Los náufragos de Lampedusa y África como primera responsable de la tragedia

25/06/2013 | Opinión

¿De dónde proviene la globalización? Según Nayan Chanda, proviene “de una necesidad humana fundamental: el deseo de una vida mejor y más satisfactoria, más enriquecedora, o la esperanza de ver cumplidas ambiciones personales”. Es decir, que lo que llamamos globalización no es sino un fenómeno histórico marcado como ningún otro por intensas oleadas migratorias que, a escala internacional, afectan tanto a áreas geográficas del interior como del exterior.

Algunos medios de comunicación internacionales han sacado a la luz recientemente el drama terrible de unos inmigrantes africanos que desaparecieron en el fondo del mar junto con su improvisada embarcación. De las 90 personas que viajaban en ella, sólo han sobrevivido 9. A pesar de las operaciones de búsqueda llevadas a cabo en la zona del accidente por barcos y helicópteros europeos, no se ha puesto en marcha ninguna iniciativa seria para auxiliar a esos náufragos víctimas de la miseria. No es la primera vez que se ve este tipo de dramas en las costas italianas, cuando no en las marroquíes o en el desierto de Libia. Lo que llama la atención es que esos dramas se produzcan con regularidad. ¿Por qué se siguen cebando esas tragedias con los africanos? ¿Cómo se podrían evitar? Todos los especialistas en migraciones han demostrado claramente, con estadísticas en la mano, que el África subsahariana es la “primera área de expansión demográfica para los adultos jóvenes en el mundo” y, por tanto, una de las áreas más sensibles a las nuevas presiones migratorias. Incluso dentro del propio continente africano, los conflictos armados, las guerras civiles, las catástrofes naturales y la hambruna obligan a las poblaciones que las sufren a emigrar de un país a otro. Las migraciones entre países africanos son, sin lugar a dudas, una realidad cotidiana que se suele obviar en favor de las migraciones internacionales.

Gracias a los inmensos recursos y riquezas naturales que posee el continente africano, se está produciendo en él un notable crecimiento económico, aunque paradójicamente también está creciendo mucho la pobreza de la población. La clase media africana sigue siendo inexistente. ¿De qué sirve alardear de unos inmensos recursos que el mundo entero ambiciona, si nuestros estados parecen incapaces de explotarlos en beneficio del bienestar material de la población? ¿Cómo explicar que el África subsahariana sea, como dice acertadamente y en términos provocadores Achille Mbembé, “el área con más tránsito del mundo”? En efecto, no se puede negar que la mayoría de los jóvenes africanos bien formados y condenados irremediablemente al paro en su país ven en la emigración la única alternativa a su porvenir. Por otra parte, hay que resaltar que los jóvenes africanos constituyen una proporción importante de esos náufragos que perecen en el mar en su huida de la miseria. Ante una Europa cada día más envejecida, muchos africanos creen lógicamente que allí se necesita más que nunca mano de obra. Pero al estar sumida en una crisis económica y financiera provocada por la crisis del capitalismo americano, Europa ha optado por replegarse sobre sí misma endureciendo su política migratoria. De este modo, con la globalización actual, Occidente aboga por la libre circulación de capitales, pero se muestra contrario a la libertad de movimiento de los seres humanos.

Esa es la cara reprobable, vergonzosa, de la globalización neoliberal que tanto ponderan los retrógrados de Wall Street, Fráncfort, París o Londres. Así es que, en este asunto, no hay que confundirse de discusión ni de lucha. En realidad, el aspecto trágico y recurrente de esos dramas derivados de la inmigración clandestina rumbo a “El Dorado de Occidente” señala como culpables de los mismos a los sistemas de gobierno político y económico de los estados africanos postcoloniales. Los africanos tienen que dejar de lloriquear: el desarrollo de un país requiere estrategias eficaces y duraderas, y no lemas que impidan ver la realidad. A lo largo de 50 años de independencia, el anti-occidentalismo primario y senil contribuyó a justificar en nuestro continente políticas basadas en una ausencia total de visión estratégica y en una irresponsabilidad moral fuera de lo común.

África puede seguir lloriqueando por los náufragos de Lampedusa, pero el resto del mundo ni la oirá ni mucho menos la esperará. La culpa de esa tragedia la tiene sobre todo África. ¡Que empiece a respetarse a sí misma antes de que el mundo pueda por fin aprender a reconocerla para después respetarla!

Por Abdoulaye Barro

Le Pays (Burkina), 21 de junio de 2013

Traducido por Javier de Agustín

Autor

Más artículos de webmaster