Desde la elección del Presidente Donald Trump, hemos presenciado un gran cambio en la forma en que los ciudadanos de esta nación responden a la decepción política. Desde las protestas antiTrump a nivel nacional que se desencadenaron un día después de la elección, a la Marcha de Mujeres en Washington, que vio más de 400.000 participantes, los estadounidenses están ejerciendo su derecho a la Primera Enmienda de proclamar en voz alta su desacuerdo.
Ellos protestan no sólo para expresar frustración e indignación sobre la presidencia de Trump, sino también para demostrar su profunda preocupación por algunas de las primeras acciones políticas del presidente.
Las marchas de protesta tienen una larga historia como parte de la resistencia política en los EE.UU. país y han sido, por generaciones, una herramienta indispensable de los activistas. La historia nos ha mostrado, sin embargo, que para que el acto de protestar tenga un impacto que vaya mucho más allá del momento, el trabajo debe continuar después de que todos hayan dejado las calles. La energía utilizada para movilizar a la gente para reunirse debe ser ratificada por la energía usada para galvanizar a la gente en torno a resultados específicos legislativos o de políticas.
Hay dos lecciones vitales a deducir del Movimiento por los Derechos Civiles de los Estados Unidos que los manifestantes de esta generación deben tener en cuenta para generar un movimiento propio, verdaderamente resistente y transformador. En primer lugar, debe haber un objetivo final. Durante los movimientos por los derechos civiles afroamericanos de las décadas pasadas, se organizaron marchas, sentadas y protestas silenciosas para dar visibilidad a las injusticias con la esperanza de lograr un cambio político. A través del poder de la Primera Enmienda, los activistas fueron capaces de reunir gente y facilitar una interrupción pública de los negocios ordinarios. Protestas y marchas estaban conectadas a un deseado cambio en políticas.
Como líderes progresistas, tenemos dos tareas: primero, educar a la gente sobre las políticas que afectan sus vidas, las políticas que hacen que las ciudades sean menos asequibles, que agravan la falta de vivienda, que reducen salarios, que recortan fondos para pensiones, y para mostrar a otros cómo nosotros, como ciudadanos, podemos unirnos para crear un verdadero cambio de políticas. Si todos nosotros vamos a casa y ponemos los pies en alto después de la marcha, el poder no ha perdido fuerza, y la tarea no se ha realizado. Los líderes de hoy deben asegurarse de que nuestras marchas tienen una finalidad que está conectada y dirigida a un cambio legislativo y de políticas.
En segundo lugar, participar más profundamente a nivel local. El activismo se lleva a termino en los lugares locales de votación y en reuniones de junta comunitaria y en lobbies de iglesias como la nuestra, Primera Iglesia Bautista Corintia, donde registramos a los votantes y educamos a nuestros congregantes sobre la realidad política, su poder político y cómo empoderar las personas en su comunidad. Para que estos nuevos movimientos den fruto, deben ser moldeados por un compromiso sostenido en el proceso político a todos los niveles.
Basta con echar un vistazo a las recientes elecciones aquí, en el Ayuntamiento de Harlem, para ver el trabajo que queda por hacer. A pesar de la aparentemente renovada energía en torno a la participación en el proceso político, sólo unos 11.000 votantes, de más de 100.000 registrados, votaron por un escaño local crucial. Si no logramos que la gente se entusiasme para participar en elecciones importantes locales, en la ciudad y en todo el estado, nunca conseguiremos el nuevo tipo de liderazgo político que necesitamos – y tampoco tendremos los tipos de activistas que puedan crear cambio electoral verdadero.
Debemos estar preparados para incluir ciudadanos de todos los niveles. No sólo los que han salido a la calle, sino también los que votaron por el Presidente Trump y otros políticos republicanos locales que se verán pronto defraudados con promesas que inevitablemente no se cumplirán. Debemos enrolar a aquellos que perderán su atención médica en una derogación republicana, aquellos que nunca votaron o protestaron en la calle, pero que se despertarán pronto en un país que ya no reconocen.
Si los estadounidenses sólo participan de forma significativa en la política una vez cada cuatro años, es mucho más fácil que sean distraídos por el teatro político en el que actualmente estamos atrapados. Mientras que levantamos los brazos al cielo por la última ocurrencia o tweet, se están tomando decisiones políticas importantes y dañinas decisiones que merecen nuestra atención y resistencia.
Sé que podemos ganar. Pero si queremos sostener los diversos movimientos que van surgiendo como incendios espontáneos en todo el país, debemos ampliar nuestro horizonte y estar activos más allá de las marchas. El trabajo no ha comenzado ahora – comenzó hace mucho tiempo. Aprendamos de aquellos que vinieron antes de nosotros y ayudemos a transformar marchas en un cambio duradero.
Mike A. Walrond
* Mike A. Walrond Jr. es el pastor principal de First Corinthian Baptist Church en Harlem, Nueva York. Sigue con él en Twitter @ MikeWalrond.
The Grio
[Traducción, Jesús Esteibarlanda]
[Fundación Sur]
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