La toma reciente de la capital provincial de Kivu Norte, Goma, y de Bukavu, capital de Kivu Sur, por parte del grupo armado M23 (apoyado por Ruanda), ha multiplicado la cobertura internacional de la olvidada crisis en el este de la República Democrática del Congo (RDC). La mayoría de los informes sobre el conflicto sugieren que está impulsado únicamente por un deseo de saquear los ricos recursos minerales de la región.
La mayoría de los informes sobre conflicto afirman que el M23 y sus aliados ruandeses lanzaron la insurgencia para saquear grandes cantidades de minerales de la vecina RDC y que las corporaciones occidentales de electrónica o tecnología compran minerales explotados violentamente y, por lo tanto, se vuelven cómplices del conflicto.
En otros informes se reconoce que la guerra es el producto de motivos más complejos de geopolítica, historia, tribu e ideología, que la mera codicia de los ricos minerales.
Este relato, de los minerales de conflicto, se basa en una visión del mundo colonial, en la que los productores y consumidores occidentales son los árbitros últimos del sufrimiento en el este de la RDC. No reconoce la causalidad africana, ni tiene en cuenta un mundo cambiante en el que las corporaciones no occidentales se han convertido en importantes productores de bienes electrónicos.
Los recursos naturales desempeñan un papel importante tanto para el este de la RDC como para la economía política de Ruanda y Uganda, y es cierto que el regreso del M23 en 2021 se debe a un aumento de las exportaciones minerales de Ruanda y Uganda, según las estadísticas oficiales.
Además, el M23 se beneficia de la explotación y el comercio de minerales. El año pasado, por ejemplo, los rebeldes se apoderaron de la mina de Rubaya (uno de los mayores yacimientos de coltán del mundo) y ahora están ganando unos 800.000 dólares al mes en impuestos, según estimaciones de la ONU.
Por un lado, están los intereses y ambiciones de los dirigentes del M23, que incluyen intereses individuales y tribales vinculados a la amnistía por la violencia pasada, así como reivindicaciones políticas y militares más amplias, como la seguridad de los refugiados de la comunidad tutsi congoleña. Los rebeldes están articulando ahora una agenda más nacional, amenazando con marchar a Kinshasa, la capital. No está clara su agenda real pero lo cierto es que ya se han apoderado de Bukavu, lo que indica otras ambiciones políticas mayores.
Por otro lado, Ruanda, que según la ONU tiene varios miles de tropas que apoyan al M23, ha tenido un interés constante en ejercer influencia sobre el este de la RDC durante los últimos 30 años. Al igual que otros vecinos orientales de la RDC, que persiguen objetivos similares, los motivos de Ruanda para ejercer influencia reflejan una mezcla de ambiciosas razones tribales, políticas, económicas y de seguridad.
Los sucesivos gobiernos congoleños han contribuido a perpetuar esta situación de inseguridad al ser incapaces de construir un ejército capaz de proteger el enorme territorio y la población.
La RDC también lucha por resolver conflictos muy arraigados sobre la identidad, etnia, tierra y autoridad, que siguen alimentando sucesivas guerras e insurgencias. La mayoría de los grupos armados y facciones del ejército están implicadas en la violencia y actividades generadoras de ingresos a través de la explotación y el comercio de minerales.
El coltán, que pasa de las zonas del M23 a través de Ruanda hacia las cadenas de suministro mundiales, tampoco es el producto de exportación más importante de Ruanda, muy por detrás del turismo y el oro en términos de valor de exportación. El oro genera más de diez veces más que el coltán. Hasta Uganda cuenta ya con tres refinerías de oro, sin tener minas explotadas en el propio país.
Aunque las exportaciones oficiales de oro de Ruanda se multiplicaron en los últimos años, y gran parte de ese oro proviene de la RDC, el M23 solo puede controlar la región porque está muy apoyado por el ejército de Ruanda y de los vecinos.
Se cree que los productores de artículos electrónicos occidentales, como Apple, son los principales beneficiarios de los minerales congoleños exportados a través de Ruanda. Esto se refiere ante todo al coltán, que es el «mineral de conflicto» principal, porque es necesario para producir condensadores utilizados en ordenadores portátiles y teléfonos móviles.
De lo que apenas se habla, es: de los miles de familias de la región del Kivu (norte y sur), que se ven desplazadas de sus tierras, sin compensación alguna y obligadas a una subsistencia indigna de todo ser humano y de toda sociedad.
CIDAF-UCM