Metáforas absurdas: los beneficios de una democracia de pacotilla en Nigeria

27/02/2012 | Opinión

Tengo tres historias sobre nuestra democracia.

Sabes que se trata de una democracia de pacotilla cuando el gobernador del Banco Central de Nigeria puede donar casualmente cualquier suma de dinero a cualquier persona. Y eso es lo que hizo Lamido Sanusi Lamido: donar 100 millones de nairas para la gente de Kano (su ciudad natal). Obviamente se preocupa por su gente, los cuales deberían haberle advertido que podría ser malinterpretado. Pero siguió adelante y se ha convertido en alguien mucho más estúpido y peligroso que los políticos a los que desprecia.

Ahora pide al Banco Central de Nigeria, el que fue una vez el mismísimo símbolo de respeto institucional del país, que limpie lo que él ha ensuciado y convenza a toda Nigeria de que no es ningún fanático étnico o religioso. Pero, en una de las “explicaciones” más surrealistas que alguna vez he escuchado de un funcionario público, el profesor Sam Olofin –miembro de la junta del Banco Central– declaró que el “plan” era visitar tanto Madala como Kano para hacer donaciones a las víctimas de los ataques con bombas.

Pero atención a esto: como el párroco de la iglesia católica de Santa Teresa, en Madala, no se encontraba disponible para la visita, el gobernador Sanusi llevó a su delegación a Kano para ver al emir y hacer la respectiva donación.

No sé si a Olofin le regalaron la cátedra en una tómbola, ya que no parece ser alguien con unas ideas muy brillantes. Cuando se le pidió que justificara la donación de Sanusi, dentro del marco de la ley del Banco Central de Nigeria, dijo: «la ley, por lo que respecta a las funciones de administración, establece que el gobernador o, en su ausencia, el vicegobernador elegido por él mismo es la persona que se hará cargo de la dirección diaria del banco y será el responsable ante la junta por sus actos y decisiones».

¿Cómo se estipula que el gobernador del Banco de Nigeria gaste los excedentes en donaciones? Aunque daba la casualidad de que el sacerdote de la iglesia de Santa Teresa no estaba disponible, esto no significa que esté muerto; le podían haber entregado el cheque a la parroquia o al obispo. En cualquier evento en el que haya de por medio una visita, que tenga que ver con una donación, ¿por qué no se anuncia lo de las donaciones al mismo tiempo y así se evita dar la impresión de que hay algo desagradable de por medio? ¿Es esta la calidad de la inteligencia con la que el Banco de Nigeria ejecuta la administración fiscal y monetaria?

La conducta de Sanusi confirma que las reglas, con las que se juegan en los niveles más altos en este país, no son reglas en absoluto. Es una jungla donde nos creamos nuestras propias reglas.

Con respecto a lo de la jungla, sabes que se trata de una democracia de pacotilla cuando el presidente de la comisión electoral (en este caso, la Comisión Nacional Electoral “Independiente”), el profesor Attahiru Jega, anuncia incumplimientos muy serios de la ley electoral, pero no hace nada para que se cumpla dicha ley.

Hace casi un año, el 2 de marzo de 2011, el profesor Jega alardeaba en la Cumbre Nacional de Elecciones Limpias y Justas, organizada por Vintage Press, que su registro electoral dolorosamente caro había sido infringido por algunos de los más altos políticos nigerianos.

«He de decirles que hemos atrapado a destacadas personas inscritas dos veces y a las que enjuiciaremos» declaró como si fuera un sheriff que vencería a la impunidad de aquellos hombres importantes de Nigeria que «estaban confiados en que saldrían airosos de lo que habían hecho».

Y entonces llegó su fanfarronada para que todos lo oyeran: «Por primera vez, estamos diciendo que si infringes la ley, nosotros tenemos la capacidad para detenerte y enjuiciarte».

Por supuesto que el profesor mentía. Sabía que esta ridiculez iba para el nigeriano de a pie que se había inscrito sólo una vez, cumpliendo con la ley, y que pretendía votar. Jega pronto abandonó la sala dejando así a los políticos, que se habían inscrito varias veces, para que votaran numerosas veces o para que se les votara o para que se les eligiera para altos cargos.

Es evidente que Jega estaba jugando: no existía en él ni el menor atisbo de indignación. Mejor aún, las elecciones transcurrieron tal y como se habían previsto y ninguno de los candidatos y ni de los partidos favoritos resultaron dañados por la manipulación o por la identificación del voto.

Mirando hacia atrás, las personas inscritas varias veces fueron infractores “tolerados”, y la experiencia sobre Nigeria nos dictamina que este tipo de bestias están por encima de la ley. Es la única explicación para entender por qué un año más tarde Jega no tiene ninguna prisa en «arrestar y enjuiciar» a nadie. Y no importa lo que haga ahora: «Justicia aplazada: justicia denegada», pero Jega no solo reniega del pasado, si no que envenena el futuro.

La tercera historia sobre esta maliciosa democracia es acerca de la Asamblea Nacional. Si eres actualmente un senador de la República Federal de Nigeria y se te está cayendo la baba por la entrega de tu nuevo Toyota Land Cruiser que cuesta 16 millones de nairas: qué vergüenza.

Si formabas parte del plan de esta compra, o sabías de su existencia, pero nunca dejaste constancia de tu objeción: qué vergüenza.

Senador, si lo descubriste en algún momento y no pensaste que era un escándalo: qué vergüenza. Si lo descubriste en algún momento y creíste que era vergonzoso, pero continuaste pensando en aceptar el tuyo: qué vergüenza.

Pues sí, el Toyota Land Cruiser es un bellísimo todoterreno de lujo. El modelo de 2011 rebosa casi por completo lujo y comodidad. Se diseñó para imponer su superioridad en malas carreteras y hacer que sus ocupantes desearan conducirlo.

Pero no es un coche a prueba de balas. A no ser que tus egoístas legisladores te lo hayan personalizado con la esperanza de protegerse de las balas de los ladrones armados, de los secuestradores y de las prácticas de los manifestantes, como la del hombre que atacó al presidente Olusegun Obasanjo el año pasado en el aeropuerto de Murtala Mohamed.

Tampoco es a prueba de desprecios. En un país en el que el ciudadano corriente está convencido de que casi todos los que ocupan una posición de poder están ahí para llevarse lo máximo que puedan de los tejemanejes del gobierno, un presupuesto de casi dos mil millones de nairas para estos coches es una prueba más.

De todos modos, incluso si estas robustas máquinas fueran a prueba de balas y de desprecios, no cuestan casi 75.000 euros cada una. Un coche básico cuesta de hecho unos 51.000 euros y los modelos de alta gama sobre unas 80.000 nairas. Sigue siendo un montón de dinero en un país en el que la pobreza devasta a la gran mayoría y en el que cada senador ha heredado sin justificación alguna una flota de coches comprados en los últimos doce años.

Es una gran cantidad de dinero en un país en el que 100 millones de personas viven en una pobreza absoluta y en el que nos lamentamos de la escasez de fondos y más fondos para el desarrollo, un país en el que los hospitales son tan malos que se busca atención médica en India, y en el que las escuelas son tan pobres que los niños suplican por una plaza en los colegios de Ghana.

La inversión insensible y pedante de estas ingentes cantidades de dinero en cosas innecesarias es otro recordatorio de que cada una de las ideas del gobierno se ha venido abajo y que sus objetivos nada tienen que ver con el servicio público, sino más bien con el servicio a cada uno de ellos. Este es el límite habitual de la hipocresía de nuestra élite política, unos políticos cuya misión es la mismísima avaricia y que desprecian a los pobres.

Fue el pasado octubre, durante la inauguración del Comité del Senado para las Comunicaciones, cuando el presidente del Senado, David Mark, criticó al poder ejecutivo por el colapso de la compañía de telecomunicaciones Nitel y la de correos Nipost, y añadió que «habían muerto y nadie dice nada sobre ello».

Mark, uno de los hipócritas más finos de Nigeria, dijo que «éste es el dinero de los impuestos que se va por la alcantarilla y nadie hace nada; entonces, cruzaremos las manos y la gente continuará hablando de tonterías».

Pues sí, es una democracia de pacotilla. A nadie le importa Nigeria. Un perro caza a otro perro, pero nadie se hace cargo.

Sonala Olumhense

Publicado en Nigerian Village Square, el 19 de febrero de 2012.

Traducido para Fundación Sur por Rocío Murillo.

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