La vida prevalecerá en África tras la pandemia de la covid-19 (parte 2/2)

16/07/2020 | Opinión

Creer en la vida

Para esas personas, creo yo, la baza más importante es su creencia (¿fe?) en la vida. Los habitantes de las chabolas o de las regiones más apartadas del continente africano no luchan por su supervivencia, como erróneamente lo suponemos a veces, sino por la vida y la vida en su integridad. Para la mayoría de ellos, no hay otro valor más importante que la vida. Si la mayoría de entre nosotros estamos preocupados por nuestras tres comidas al día, por nuestras cuentas bancarias, nuestras inversiones en bolsa, nuestra próximas vacaciones, nuestros empleos, por el relanzamiento de los vuelos internacionales, o incluso por tener un nuevo coche y el último smartphone, ellos están preocupados sobre todo por la protección de su vida y de su progenitura.

En consecuencia, en el transcurso de su lucha por la vida, sus organismos luchan ellos también diariamente contra agentes intrusivos, lo que les convierte en todavía más resistentes. La elevada tasa de recuperación del covid-19 en la mayoría de los países africanos es totalmente evidente y debería interesar a los investigadores. Evidentemente, algunos pierden la vida en el proceso, pero ¿no es una simple ley de la naturaleza? Si por ejemplo, ustedes y yo bebemos agua en la que esas personas sacian su sed, podríamos fácilmente encontrarnos en una unidad de cuidados intensivo; no será el caso de la mayoría de ellos. Nos podemos preguntar por qué, pero pienso que eso solo Dios los sabe; los caminos del Dios son diferentes a los nuestros: “En efecto, mis planes no son como vuestros planes y mis actos no son como vuestros actos”, dice el Señor (Is 55,8)

Para esas personas todo está orientado hacia la protección de la vida individual, familiar y comunitaria. Es la razón por la que la relación y la solidaridad son valores fuertes entre ellos. Sus relaciones son principalmente de naturaleza cosmo-teatral, en las que Dios, el Hombre y el Mundo se unen en una colaboración íntima y constitutiva. Son fundamentalmente más respetuosos de la naturaleza y menos expuestos a la intoxicación por productos alimenticios transformados. Racionalmente esas personas no creen en el “cogito ergo sum” cartesiano: “yo pienso luego existo”, sino más bien en la comprensión Ubuntu: “soy porque somos”. Desdichadamente, estos valores son erosionados por la mundialización. Incluso en el mundo más desarrollado, efectivamente, el virus nos recuerda que deberíamos revisar los fundamentos de nuestra vida: pertenecemos a la misma familia humana y todo está ligado. Recordaremos todos el avión-cargo ruso que aterrizó en Nueva York con mascarillas y ventiladores para acudir en ayuda del sistema de salud americano desbordado. Ello habría sido impensable en tiempo normal.

Los beneficios de esta crisis

Para concluir, permitidme decir que la covid-19 debe ser considerado como una alarma para la humanidad entera. Es uno de los raros virus que no está localizado geográficamente, ni económicamente, ni es racialmente discriminatorio. El virus corona no hace distinción alguna entre ricos y pobres, alfabetizados y analfabetos, empleados y parados, creyentes y ateos, cristianos y musulmanes. Este virus ha forzado a los directores de empresas a trabajar en sus domicilios a la vez que a reconocer el valor de los trabajos llamados no-cualificados, en adelante conocidos bajo el nombre de trabajadores esenciales. Jamás anteriormente el trabajo de los limpiadores, cocineros, vendedores de supermercados y sanitarios ha sido tan valorado y estimado como ahora. Jamás antes nuestro entorno natural se había beneficiado tanto de la disminución en la utilización de combustibles fósiles y de la reducción de las emisiones de gas y del efecto invernadero. Por primera vez, la naturaleza ha logrado a encerrar en casa a la mitad de la población humana. La tierra puede, en adelante, respirar, los pájaros cantar, los árboles y las flores desarrollarse; simplemente para que comprendamos que no somos tan indispensables como lo pensamos. El aire, la tierra, los árboles, el agua y el cielo, están en mejor salud sin nosotros. Así pues, cuando volvamos, no olvidemos que no somos dueños omnipotentes, sino únicamente los invitados de la tierra.

No hay duda alguna de que esta tempestad no durará eternamente. Pasará ciertamente y los africanos y la humanidad entera sobrevivirán. En cuanto que somos humanos, tenemos una ventaja respecto del corona-virus, ya que tenemos la posibilidad de compartir informaciones y experiencias, mientras que un virus en China no puede comunicar sus técnicas a sus homólogos en España o en Sudáfrica. Ganaremos esta guerra contra el enemigo invisible porque tenemos la capacidad de unirnos y de actuar juntos. Es cierto que la mayoría entre nosotros seguiremos viviendo al final de la tempestad, pero ello figurará en nuestro diario íntimo como la crisis que ha reavivado nuestro deseo de habitar un mundo diferente. Efectivamente, hay vida gracias al coronavirus; hay que esperar que habrá vida después del corona-virus, pero esa vida no será y no debería ser jamás la misma. Las opciones que hacemos hoy van a cambiar ciertamente nuestras vidas para las generaciones futuras. Si salimos indemnes y sin haber cambiado, será el peor periodo de consumo de energía y de pérdida de tiempo jamás registrada en la historia de la humanidad.

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Autor

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