Mucho más que jirafitas de wax, por José Naranjo

21/06/2017 | Bitácora africana

Un grupo de mujeres con discapacidad del sur de Senegal gana autonomía con un proyecto de innovación en productos artesanos

En las calles de arena de Gadapará se entretejen muchos sueños que nacen en la adolescencia. Mientras ellos conjugan con insistencia el verbo emigrar, ellas aspiran a tener un trabajo que les permita escapar de un futuro que perciben ya escrito. Hace cinco años, Talla Kandé transitaba por estas calles sin mucha ilusión, arrastrando una pierna que, eso pensaba, la amarraba a una vida de conmiseración. Hoy, sin embargo, se levanta cada mañana y se pone delante de su máquina de coser con la que engendra pequeñas preciosidades en forma de bolsos, llaveros, muñecas, jirafitas y monederos con los que, ahora sí, se siente útil y reconocida. “Puedo ayudar a mis padres en casa, que no es poca cosa”, asegura.

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Poliomielitis, un accidente, una infección o una malformación congénita. En esta iluminada habitación del centro de personas con diversidad funcional de Kolda, en el sur de Senegal, hay muchas razones que justificarían una suerte de laxitud, un dejarse llevar, pero lo que se nota es mucha energía. Aisatou Doumbia, a quien le falta un brazo, es la presidenta del grupo de interés económico Deggo, integrado por cinco mujeres y un hombre. “Cada uno de nosotros tiene algún tipo de discapacidad. Nos organizamos en 2013, pero veníamos aquí y no hacíamos nada, sólo charlar y ver pasar el tiempo”, explica. Hasta que un día la vida de Doumbia se cruzó con la de los diseñadores valencianos Jordi Alberola e Inma Bailén, que aterrizaban en Kolda tras terminar sus estudios y con dos experiencias de voluntariado en Ecuador y Malí.

De aquel encuentro fecundo, auspiciado por la ONG catalana Xarxa de Consum Solidari y financiado por la Asociación Gumersindo Rodríguez, vio la luz en 2015 la ONG Design for Development (Dexde). La filosofía de sus creadores es utilizar el diseño como una herramienta de cambio, un instrumento útil para artesanos en situación desfavorecida, en este caso mujeres y algún hombre con diversidad funcional que aspiran a la independencia económica. Gracias a su laborioso trabajo y a las mejoras en diseño, la formación y la creación de redes de distribución y venta que aporta Dexde, Aisatou y sus compañeros han conseguido tener unos ingresos. “Vendemos los productos aquí mismo o en el hotel Hobbe, pero también en Ziguinchor o incluso en España por pedido”, explica la presidenta de Deggo.

Adama Diao tiene 26 años y es una enamorada de la costura desde que era una niña. Quizás por eso se maneja con soltura entre hilos y carretes. Por su parte, Suadu Diallo, de 19, aprende rápido. Al ser sorda tuvo siempre problemas de integración, pero frente a una máquina de coser no se nota la diferencia. Con Badou Mballo, el único varón de la asociación, también se tienen que comunicar con signos. Antes pasaba las horas en el pueblo con la única tarea de ir a recoger madera o cuidar el ganado; ahora también contribuye a producir estas pequeñas piezas, muchas de ellas elaboradas con telas africanas como el wax. “A mí sobre todo me gustan los collares y las muñecas”, tercia Aminata Sylla, de 23 años.

El primer proyecto de Dexde surgió en Kolda y se extendió luego a Oussouye y Mlomp, localidades de Casamance. Esta zona natural del sur de Senegal, formada por las regiones administrativas de Ziguinchor, Sedhiou y Kolda, vive un conflicto desde el año 1982 cuando un grupo independentista se alzó en armas. Aunque en los últimos años se han producido notables avances hacia una paz duradera, sobre todo tras el alto el fuego unilateral por parte del principal movimiento rebelde, lo cierto es que la inseguridad y la inestabilidad han contribuido a ahondar la brecha de subdesarrollo entre la fértil Casamance y el resto del país. Kolda, por ejemplo, es una de las regiones más pobres de Senegal, tiene una tasa de analfabetismo del 71% y de malnutrición crónica del 30%. La agricultura es la base de la economía, pero las mujeres sólo reciben un beneficio muy limitado de esta actividad, pues tienen un acceso muy escaso a la tierra y a los recursos productivos.

Y como los grandes árboles de Casamance es aquí donde esta iniciativa sigue echando raíces. Una de las claves es que los más de 40 artesanos que se benefician del proyecto aplican su experiencia en costura o cestería, pero aprenden a elaborar productos nuevos. “Por ejemplo en Oussouye llevaban 20 años haciendo el mismo tipo de cesta. Ahora, gracias a nuestro proyecto y a partir del mismo material, han aprendido a hacer salvamanteles o lámparas que ni imaginaban que podían hacer. O se atreven a mezclar telas o a tintar la hoja de palma”, explica Jordi Alberola. En Kolda, donde llevan más tiempo, los miembros de Deggo producen una enorme variedad de productos, desde muñecas hasta elefantes de juguete, pajaritas o pequeñas carteras.

Sin embargo, está bien elaborar productos diferentes y atractivos con materiales propios, pero luego hay que venderlos. En la actualidad existen puntos de venta en las tres localidades de Casamance donde se encuentran los artesanos, pero se prevé que los habrá también en centros urbanos mayores, como Ziguinchor o Dakar. Asimismo, funciona muy bien la venta en España, que es bajo pedido. “Estamos moviendo estos productos en mercadillos y la verdad es que estamos contentos. Sobre todo bolsos, delantales, los animalitos para los niños y las pajaritas le gustan mucho a la gente”, añade Inma Bailén.

Formados también en los aspectos relacionados con la distribución. “Por ejemplo, aprenden a responder a una demanda vía correo electrónico, a prepararlo en una caja y a enviarlo por correos ordinario”, explica esta diseñadora valenciana. Mientras Deggo en Kolda se ha especializado en productos a base de wax (un tipo de tela africana), pero también bisutería, complementos de ropa y objetos decorativos y de papelería, el grupo de Oussouye, denominado Kalamissoo, está más centrado en la cestería con hoja de palma, propia de la región, y, finalmente, los artesanos de Mlomp, Kanot-wa, acumulan más experiencia en telares artesanales Los miembros de Dexde, que también cuenta con la periodista Pilar Alberola como responsable de comunicación, destacan sobre todo el cambio que se ha producido en estas personas con discapacidad, especialmente en Kolda que es donde llevan más tiempo. “Se nota sobre todo en su autonomía financiera. Ahora se alimentan mejor, pueden acudir al médico si lo necesitan y dos de ellas han tenido hijos en el hospital, sus necesidades básicas están cubiertas. Además si hay una fiesta tienen dinero extra para comprarse algo de ropa”, explica Bailén, para quien el mayor impacto es psicológico. “Las mujeres están empoderadas, se han dado cuenta de que siendo discapacitadas pueden hacer cosas y ser autónomas. Ya no dependen de una figura masculina”.

Los proyectos de Dexde, que continúan gracias a la financiación de la Comunidad Valenciana y al respaldo de la ONG Aida Ayuda Intercambio y Desarrollo, también persiguen la implicación de diseñadores interesados en el mundo de la cooperación, que pueden o bien donar sus diseños o bien participar en las formaciones en Senegal. Recientemente, la estudiante Sara Sánchez desarrolló su proyecto final de grado de Ingeniería Técnica y Diseño Industrial en Oussouye tratando de adaptar las máquinas de coser a personas con deficiencia motora. Asimismo, la diseñadora de moda donostiarra Nerea Lurgaín estuvo una semana en Kolda impartiendo varios talleres y el estudiante Miguel Roldán ganó un concurso de diseño y pudo pasar varias semanas en Senegal poniendo en práctica su idea con los artesanos locales.

Original en : Blogs de El País – África no es un país

Autor

  • José Naranjo Noble nació en Telde (Gran Canaria) el 23 de noviembre de 1971. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid en 1994, ha seguido profesionalmente el fenómeno de la inmigración africana hacia Canarias, tanto desde la óptica de las Islas como desde los países de origen y tránsito de los irregulares. Así, para elaborar sus reportajes, publicados en diversos medios de comunicación, ha viajado por el sur de Marruecos, el Sahara, Argelia, Malí, Senegal, Gambia, Cabo Verde y Mauritania, donde ha recogido los testimonios de centenares de personas. Por este trabajo le fueron concedidos los premios Antonio Mompeón Motos de Periodismo 2006 y el Premio Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española 2007, en este caso junto al también periodista Nicolás Castellano.

    Buena parte de su trabajo está recogido en los libros Cayucos (Editorial Debate, 2006), con el que fue finalista del Premio Debate, y en Los invisibles de Kolda (Editorial Península, 2009). Además, es coautor de los libros Inmigración en Canarias. Procesos y estrategias (Fundación Pedro García Cabrera, 2008) y Las migraciones en el mundo. Desafíos y esperanzas (Icaria, 2009).

    Es redacror de la revista digital de información sobre África Guinguinbali donde tiene su blog Los Invisibles , que reproduciremos en Bitácora Africana

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