Nuevo liderazgo en Tigray en medio de profundas divisiones y una paz frágil, por Nicholas Mwangi

8/05/2025 | Crónicas y reportajes

Casi dos años después de que el Acuerdo de Pretoria pusiera fin formalmente a la devastadora guerra en la región etíope de Tigray, las tensiones no han desaparecido y están surgiendo otras nuevas, esta vez dentro de las mismas estructuras políticas destinadas a guiar la recuperación y la reconciliación. Las divisiones internas dentro del Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF) han llegado a un punto crítico que culminó con la destitución del presidente interino de Tigray, Getachew Reda.

El primer ministro Abiy Ahmed reemplazó a Getachew por el teniente general Tadesse Worede, ex comandante de las Fuerzas de Defensa de Tigray (TDF). Getachew, quien dirigió la Administración Regional Provisional de Tigray (TIRA) tras el acuerdo de paz, fue reasignado como Asesor para Asuntos de África Oriental con rango de ministro.

El nombramiento fue definido como un intento de mantener la estabilidad regional ante el temor a un nuevo conflicto. Sin embargo, el cambio revela una falta de unidad en el TPLF tras Getachew, derivada de una arraigada lucha de poder que ha afectado al TPLF desde que se silenciaron las armas a finales de 2022.

«Las divisiones internas han formado parte de la historia del TPLF desde hace mucho tiempo; lo que estamos viendo ahora es solo el último capítulo de un patrón familiar«, declaró Temesgen Kahsay, profesor adjunto de la Escuela Noruega de Liderazgo y Teología, a Peoples Dispatch. Temesgen, quien previamente analizó las consecuencias de la caída del partido a principios de la década de 2000, exploró dinámicas similares en un artículo de Geeska Africa.

Poco después de la firma del Acuerdo de Pretoria, los líderes del TPLF comenzaron a enfrentarse sobre quién debía tomar y consolidar el poder. Desafortunadamente, esta lucha interna por el poder ha desviado la atención de los verdaderos problemas sobre el terreno: desplazamientos masivos, justicia y rendición de cuentas, colapso económico y una población en apuros.

Las secuelas de  guerra y una paz fracturada

El TPLF fue la fuerza política dominante en la coalición gobernante de Etiopía durante casi tres décadas, pero fue expulsado del poder federal en 2018 en medio de protestas masivas y reducido a un partido regional, en poder únicamente en el estado fronterizo más septentrional de Tigray.

El 3 de noviembre de 2020, el TPLF inició la Guerra de Tigray con un ataque contra la base militar más grande de Etiopía, donde, según informes, murieron miles de soldados y saquearon su arsenal, que contenía el 70 % del armamento de las Fuerzas de Defensa Nacional de Etiopía (ENDF).

Se informó de la pérdida de alrededor de 600.000 vidas en el norte de Etiopía como consecuencia de la guerra, que concluyó con la firma del Acuerdo de Pretoria solo después de que las fuerzas del TPLF fueran repelidas y cercadas en Mekelle. El acuerdo de paz «evitó un promedio de 1.000 muertes diarias«, declaró al Financial Times en enero de 2023 Olusegun Obasanjo, enviado de la Unión Africana (UA) al Cuerno de África, quien dirigió las negociaciones de paz.

Sin embargo, la implementación del acuerdo de paz ha tropezado con obstáculos, y la violencia ha continuado en algunas zonas de la región, erosionando la confianza en la capacidad del acuerdo para lograr justicia o reconciliación.

Mientras tanto, la recuperación de Tigray ha sido dolorosamente lenta. La infraestructura permanece en ruinas, la agricultura interrumpida y los servicios sociales prácticamente inoperantes. El desplazamiento es generalizado y la economía apenas respira. El descontento latente ha exacerbado las existentes tensiones políticas dentro del TPLF, ya dividido por las consecuencias de la guerra.

 Políticas de poder y la erosión de confianza

La larga  alimentada rivalidad latente entre Getachew y Debretsion Gebremichael, quien fuera durante mucho tiempo presidente del TPLF, ha salido a la luz, a medida que la última reorganización del liderazgo agrava una situación ya de por sí volátil. La disputa interna por el poder dentro del TPLF gira tanto en torno al poder político y la legitimidad como al liderazgo en una región que aún lucha por recuperarse de la guerra.

Debretsion, considerado una figura representativa del liderazgo de preguerra, mantiene una influencia considerable entre la vieja guardia, mientras que Getachew, una figura más joven que lideró las negociaciones durante las conversaciones de paz, se ganó el favor como  un líder pragmático dispuesto a dialogar con el gobierno federal. Sin embargo, su postura siempre vista como de compromiso con el gobierno federal, privando al TPLF del poder absoluto y de control de Adís Abeba.

Por lo tanto, la propia noción de compromiso  se ha convertido en un punto de discordia.

Existe una profunda desconfianza entre el TPLF y el gobierno federal”, explica Temesgen. Lo que presenciamos ahora es menos un proceso genuino de cooperación y más un ‘matrimonio de conveniencia’. Algunos de los mismos actores regionales que se alinearon durante la guerra han cambiado de bando. No hay ningún esfuerzo real para abordar las profundas causas del conflicto.

Esta desconfianza se ve agravada por rumores y acusaciones. El gobierno federal ha acusado repetidamente a facciones dentro del TPLF de seguir colaborando con actores eritreos, acusaciones que alimentan  miedo y  sospecha entre la población.

La situación no es simplemente una cuestión de rivalidad personal entre Debretsion y Getachew refleja una crisis más amplia dentro del TPLF sobre cómo avanzar en la Etiopía de posguerra. Tensiones  siguen siendo altas y el temor a otra guerra civil pesa en el ambiente.

Personas abandonadas

Mientras los líderes políticos de Adís Abeba y Mekele se disputan el control, la población de Tigray sigue sufriendo las consecuencias. Los campos de desplazados siguen totalmente ocupados.

Alimentos y medicamentos siguen siendo escasos. Los precios se han disparado y los servicios básicos siguen sin estar disponibles. El costo humano está empeorando, pero rara vez ocupa un lugar central en los discursos regionales y nacionales.

La gente está cansada”, dice Temesgen. “Está cansada de miedo, de  incertidumbre, de la amenaza de un nuevo conflicto. La sombra de la guerra nunca se ha ido realmente. Lo peor es que la gente se siente ignorada. Su sufrimiento ha sido relegado a un segundo plano por la política de poder”.

La tragedia es que la crisis humanitaria ha sido eclipsada por cálculos políticos. Mientras los actores maniobran para ganar influencia, las víctimas de guerra; los civiles, los agricultores, los niños y los jóvenes y los desplazados siguen marginados.

Un llamamiento al diálogo

Temesgen, al igual que muchos observadores, duda de una salida, aunque el diálogo sigue siendo la única vía.

Para que se produzca algún avance, todas las partes deben volver a centrarse en la población. Esto significa fomentar un interés genuino en el diálogo y abordar las causas profundas del conflicto de forma pacífica”, afirma. “Pero ahora mismo, hay demasiada desconfianza, demasiadas traiciones y demasiadas alianzas cambiantes”.

Además, el panorama mediático de Etiopía solo ha empeorado la situación. “Está muy polarizado. Hay muy pocas voces independientes que puedan ofrecer información precisa y equilibrada. Esto dificulta saber qué está sucediendo realmente, no solo en Tigray, sino en todo el país”.

En el corazón de la crisis reside una tensión más profunda; el futuro de Tigray sigue siendo incierto, ya que su liderazgo político sigue fracturado y dividido. La sanación se ve obstaculizada por la ausencia de justicia, y la paz sigue siendo frágil sin una base de confianza.

Por ahora, el pueblo de Tigray sigue esperando respuestas, rendición de cuentas y alivio. Mientras  luchas de poder se desarrollan a puerta cerrada, las calles de Mekelle y los campos rurales de Tigray siguen atormentados por el legado inacabado de la guerra.

Nicholas Mwangi

Fuente: Peoples Dispatch

[Traducción, Jesús Esteibarlanda]

[CIDAF-UCM]

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