[Fuente: Judith Léveillée para Media Global News]

El pasado 13 de mayo, UNICEF informó de que casi dos tercios de las escuelas en la República Centroafricana (RCA) permanecen cerradas debido a los actuales conflictos que han desplazado a cientos de miles de personas y han dejado a 2,2 millones de personas en necesidad de ayuda humanitaria.

Desde 2012, la violencia entre los grupos armados de los cristianos anti-balaka y los musulmanes Seleka ha interrumpido el proceso escolar durante dos años.

Un estudio de UNICEF sobre 355 escuelas ha detectado que un tercio de ellas habían atacadas u ocupadas por grupos armados. Como resultado de esta situación, uno de cada tres niños no ha vuelto a la escuela este año.

Según declaraciones de Judith Léveillée, representante adjunta de la UNICEF en la RCA, a Media Global News, la situación de los niños de este país es una de las peores del mundo, no existe ni una sola comunidad que no haya sido afectada. Por un lado los padres no quieren enviar a sus hijos a la escuela, y, por otro, a los profesores no se les paga el sueldo.

A pesar de sus amplios recursos naturales, la RCA, sin salida al mar, es uno de los países más pobres del mundo. Según un estudio realizado por Naciones Unidas hay más de 6.000 niños soldados en el país y el mes pasado, Antonio Guterres, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, declaró que el país está inmerso en una lucha étnica y religiosa.

En los últimos tres meses, al menos 2.000 personas han sido asesinadas en los enfrentamientos entre los anti-Balaka y los Seleka, a pesar de que 5.000 soldados para la paz procedentes de la Unión Africana y otros 2.000 de Francia se encuentran estacionados en la RCA.

Los programas de educación de la UNICEF para este país cuentan con fondos insuficientes. Sólo se han recaudado, hasta el momento, 3 de los 10 millones de dólares necesarios para rehabilitar el sistema educativo.

Léveillée hizo un llamamiento público para que se preste atención a lo que está sucediendo en el corazón de África. No podemos permitirnos el lujo de otra generación perdida.