y las libertades civiles, e impone sanciones penales por la crítica y la disidencia.
Tales formas de gobierno autoritario, monárquico y dictatorial, aunque ofrezcan una cierta seguridad, es impuesta por los poderes militares, y por tanto superficial y nunca llegará a una participación activa y democrática en promover un desarrollo integral y una convivencia en armonía.
Los recursos humanos y naturales, el petróleo, los minerales y todos los bienes de cada país, pueden y deben ser una fuente de progreso auténtico par al el bien común, pero pueden también convertirse, por el abuso de poder y de gestión, en una ocasión de corrupción, acaparamiento injusto en manos de unos pocos, y causa de guerras civiles y golpes de estado, que empobrecen a la sociedad y dividen a los países.
La clave no reside en la abundancia de recursos ni en la aparente paz por la falta de libertades, sino en la calidad y ética de la gestión y de la gobernanza.
Lázaro Bustince
CIDAF-UCM

