El pasado martes 24 de febrero, las fuerzas armadas congoleñas decidieron atacar mediante operaciones sorpresa a los rebeldes hutus de Ruanda, presentes en el este del Congo.
En los bosques de Masisi o en las montañas de Mulengue, se estima que acechan entre 1.500 y 2.000 militantes de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR). Aunque estas milicias declaren que han depuesto las armas, los observadores parecen coincidir en que aún continúan envueltos en tráfico de oro, madera e, incluso, en el negocio de los diamantes.
Desencadenar una guerra contra los milicianos ruandeses requeriría un determinado nivel de fuerza al Estado congoleño y un mejor conocimiento del terreno, que presenta una enorme variedad de relieves naturales, desde bosques o lagos hasta desiertos que obstaculizan cualquier campaña.
La operación “Sukola 2” que se implanta desde el sur hasta Uvira, al mando del general Masudi, es el gran centro de operaciones contra los hutus en el Congo, pero su eficacia parece haberse reducido desde que la ONU ha retirado su apoyo logístico y estratégico que le concedía la Misión MONUSCO. Uno de los altos directivos de las fuerzas congoleñas, Bruno Mandevu, es sospechoso de violación contra los derechos humanos, añadiendo confusión a la gestión de la guerra. Las operaciones militares de las fuerzas armadas del Congo pueden encontrarse con sus propios límites a la hora de enfrentar a milicias como las de los hutus de Ruanda, aunque se ha dado ya el primer paso para desarmar a estos grupos que se encuentran dentro de las fronteras de la República Democrática del Congo.
Maria de Babia
GuineeConakry.info – Fundación Sur
Traducción de Iris Pugnaire Sáez