James Alisson afirmó que «a mediados de la década de 1950 quedó claro que los gays y las lesbianas, en lugar de ser portadores de algún trastorno en su naturaleza intrínsecamente heterosexual, eran portadores de una variante minoritaria no patológica que se daba regularmente en la condición humana”.
Esta tendencia humana, a considerarnos “pueblo privilegiado” excluyendo a otros pueblos y modos de vivir como “marginados o excluidos”, la hemos perpetuado en la historia y todavía lo hacemos con razas y grupos diferentes, como los pueblos indígenas o el colectivo LGBT.
Me ha tocado proteger y encontrar un lugar/país seguro para muchas personas gays en Uganda porque vivían con el riesgo continuo de perder su vida al ser perseguidas por su condición natural de ser homosexuales.
En diversas instituciones y sociedades, tanto culturales, como políticas, religiosas, étnicas, etc., hemos impuesto leyes y normas excluyentes y vejatorias sobre personas de diferente raza, género y orientación sexual. Todavía hoy, demasiadas personas, como los gays y las lesbianas, sufren el rechazo y marginación de grupos puritanos y extremistas que se consideran “poseedores de la verdad”, y no respetan a todo ser humano.
También los refugiados y los migrantes sufren el rechazo y el olvido de una parte de la sociedad y de los gobiernos, y están forzados a vivir en continuo riesgo e inseguridad. Algo semejante podríamos decir de todas las personas: sin techo, ni trabajo ni tierra, que están obligadas a vivir en la pobreza severa, en la enfermedad y la inseguridad. Todas estas personas y grupos humanos son necesarios para reconstruir una sociedad nueva, un desarrollo sostenible para todos y una nueva convivencia social y una familia humana real, más universal e inclusiva.
Así lo vivieron y lo hicieron a lo largo de la historia líderes excelentes y sabios como M. Gandhi, N. Mandela, J. Nyerere, etc., y ahora el papa Francisco, abrazando siempre a todas las personas en una nueva fraternidad que nos beneficia a todos los pueblos.
La primavera siempre nos regala una nueva Vida, una naturaleza exuberante y frutos sorprendentes, gracias a que las semillas supieron despojarse de sus viejas formas para germinar una nueva cosecha que nos aporta nueva vida. Ojalá los humanos aprendamos de la naturaleza a despojarnos de todo lo que nos divide y empobrece, como la exclusión y la opresión de seres humanos, para regenerar una nueva convivencia más solidaria, donde todas las personas se sientan en casa, en familia.
Lázaro Bustince
CIDAF-UCM