No subestime el poder de la economía informal de África en la economía mundial

1/02/2016 | Crónicas y reportajes

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La economía informal en África es un gran negocio. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que su tamaño medio como porcentaje del producto interior bruto del África subsahariana es el 41%. Este porcentaje varía desde menos de un 30% en Sudáfrica hasta un 60% en Nigeria, Tanzania y Zimbabue. Además, la economía informal genera una gran cantidad de puestos de trabajo, ya que representa alrededor de tres cuartas partes del empleo no agrícola y cerca de un 72% del empleo total en el África subsahariana. Concretamente, cerca del 93% de los puestos de trabajo creados en África durante la década de 1990 pertenecían a la economía informal.

La OIT define la economía informal como «todas las actividades económicas realizadas por trabajadores o unidades económicas que, en la ley o en la práctica, no están cubiertas, o lo suficientemente cubiertas, por acuerdos formales».

Hoy en día, la economía informal parece seguir siendo tan importante para África y para su futuro desarrollo como siempre lo ha sido. Aún así, no agrada a los gobiernos ni a ciertas organizaciones internacionales como el Banco Mundial y la OIT, por lo que la política internacional ha pasado del apoyo a la oposición. Esta oposición a la economía informal ha adquirido una forma violenta en algunas ocasiones, como en la infame Operación Murambatsvina («sacar la basura») realizada en 2005 en Zimbabue. En el mejor de los casos, el antagonismo está orientado a arrastrar la economía informal hacia la economía formal.

Las razones de la oposición son varias, principalmente que las empresas informales no pagan impuestos y que existen numerosos informes sobre la presencia de trabajo infantil, salarios reducidos (sobre todo el de las mujeres), baja seguridad laboral y alta incidencia de VIH. Sin embargo, como señala la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Sida), muchos gobiernos no son conscientes de la contribución que supone la economía informal ni de la elevada participación de las mujeres.

La Sida también sugiere que la economía informal está en expansión y no va a desaparecer, y un informe del Banco Mundial indica que existe una tendencia a que las personas con un nivel educativo más alto escojan formar parte de la economía informal como su trayectoria profesional.

Una visión del futuro

El economista político Fantu Cheru afirma que «si observamos con detalle la economía informal de África, obtendremos una visión de lo que se podría conseguir si las políticas económicas y financieras de África estuviesen más acorde con las realidades diarias del continente». En su opinión, la economía informal está basada en la comunidad y representa «entidades sociopolíticas que tienen sus propias normas, sus propias formas de organización y sus propias jerarquías internas, y que constituyen un nodo de desafío y resistencia contra la dominación del estado».

La cuestión es que es posible que las prácticas que tengan una alianza más estrecha con las comunidades colectivistas sean mucho más apropiadas que los métodos de gestión «modernos», ya que estos métodos están basados en principios occidentales y en políticas económicas neoliberales que han sido consideradas en gran parte como inapropiadas para las comunidades africanas.

A pesar de todo, la economía informal está casi completamente marginada, ya que apenas tiene voz y los legisladores de los gobiernos y de las organizaciones internacionales casi nunca la escuchan. Cuando se formulan las políticas, éstas afectan a un gran porcentaje de empresas, de emprendedores, de empleados y de comunidades, y, aún así, es poco probable que alguno de ellos haya sido consultado.

Entre los asuntos a los que se les podría dar más importancia a la hora de formular políticas se encuentran el acceso al capital y la provisión de formación pertinente. Es más importante lo que la economía formal puede aprender de la economía informal como un modelo de desarrollo económico.

Prácticas autóctonas en un mundo globalizado

Si las comunidades que dependen de la economía informal son, en efecto, las depositarias de las prácticas autóctonas de gestión, laborales y empresariales, apenas cabe preguntarse por qué los legisladores no las escuchan.

La palabra «autóctona» se refiere a las prácticas, a los conocimientos y a los valores que proceden de las circunstancias de la realidad local y de la comunidad, que suelen contrastar con las respectivas prácticas, conocimientos y valores mundiales que producen las universidades y las empresas internacionales.

El discurso dominante es que las prácticas autóctonas están desfasadas y son arcaicas e incompatibles con la modernidad. Sin embargo, pensar que las prácticas de la economía informal y las prácticas autóctonas están congeladas en el tiempo es un error. Incluso al presentar de forma elocuente conceptos como «ubuntu» en los círculos de consultoría de gestión se proyecta una imagen glorificada de cómo el conocimiento autóctono es fijo y atemporal.

Como ha indicado Cheru, puede que la economía informal represente la resistencia y sea una alternativa a la perspectiva mundial dominante. No obstante, la economía informal existe en el mundo globalizado; aunque se adapte constantemente y a veces se resista, nunca está separada de la globalización. En vez de evitar la tecnología moderna, las comunicaciones, internet y las redes sociales, África las ha adoptado gracias a la mejora de la telecomunicación móvil, al acceso a smartphones baratos y a la creación de iniciativas (polémicas) como la de Facebook, Free Basics by Facebook (antes Internet.org), que proporciona a los países en desarrollo un mayor acceso a internet de forma gratuita.

Así, en junio de 2014 Facebook comunicó que «hay 100 millones de personas en África que usan Facebook todos los meses y más del 80% acceden desde el móvil». En estos datos está incluida la mayor parte de las personas que viven en la economía informal.

Estos avances están proporcionando nuevas herramientas para comercializar productos, para negociar y para trabajar, e incluso puede que estén cambiando las condiciones de empleo. Las identidades también están cambiando, puesto que las prácticas y las organizaciones siguen arraigadas en los contextos y comunidades locales. Además, las redes sociales tienen el potencial de modificar la situación, ya que les permiten tener una voz más fuerte y posiblemente también una representación mejor.

Quizás los líderes políticos tengan que empezar a escuchar a los emprendedores, directores y trabajadores de la economía informal para poder formular políticas más inclusivas que tengan una mayor relevancia para el desarrollo de África.

Terence Jackson, profesor de Gestión Intercultural, Middlesex University

Quartz Africa

Traducido por Nerea Freire Álvarez

(Fundación Sur)

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