Se mueve, por fin, el frente religioso ruso en la guerra de Ucrania. Mientras su máximo líder, el Patriarca Kirill, cierra filas con Putin y proclama que “no debemos permitir que fuerzas externas oscuras y hostiles se rían de nosotros”, su clero rompe las filas. Más de 236 sacerdotes y diáconos de la Iglesia ortodoxa rusa acaban de firmar un escrito en el que califican de “guerra fratricida” la invasión de ucrania y piden un inmediato alto al fuego y la reconciliación.
«Lamentamos el calvario al que han sido sometidos inmerecidamente nuestros hermanos y hermanas de Ucrania«, dice el escrito, que sigue cosechando firmas de clérigos, aunque por ahora no se haya sumado ninguno de los metropolitanos ortodoxos, los cargos más altos de la jerarquía rusa.
Un dolor y un desgarro que puede permanecer durante mucho tiempo en la conciencia de la gente. Por eso, reconocen el “abismo” que tendrán que superar “nuestros hijos y nietos en Rusia para volver a ser amigos, respetarse y quererse”.
Además, los clérigos reconocen que el pueblo ucraniano debe ser libre de tomar sus propias decisiones. Finalizan su misiva con un llamamiento a la paz y al cese inmediato de las hostilidades:
“Llamamos a todas las partes del conflicto al diálogo, porque no hay otra alternativa a la violencia. Sólo la capacidad de escuchar al otro puede dar esperanza de una salida del abismo al que fueron arrojados nuestros países en apenas unos días”.
¡Más vale tarde que nunca!
El testimonio de Juan José Aguirre, obispo de Bangassou en la República Centroafricana (RCA), es elocuente, pues nos sitúa en el ámbito africano y global:
“Esta guerra de Ucrania es horrible por los desastres que produce, las heridas que abre y el futuro incierto que crea. Hay unas 25 o 30 guerras o conflictos graves actualmente en el mundo, siempre horribles como la de Ucrania«.
¿Por qué estas masacres de Etiopía, Sudan del Sur, RCA, República Democrática del Congo (RDC), Malí, Somalia, etc., no son noticia?
Francisco, el Papa de la Paz, clama cada día preocupado e indignado: “En nombre de Dios y de la humanidad os pido: detened esta masacre. Ante la barbarie del asesinato de niños, de inocentes y de civiles indefensos, no hay razones estratégicas que valgan. Por eso pido el final de la agresión armada, antes de que las ciudades queden reducidas a cementerios”. Por último, exhorta a la cogida a la acogida de los refugiados.
La discriminación contra los africanos que buscan huir del país devastado por la guerra ha provocado indignación pública en todo el continente. Los refugiados de origen africano que intentan huir de Ucrania sufren con frecuencia discriminación en la frontera polaca, y refleja el alcance de la xenofobia de la que son víctimas los subsaharianos en Europa. La República Democrática del Congo tenía muchos ciudadanos en Ucrania. Los estudiantes que estuvieron atrapados durante varios días finalmente fueron liberados. La Unión Africana, sin duda consciente de la emoción suscitada en la opinión pública, muy rápidamente se puso de pie para exigir el fin del trato discriminatorio a los refugiados.
Una masacre nunca puede tener justificación alguna, y cuando afecta a millones de personas inocentes e indefensas, sea en África, en Europa o en otros continentes, entonces ya nos encontramos en otro horrendo genocidio que delata una vergonzosa y cruel deshumanización.
Entonces recuerdo de nuevo la sabiduría y humanidad de personas y líderes íntegros como Nelson Mandela que apostó por “restaurar la dignidad humana de todo su pueblo por medio de la eliminación de toda forma de discriminación racial y de la introducción del principio de igualdad en todas las esferas de nuestra vida y el principio de un liderazgo colectivo”.
Luego añadió:
“Jamás perdí la esperanza de que se produjera esa gran transformación. Siempre he sabido que en el fondo del corazón de todos los seres humanos hay misericordia y generosidad. Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su procedencia o su religión. El odio se aprende, y si es posible aprender a odiar es posible aprender a amar, ya que el amor surge con mayor naturalidad en el corazón del ser humano que el odio. La bondad del hombre es una llama que puede quedar oculta pero que nunca se extingue”. (El largo camino hacia la libertad, p.645).
Lázaro Bustince
[CIDAF-UCM]