Los defensores de los animales denuncian el papel crucial de China en la matanza de elefantes en África destinada a alimentar un lucrativo tráfico de marfil, que según las ONG, merece estar en la cumbre China-África de esta semana para tratar de detener la disminución de la población de paquidermos.
La organización WWF «insta» al Foro de Cooperación China-África (FOCAC), que se celebra hoy viernes y mañana sábado en Johannesburgo, en presencia del presidente de China, Xi Jinping, a «la incorporación de objetivos claros en su declaración», para «el uso sostenible y el comercio de recursos naturales».
«La decisión de asegurar el futuro ecológico de África se debe tomar ahora y el FOCAC debe aprovechar esta oportunidad para aportar su contribución.»
En el punto de mira, el tráfico de animales, incluyendo los elefantes. Entre 20.000 y 40.000 elefantes son matados cada año en África.
«África y China tienen las claves para el futuro de los elefantes», declaró a la AFP Felipe Muruthi de “African Wildlife Foundation”. Como prueba: «china consume las tres cuartas partes del marfil que proviene ilegalmente de África».
«Si China no pone los medios para parar la demanda de marfil, los elefantes salvajes africanos podrían extinguirse dentro de una generación», advierte Iain Douglas-Hamilton, fundador de “Save the Elephants”.
La reciente explosión de una clase media en China ha producido una especial atracción por el «oro blanco», muy apreciado entre los chinos. En la cultura china, las tallas de marfil que posee demuestran la riqueza de su propietario.
Esta atracción «amenaza la extinción de los elefantes africanos», advierte Zhou Fei, director de la rama China de la ONG “Internacionale Traffic”.
En la actualidad hay unos 470.000 elefantes en libertad en África, contra los 20 millones de principios del siglo XX. Y «el precio del marfil en China se ha triplicado de 2010 a 2013, alcanzando los 2.100 dólares por kilo», según “Save the Elephants”.
«No se puede hablar de desarrollo (en el FOCAC) sin hablar de los recursos naturales y la vida salvaje», aseguró Philip Muruthi. «Para muchos países africanos, la fauna juega un papel clave en el crecimiento económico».
«Mirad los esfuerzos que ha hecho China para salvar a sus pandas gigantes”.
China no permanece pasiva en la protección de los elefantes en África: en 2014, dedicó 10 millones de dólares, para la compra de equipamiento para los “rangers” (guardabosques) en Zimbabue, Tanzania y Kenia.
El país también tiene una de las leyes más estrictas, con una pena media para los traficantes de marfil de 15 años de prisión, señal Zhou Fei a la AFP.
Uno de los problemas, señalan los expertos, es la coexistencia del comercio legal e ilegal de marfil en China. El comercio internacional de marfil está prohibido desde 1989. Pero China fue autorizada en 2008, a importar 62 toneladas de marfil de África para acabar con el mercado ilegal. La decisión ha tenido consecuencias catastróficas. Se supone que los objetos de marfil deben tener un certificado de autenticación, pero «la mayoría de los vendedores ignoran las leyes», explica Zhou Fei. «El comercio legal sirve como cubierta para el comercio ilegal».
Una solución, según los expertos, es prohibir todo el comercio de marfil en China. Zhou Fei citó el ejemplo de los huesos de tigre, a quienes los chinos atribuían propiedades medicinales: «En 1993, el gobierno prohibió su comercialización y la demanda se desplomó».
En septiembre, sin embargo, Xi Jinping, se comprometió «a tomar medidas drásticas para poner fin al comercio nacional de marfil». Una medida calificada como «histórica» por “WildAid”. Sin embargo, «este compromiso debe aplicarse ahora», insiste Grace Ge Gabriel del Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW). «Todavía hay 30 empresas y 134 tiendas que venden legalmente marfil en China».
La supervivencia del elefante también depende de la conciencia de los chinos, entre ellos algunos de los millones de chinos que trabajan en África, algunos de los cuales contribuyen al tráfico, según las ONG.
Una acción decisiva en los países africanos también es esencial, insiste Felipe Muruthi. De acuerdo con “Wildlife Direct”, sólo el 7% de los condenados por infracciones contra elefantes y rinocerontes por los tribunales keniatas van a la cárcel, a pesar de que sus delitos sean punibles con penas de hasta 10 años de prisión.
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