Los lectores de “El País” (16.11.2021), pudieron leer la interesante entrevista de B. Gonzalez Harbour al famoso escritor nigeriano Wole Soyinka, premio Nobel de Literatura de 1986. La entrevista llevaba por título: “Tanto el cristianismo como el islam tienen una influencia perniciosa”.
Leyendo atentamente las palabras de dramaturgo Nigeriano W. Soyinka, yo elegiría este otro título para la entrevista: “Los fanatismos religiosos (del cristianismo y del islam), y los políticos, tienen una influencia perniciosa”, en África y en el mundo.
El primer Nobel africano de Literatura presenta una crítica muy realista y firme sobre los diferentes tipos de fanatismos en Nigeria, pero con valor universal.
En la entrevista, el Nobel africano presenta un retrato universal de la violencia, el extremismo religioso, el fanatismo, las supersticiones y la utilización del pueblo para fines más ligados a la corrupción y el abuso de poder, que al desarrollo integral y a la auténtica fe religiosa.
Soyinka, de 87 años, fue el primer africano en lograr el Nobel de Literatura. Su fuerza narrativa nace de su mirada crítica, de un activismo que le llevó a la cárcel en los sesenta y que le ha hecho romper su tarjeta de residente en EE.UU. para denunciar a Donald Trump.
Este dramaturgo es valiente, claro, y hasta profético en su análisis social y se sirve del teatro, el ensayo y la poesía, más incluso que de la novela. Delata los peores vicios de una sociedad que es la suya, pero que se puede aplicar a cualquier país, desenmascarando la corrupción política y también los abusos del poder religioso.
Soyinka piensa que la región tiene hoy más poder que en el pasado, pero no siempre un papel saludable debido, en muchos casos, al abuso de su poder y al fenómeno extremista que aumentan la violencia y la esclavitud en muchos pueblos.
El escritor nigeriano dice que Nigeria sufre la violencia de grupos extremistas yihadistas (Boko Haram) sobre todo, aunque también experimentamos en África la violencia y genocidios causados por grupos étnicos radicales, con la complicidad de poderes del exterior, en países mayoritariamente cristianos, como Ruanda, Burundi, Uganda, etc. Esta violencia y crueldad, que contiene varios elementos, como: el control del poder, étnico, político, económico y religioso, es una aberración sorprendente que nos deshumaniza a todos.
Soyinka, a veces parece fusionar en su novela el cristianismo y el islam, en cuanto que las dos religiones mundiales se arrogan a veces el saberlo todo, especialmente los extremistas, que incluso llegan a imponer sus normas y a causar miedo en muchos seguidores. Existen incluso crímenes causados por un fanatismo de carácter religioso.
“Yo vengo de la religión prevalente en mi comunidad antes que el cristianismo y el islam, la adoración a Orisha, y esta es la religión más humanista que conozco, la más tolerante”. Por lo demás, la espiritualidad es algo personal y cuando está estructurada como parte del instinto de la comunidad de compartir experiencias es buena. El problema surge cuando algunos grupos se vuelven extremistas y fundamentalistas.
A medida que la sociedad y los jóvenes africanos se vuelven más y más profesionales, y encuentran nuevas formas de trabajo, ya no toleran fácilmente ninguna manipulación de grupos radicales, sean de carácter étnico, político, religioso o cultural.
Según Soyinka, la religión se ha vuelto muy poderosa, no solamente en los pueblos africanos, sino también en los otros continentes, como América y Europa.
Critica ferozmente la religiosidad de los poderosos, como Reegan y Trump, que llama “extrema derecha religiosa”, que tiene muchos seguidores, y a quienes imponen su ley. Pienso que lo de “derecha e izquierda”, es un término político, partidista y anticuado, que no hace justicia a la realidad social de hoy, y que divide a la sociedad.
“Los americanos se dieron cuenta de que no están tan desarrollados intelectual ni filosóficamente. Lo peor de todo en la campaña de Trump fueron las ejecuciones sumarias de negros por parte de la policía, de pandillas. Murieron muchos más negros de forma extrajudicial a manos de la policía durante la campaña de Trump que en cualquier campaña presidencial en Nigeria”.
La conciencia del mundo se despertó y surgió el “Black Lives Matter”, que ha sido muy útil para el continente africano porque ante los líderes homicidas podemos decir: las vidas negras importan también en África.
Wole Soyinka es especialmente crítico con la enorme violencia hacia los menores, las violaciones, los niños convertidos en víctimas. Algunos grupos religiosos también han cometido crímenes que deberían afrontar con justicia, verdad y reconciliación.
“El mundo en el que crecí nunca habría tolerado ese nivel de crueldad en la humanidad. Las causas son la desesperación económica, un nihilismo debido a la sucesión del peor tipo de líderes que ha infectado o ha despertado algo latente en la sociedad. No sabemos cómo ha sido, pero en las últimas dos décadas hemos visto la devaluación del ser humano, y la religión tiene mucho que ver. Estos grupos extremistas religiosos han quitado el valor a la vida y se han convertido en una infección, una enfermedad e incluso algunos de los líderes tradicionales han recurrido a hacer cosas que no hacían”.
El problema radica, no tanto en la política, economía o religión, como en la falta de valores humanos, de justicia social, de ética y de fe auténtica, que las deberían promover e inspirar para un desarrollo integral y sostenible basado en la dignidad humana y en el bien común.
Siendo realistas, vivimos comprometidos en la cultura del cuidado de los demás, particularmente de las personas descartadas y empobrecidas, así como en el cuidado de la naturaleza. Vivimos animados por una profunda esperanza, porque la inmensa mayoría de las mujeres, hombres y menores que conocemos son personas amables, responsables y solidarias, con mucha frecuencia animadas por una fe auténtica.
Como escribió Nelson Mandela: “El ser humano no nace odiando a los demás, Lo aprende. Y si aprendemos a odiar, mucho más podremos aprender a amar, porque los humanos estamos creados para amar”.
Lázaro Bustince