Las promesas internacionales para acabar con los crímenes de Darfur siguen sin dar fruto

14/04/2010 | Opinión

Debido a toda la atención que ha recibido Darfur y a toda la asistencia humanitaria que le ha sido proporcionada, civiles inocentes están siendo una vez más asesinados como parte de la despiadada campaña de contrainsurgencia llevada a cabo por el régimen de Jartum. Preparado para retener el poder en las comprometidas elecciones nacionales, este régimen continuará con su historia de destrucción civil por todo Sudán hasta que el mundo se ponga serio y ejerza la presión suficiente para pararlo.

Los ataques se producen principalmente en la región montañosa de Jebel Marra, donde explotó la primera oleada de violencia genocida hace ya ocho años. En la región existe una espantosa familiaridad con los ataques de Jartum, como el despliegue de aviones de combate, así como con las milicias Janjaweed. Muchos reporteros confirman el brutal carácter de estos ataques a civiles, principalmente a la tribu Fur —la más grande de Darfur y el objetivo principal de la guerra de contrainsurgencia de Jartum.

Aunque supuestamente estos asaltos estaban dirigidos contra la cada vez más fragmentada facción del Ejército de Liberación de Sudán encabezada por Abdel Wahid al-Nur, los ataques generalizados están claramente dirigidos a arrasar pueblos enteros y a saquear lo que sea que haya sobrevivido a esta guerra. Se está destruyendo una forma de vida.

El cálculo aproximado de víctimas entre la población civil supera a los 400 [en marzo]. La organización francesa de ayuda médica, Medecins du Monde, calcula que 100.000 civiles han sido desplazados por la reciente violencia, lo que ha obligado a la organización a evacuar a su personal. Ahora quedan allí miles de personas sin ayuda humanitaria, que día a día se van volviendo más vulnerables.

El ataque a Jebel Marra, una vieja fortaleza rebelde, tiene lugar incluso cuando la comunidad internacional felicita al régimen de Jartum por firmar un tratado de paz con el grupo rebelde Movimiento Justicia e Igualdad, JEM. Esta felicitación se produce a pesar de las sospechas que hay sobre el grupo en la sociedad civil de Darfur, el cual fue excluido de las negociaciones de paz de Doha, Qatar.

Khalil Ibrahim, líder de este movimiento, ha tenido un papel desagradable en la reciente historia de Sudán. Fue un entusiasta miembro del Frente Islámico Nacional de Jartum en la década de los noventa, adoptó el islamismo radical y participó en campañas militares en el sureste de Sudán, como parte de las Fuerzas de Defensa Popular paramilitares. Estas campañas que tuvieron lugar durante la guerra civil entre el norte y el sur de Sudán incluyen masacres civiles, violaciones y esclavitud.

Aun así, Scott Gration, enviado especial de EE.UU. a Sudán, declaró que el acuerdo del 23 de febrero entre Jartum y el JEM marcaba “una oportunidad sin precedentes para conseguir una reducción significativa de la violencia en Darfur”. Otros actores internacionales han sido más moderados, pero igualmente entusiastas. Aún así, el marco provisional de dicho acuerdo tiene todos los distintivos que tenía el fallido tratado de paz para Darfur, alcanzado en Abuja en el año 2006.

Este tratado, también firmado sólo por una facción rebelde, funcionó para escindir a los grupos rebeldes de Darfur, no incluyó a la sociedad civil darfurí y no impuso ningún tipo de obligaciones a Jartum. Sirve de ejemplo de cómo no llevar a cabo negociaciones de paz para Darfur, una lección que evidentemente no han aprendido los que han participado en las de Doha.

El tratado de paz con el Movimiento Justicia e Igualdad sólo ofrece un vago asentimiento a los asombrosos problemas a los que se enfrentan tres millones de darfurís que han sido desplazados. Es poco más que una promesa de más negociaciones entre el movimiento y el régimen.

Aunque con el tratado hayan acordado un alto al fuego, Jartum ve esto como exclusivamente con el Movimiento Justicia e Igualdad. De este modo, las luchas entre las facciones internas del Movimiento de Liberación de Sudán se han convertido en una oportunidad para la conquista de Jartum de una provincia que durante mucho tiempo ha sido inexpugnable. Seguros de que el Movimiento Justicia e Igualdad —uno de los movimientos rebeldes más potentes militarmente hablando — ha sido neutralizado, el régimen ha acelerado su campaña y no ha recibido ningún tipo de reprimenda por parte de la comunidad internacional.

Mientras tanto, la destrucción civil de determinadas étnias continúa en Darfur; las promesas internacionales para poner fin a estos crímenes atroces siguen vacías. El presidente Obama —tan contundente sobre Darfur durante su campaña— ha designado a un enviado que parece más interesado en complacer a Jartum que en presionar al régimen para que interrumpa su campaña militar. Si no hay ningún cambio importante en la política de EE.UU., cientos de miles de vidas en Darfur estarán en un mayor peligro.

Eric Reeves

Eric Reeves, autor de “A Long Day’s Dying: Momentos críticos del genocidio en Darfur”. Este artículo fue anteriormente publicado en The Boston Globe el 26 de marzo de 2010.

Artículo tomado de Sudan Tribune, el 30 de marzo de 2010.

Traducido por Beatriz Aymat Basoa, alumna de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid Traducción /Interpretación, colaboradora en la traducción de algunos artículos.

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