Multitud de niños mendigos de todos los pueblos del norte de Nigeria están inundando las ciudades de la región desde hace unos meses, después de que una mala cosecha haya hecho que los precios de la comida se disparen.
Según fuentes oficiales del estado de Kano, “Hemos observado un inquietante incremento del número de niños de la calle en la ciudad en estos últimos meses. Asusta”, asegura Bala Mohammad, director de una agencia encargada de mejorar los valores morales en el Estado de Kano.
Tradicionalmente los padres pobres de las zonas rurales envían a sus hijos a la ciudad para que aprendan el Corán con los profesores islámicos. Los niños se autoalimentan pidiendo por las calles y haciendo pequeños trabajos. “Algunos padres utilizan el Corán como escusa para mandar a sus niños a la ciudad pero su verdadera intención es liberarse de la carga de alimentarlos”, asegura Mohammad.
El problema es más grave está en Kano, porque la ciudad más grande del norte, pero todas las ciudades se han visto afectadas, según los trabajadores humanitarios. “Cualquiera que ande por cualquiera de las ciudades más grandes del norte puede observar cuántos niños están pidiendo en las calles. El número ha aumentado mucho en los últimos meses”, asegura Salihu Muhammad, de la ONG islámica Kaduna.
En Kano, hordas de niños sucios y harapientos desafían el calor abrasador y el polvo, para peinar las calles de la ciudad, en busca de comida y limosnas. Los jueves y viernes, cuando los oradores del Islam acuden a sus rezos semanales, los niños entonan cánticos religiosos mientras se pasean entre la gente con sus cuencos para pedir limosna en la mano.
El Islam desaconseja la dependencia, pero la mendicidad de los estudiantes del Corán es permitida, e incluso justificada por algunos eruditos del Corán, en el norte de Nigeria.
Los esfuerzos que están haciendo los gobernadores de los estados del norte y de la élite norteña, para impedir esta práctica, han resultado completamente ineficaces.
El norte de Nigeria, es una región donde la agricultura es ya difícil de por si por la desertificación. El año pasado, una estación lluviosa más corta de lo normal, que comenzó anormalmente tarde y una plaga de langosta, hizo que la cosecha fuera mala. La escasez hizo que los comerciantes de cereales de la región subieran los precios. Una bolsa de 50 Kg. de maíz se ha duplicado, el precio de una bolsa de mijo ha subido un 43 %, y la algarroba, otro alimento básico de la región, ha subido más de un 70 %, según los comerciantes.
Los niños de la calle, algunos de tan solo cuatro años, se apelotonan entre los coches pidiendo limosna a los automovilistas. Otros merodean en enjambres a las afueras de los restaurantes y algunos van pidiendo casa por casa.
“El otro día llamaron a mi puerta 70 niños para pedir comida. Envolvía en un trozo de papel una pequeña ayuda cada vez que un mendigo llamaba a mi puerta, a las 7 de la tarde había hecho 70 envoltorios con ayuda”, asegura un ama de casa, Amina Suleiman. Incluso antes de la última subida de precios, Suleiman tenía entre 10 y 20 visitas diarias de niños que iban a pedir a su casa.
Abba Baba, de cuatro años, viene del estado vecino de Jigawa, y fue abandonado en Kano hace tres meses, junto con su hermano de seis años de edad, Husseini, justo después de que hubiera sido circuncidado. “Vino a pedir limosna a mi casa y me di cuenta de que su pene estaba hinchado y del que salía líquido infecto. Le he estado curando y pagando sus cuidados médicos”, declara Aisha Balogun, otra ama de casa.
Auwala Danbala, un profesor islámico que dirige un seminario de 250 alumnos en la ciudad, ha notado un enorme aumento de casos en los que los padres abandonan a los niños en su seminario. “He recibido más alumnos en los últimos tres meses que en los pasados cinco años juntos”, asegura el profesor. “Los padres simplemente traen a sus hijos, y nunca vuelven a visitarlos ni les mandan comida ni dinero para su manutención, así que nos vemos obligados a mandarles a mendigar”, añade.
Los trabajadores sociales de Kano temen que estos niños caigan presa de hostilidades sociales como la pedofilia, adición a las drogas o asesinatos en forma de ritos. “Nuestra estrategia por ahora es la sensibilización, llamar la atención de los padres sobre los peligros de enviar a sus hijos a la ciudad a mendigar. El uso de la fuerza nunca funcionaría”, dice Muhammad.
Artículo aparecido en IOL el 18 de marzo de 2008.