Ocultan sistemáticamente las denuncias que viene efectuando. Denuncias claras, contundentes, profética contra el mundo occidental y las grandes potencias (EE. UU., China o Rusia) que están esquilmando África y sembrando explotación, destrucción y sangre a raudales. Clamó con palabras claras, contundente, sinceras, emocionadas y evangélicas contra el “silencio cómplice” de la comunidad internacional.
Silencio casi total. Silencio ominoso, delictivo y, por lo tanto, cómplice. Los grandes grupos mediáticos del mundo (y nacionales) no se están haciendo eco de la visita del papa Francisco a África. Primero a la República Democrática del Congo (RDC) y después a Sudán del Sur.
Lo explicó Francisco con la parábola de los diamantes manchados de sangre. Lo escenificó recibiendo a las víctimas de la guerra del Este de la RDC, que depositaron ante el crucifijo y al lado del Papa los machetes con los que asesinaron a sus familiares.
“Pongan fin a la guerra. ¡Basta de enriquecerse a costa de los más débiles con recursos y dinero manchado de sangre!”. Y añadió: «Condeno la violencia armada, las masacres, los abusos, la destrucción y la ocupación de las aldeas, el saqueo de campos y ganado, que se siguen perpetrando en la República Democrática del Congo. Y también la explotación sangrienta e ilegal de la riqueza de este país, así como los intentos por fragmentarlo para poderlo controlar”.
«Es la guerra desatada por una insaciable avidez de materias primas y de dinero, que alimenta una economía armada, la cual exige inestabilidad y corrupción. Qué escándalo y qué hipocresía: la gente es agredida y asesinada, mientras los negocios que causan violencia y muerte siguen prosperando”.
«No podemos acostumbrarnos a la sangre que corre en este país desde hace décadas, causando millones de muertos sin que muchos lo sepan. Que se conozca lo que está pasando aquí. Que los procesos de paz que están en marcha, los cuales aliento con todas mis fuerzas, se apoyen en hechos y que se mantengan los compromisos«.
Pero los grandes conglomerados mediáticos dependen de esos mismos que están saqueando el Congo y toda África. Y, por eso, cubren las denuncias papales con el más absoluto silencio.
Si acaso y como concesión a la superficialidad reinante, alguna foto con algún grupo congoleño bailando un baile típico del país. Ni siquiera, una breve mención a las imágenes espectaculares de misas con más de un millón de personas o el encuentro con 100.000 jóvenes en el estadio de los Mártires de Kinshasa.
Las denuncias papales no interesan y se las tapa, porque ponen en evidencia a los amos de los medios. ¿Dónde ha quedado la información como servicio público para los ciudadanos? Entre las mallas de los medios convertidos en puros negocios, sufragados por el capitalismo feroz y salvaje que mata y quiere ocultarlo.
CIDAF-UCM