Publicado por Nadia Valentín
De origen franco-senegalo-marfileño, Mame Diarra Niang es una artista pluridisciplinar autodidacta, residente en París, que ha convertido la fotografía en su medio de expresión estrella y Senegal (país de origen paterno que revisita constantemente) en fuente de inspiración y centro neurálgico de una investigación artística compleja, muy íntima y personal.
Como ella misma declara, occidentalizada en la forma y la visión, y afrocentrada en los temas, las fotografías de Mame Diarra son el reflejo de su mestizaje cultural y el resultado de un complejo proceso de búsqueda identitaria múltiple, cargado de dualidad y contrastes.
Fascinada por la fría belleza del cemento y la vida en la ciudad, Mame fotografía paisajes urbanos, anónimos, del extrarradio parisino, de Abidjan o de Dakar y su periferia, llamando la atención al espectador e invitándole a reflexionar sobre el individualista modelo de vida que imponen las construcciones de las grandes ciudades.
Sin poder evitar pensar en la obra de E. Hopper, las instantáneas de la fotógrafa, tremendamente cinematográficas y con cierto carácter pictórico en su tratamiento y composición, envuelven al espectador en una atmósfera desoladora y melancólica en la que los paisajes urbanos llaman la atención por la “ausencia” de vida y movimiento. Paisajes vacíos, apocalípticos, protagonizados por arquitecturas silenciosas que parecen querer decirnos algo, y personajes casi inertes, mudos y solitarios que nos recuerdan la condición de soledad del individuo en ciudades densamente pobladas.
En las composiciones de Mame, las líneas y formas geométricas juegan un papel fundamental estructurando un espacio urbano que crece caóticamente, sin ningún tipo de planificación. Diagonales y puntos de fuga que se pierden en un infinito incierto o que son interrumpidos bruscamente, dirigen la mirada de un confuso espectador en busca de una posible salida; líneas horizontales y paralelogramos se le imponen apabullándole, limitando su visión, pero a la vez sugiriéndole mirar más allá de la línea del horizonte.
Como ella misma reconoce, le hablan las formas geométricas, el vacío por el lleno, la ausencia por la presencia. El hecho de mostrar personajes solitarios o el hecho de incluso evitarlos, es totalmente deliberado y responde a la idea de que es precisamente su ausencia la que recuerda su presencia, la que nos hace reflexionar sobre su condición, casi desde una perspectiva metafísica.
Mame manipula la realidad intencionadamente con el fin de captar nuestra atención, ya que “si mostráramos la realidad en bruto no la aceptaríamos (…) nos pasaría desapercibida”. Para ello da a sus fotos un tratamiento pictórico: rompe los píxeles con el objetivo de perder el detalle, inunda el espacio de luz (a veces cegadora) y trabaja los contrastes sobre tonalidades grises y naranjas, generando atmósferas artificiales, por momentos fantasmales, en las que el tiempo presente aparece suspendido entre lo irreal y lo concreto.
a artista sublima la realidad, embellece su lado más horrible, “humanizando” paisajes que paradójicamente se presentan deshumanizados, embargando al espectador de una inexplicable sensación de abrumadora soledad.
Centramos nuestra atención en las series fotográficas de los últimos tres años: Western Africa, Thiaroye Obscure y Sahel Gris. En ellas muestra un Senegal en pleno proceso de transformación, alertándonos sobre el rápido crecimiento de las ciudades africanas, que sin ningún tipo de reflexión y planificación urbanística, imponen un estilo de vida que atenta gravemente contra un sistema de valores basado en la vida en comunidad y el respeto por la naturaleza; pero que, además, son el reflejo de una Mame en “reconstrucción” que desde la muerte de su padre ha sentido la necesidad de reapropiarse del territorio simbólicamente perdido.
Mientras Western Africa y Thiaroye Obscura representan para ella el Senegal que le dejó su padre, un país en ruinas del que no guardaba muy buenos recuerdos de infancia, (y que además son el reflejo del que era su estado de ánimo en esos momentos de duelo), Sahel Gris simboliza, sin embargo, un reencuentro con un Senegal en construcción que por fin le pertenece.
Esta última serie, que fue inaugurada en octubre de 2013 en el Instituto Francés de Dakar como parte integrante de una instalación artística creada por ella misma, constituye, según la artista, su serie más positiva.
Tomadas en una antigua pista del aeropuerto de Dakar, las fotografías nos muestran un paisaje desolador en construcción, que bien pudiera parecer un barrio en deconstrucción o abandonado por su aspecto.
El gris del cemento y del cielo contaminado, se mezcla con la característica tierra roja saheliana que se resiste a desaparecer. Paisajes semidesérticos llenos de luz y edificios vacíos que pronto se llenarán de gente, se muestran cargados de melancolía y nostalgia. Nostalgia por un modo de vida que empieza a pertenecer al pasado, en el que “la vida se compartía con el vecino de al lado y quedaba suficiente espacio para mirar al cielo”. Nostalgia por un tipo de vida en comunidad que, cuando era niña, no supo valorar (según ella relata) y ahora reconoce.
Espantada por la proliferación masiva de edificios de hormigón de baja calidad, que se erigen como pilas de nichos funerarios en barrios fantasmas que no prevén espacios públicos donde se pueda hacer vida social, Mame se cuestiona y nos invita a reflexionar sobre si es éste el modelo de desarrollo que conviene a África. “¿Por qué imitar un tipo de vida que conduce al individualismo y que en occidente ha fracasado? ¿Por qué el ser humano se impone límites físicos, cavando así (de una manera simbólica), poco a poco, su propia tumba?”
Los cimientos de los edificios, los apartamentos vacíos y las casetas de luz que aparecen en sus fotografías, representan para Mame tumbas y lápidas funerarias que auguran una muerte en vida de las familias potenciales que habitarán esos espacios y por consiguiente, de la sociedad. Separados por muros, techos y suelos, los vecinos tenderán a la incomunicación, viéndose obligados a cambiar su modo de vida, dejando de compartir, de ayudarse y relacionarse.
Sin embargo, una marcada línea del horizonte, a una altura media en cada una de sus imágenes (que unidas podrían formar una única panorámica) y una fuerte presencia de luz, atisban todavía un futuro que puede ser esperanzador. Todo dependerá de que al igual que ella, observando esta realidad inquietante que se reproduce y multiplica en tantos otros lugares a una velocidad incontrolable “nos hagamos las buenas preguntas: ¿No estaremos tomando la dirección equivocada? ¿Es éste el modelo a seguir? ¿No deconstruimos nuestra identidad y nuestro entorno, mientras construimos imitando otros modelos fracasados que nos son ajenos?, ¿Por qué no construir sociedades africanas modernas y urbanas, tomando las riendas de nuestro desarrollo desde dentro, volviendo la mirada a los buenos valores que nos son propios sin anquilosarnos en tradiciones que no nos dejan evolucionar?”
Para llamar realmente la atención del espectador y respondiendo a su necesidad de crear no sólo como fotógrafa sino como artista plástica, a Mame Diarra le gusta reforzar la potencia de sus fotografías integrándolas en instalaciones que construye para cada una de sus exposiciones, según el contexto y el proceso exploratorio del momento. “Una foto puede ser fría, distante, puedes pasar delante de ella sin verla, sin embargo, si le pones un ‘marco’, obligas al público a detenerse”.
Mame pasea por su instalación, creada para la exposición Sahel Gris, en el IF de Dakar. Octubre de 2013Así, en la inauguración de la serie Sahel Gris en el Instituto Francés de Dakar, la artista hacía penetrar al espectador en una instalación constituida a partir de elementos de construcción (cemento, arena, ladrillos) y estructuras geométricas formadas por luces de neón, dándole la oportunidad de sortearla, deconstruirla y transformarla a su paso, mientras era conducido en su recorrido por la dramática música Stabat Mater de Rossini hasta la última sala.
Un recorrido en el que los ladrillos de hormigón parecían querer brotar de entre dunas de arena y cemento (metafóricamente fosas mortuorias), que entremezclados, simbolizaban el pasado y el presente, el Senegal enterrado con su padre y un Senegal en construcción que teniendo en cuenta el pasado (la arena permanece en el hormigón) por fin le pertenece y aunque deteste, al mismo tiempo ama por formar parte de él.
Acababa la exposición en una sala en la que pisando pedazos de madera, el espectador se veía bruscamente interrumpido en su camino frente a una enorme fotografía que se imponía como un muro infranqueable, dándonos un último toque de atención. En ella, una enorme mole de hormigón alzada sobre un desierto de cascotes y arena rojiza, teñida completamente por el gris del cemento, anula por completo la posibilidad de divisar la línea del horizonte. ¿Es este el futuro que queremos? ¿Un futuro gris y artificial en un país lleno de luz y color? ¿Destruyendo nuestro entorno natural, sustituyéndolo por nichos de hormigón, no se conseguirá crear un mundo inhabitable, en el que cada vez nos sentiremos más solos?
Como Mame dice, con un deseo esperanzador, aprovechemos el hecho de “estar en construcción” para rectificar y elegir el futuro y el modelo de desarrollo que más convenga a nuestras sociedades.
* Artículo escrito a partir de la entrevista realizada a la artista en octubre de 2013,días después de la inauguración de la exposición Sahel Gris en el Instituto Francés de Dakar.
Original en : Wiriko