La vida prevalecerá en África tras la pandemia de la covid-19 (parte 1/2)

15/07/2020 | Opinión

Durante esta pandemia del corona-virus, me siento a veces muy incómodo con algunos profetas de desgracias que predicen un tiempo de desastroso cataclismo para el continente africano a causa del Covid-19. Se han hecho diferentes declaraciones en diversos medios por presuntos analistas y especialistas del continente africano, algunos de los cuales jamás han pisado suelo africano. Han afirmado constantemente: “Si este virus mortal llega a penetrar en los suburbios de Kibera, del valle de Mathare, de Soweto o de Kisangani y Kinshasa, nadie sobrevivirá”. “Esas gentes son muy vulnerables y están muy mal alimentado; no tienen agua corriente para lavarse las manos y tampoco hábitos de higiene personal”. “Los africanos no pueden observar nunca la distancia social, ya que son muy numerosos en un mismo hogar”. “Sus transportes públicos, como los mwendolokasi y dalada (Dar es Salaam), Matatu (Nairobi) o Esprit de Mort (Kinshasa) no pueden sino facilitar el contagio del corona-virus». «¿Pueden permitirse encerrarse, cuando viven en una dinámica de supervivencia día a día?”. Por no citar más que algunas de sus informaciones.

Aquí, en Dublín, antes del inicio del confinamiento total, mi ministerio sacerdotal del fin de semana tenía lugar en una de las casas de retiro. Cuando los primeros casos del nuevo virus comenzaron a ser confirmados en el país, me quedé sorprendido al enterarme que algunas personas mayores me comunicaban sus inquietudes sobre la manera como este virus podría causar millones de muertos en África. Para mí, estaba claro que esas personas eran ellas mismas las más vulnerables, a causa de su edad avanzada y de sus problemas de salud subyacentes. Apenas podía yo comprender el por qué de esta anticipación de la próxima catástrofe africana. Me preguntaba por qué este virus era considerado por muchos como una nueva plaga para la población africana siempre sufriente. Soy consciente de que en la mayoría de los países africanos, los servicios de salud son mediocres y difícilmente pueden enfrentarse a la afluencia de pacientes, pero esta pandemia nos hace tomar conciencia que incluso los sistemas de salud más perfectos no siempre aportan las mejores soluciones. Ello nos debería recordar que todas las empresas humanas tienen sus límites.

Vivir el presente

A lo largo de esta crisis, he aprendido a vivir en el aquí y en el ahora. Mi inquietud no me ha llevado a pensar sobre lo que sucederá en África en las semanas futuras, sino, más bien, sobre lo que pasa hoy en Irlanda, Italia, España, Francia. Inglaterra, Bélgica, en los EEU y en otros lugares, en los que el virus ha causado miles de víctimas cada día, en los que las familias pierden a sus seres queridos sin decirles adiós, y en los que millones de personas pierden sus empleos. Estoy preocupado sobre todo por la situación del personal sanitario, principalmente los médicos y enfermeras, que están en primera línea para luchar contra el virus y tratar de salvar vidas. Sabemos que muchos de ellos terminan por contaminarse con el virus e incluso morir. Aquí, en Irlanda, más del 25% de los casos confirmados son trabajadores sanitarios. Igualmente, estoy afectado e inquieto por los sacerdotes, las religiosas y los trabajadores sociales infectados en el marco de su servicio y de su ministerio. Son los verdaderos héroes de la pandemia del corona-virus. Los analistas que anticipan y predicen el fin del mundo para el continente africano podrían, más bien, dirigir su atención hacia el aprecio por nuestra familia humana y unir sus esfuerzos para combatir el virus sin olvidar los valores humanos que esta crisis hace renacer en nuestra sociedad. Creo que sería la mejor manera de honrar el dolor de nuestra humanidad en este momento tan crítico.

Personalmente, no pienso que haya otras personas en este planeta en nuestra época postmoderna que hayan sido tan resistentes como los africanos, sobre todos los más pobres. La mayoría de ellos, efectivamente, han sufrido; a veces, esta agonía les ha sido impuesta por los propios dirigentes, apoyados por los amos neocolonialistas, siempre ávidos. El continente africano es víctima de su riqueza; sufre a causa de sus recursos naturales siempre codiciados. No obstante, este continente siempre ha sobrevivido. Han pasado de la trata de esclavos al colonialismo, del neocolonialismo a las dictaduras e incluso a las actuales democracias de fachada. Peor todavía, el continente ha sido devastado recientemente por atrocidades humanas sin precedentes, sin hablar del genocidio ruandés, del apartheid sudafricano, de décadas de guerras civiles y de la invasión en el Congo, en Somalia, en África central y en Sudán; guerras y atrocidades que han costado la vida a millones de personas. Enfermedades, como el paludismo, la esquistosomiasis, la fiebre amarilla, la tuberculosis, el cólera, el sarampión, el sida, el ébola y muchas otras han elegido el continente africano como domicilio, causando millones de víctimas cada año. A pesar de todo ello, África y los africanos salen triunfantes. Han aprendido a enfrentarse a esas fuerzas de destrucción sin perder ánimo.

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