La trampa del síndrome de “Gaby”, por José Julio Martín Sacristán

15/04/2013 | Bitácora africana

La forma en que D. Francisco hace negocios en África, confundiendo subordinación y subyugación, es más común de lo que pensamos. Y lo es aunque presenta muchos inconvenientes, tanto para la eficacia y la rentabilidad de la empresa, como para la salud mental y emocional de todos los implicados.

Una variante de esta actitud es la del síndrome de “Gaby”. Sí ése de los payasos de la tele que es una especie de payaso de “cara blanca”, aunque sin maquillaje: alguien serio e inteligente, que, en su afán por manipular la situación creyendo que los que le rodean no son tan inteligentes, termina por crear el caos total.

Al llegar a Nigeria en 1992, uno de mis amigos, todo un experto en el país ya que llevaba más de 30 años trabajando allí, me recomendó que, si quería tener éxito, tenía que hablar a los nigerianos como si fuesen adultos responsables, dando así una imagen de respetabilidad, pero pensando en ellos como si fuesen niños vivarachos que están constantemente buscando la travesura. Y me dijo que, sobre todo, actuara con ellos como si fuesen ladrones: sin bajar la guardia en ningún momento ni relajar la supervisión constante y el control férreo. Aquello era una especie de llamada a convertirme en un payaso de cara blanca…

Me salvé del caos que los payasos de cara blanca suelen precipitar porque la realidad se impuso sobre los prejuicios culturales y nunca fui capaz de seguir tan “sabio” consejo. Todo lo contrario: aprendí que los nigerianos, cuando están en su salsa, son gente de negocios bastante sofisticada, que trabajan duro y que están constantemente intentando aprender cosas nuevas, aunque aparenten saberlo todo. Son inteligentes, innovadores, emprendedores naturales y perseverantes. Me sentí muy a gusto trabajando en Nigeria, porque la capacidad de mis colaboradores locales compensaba con creces las dificultades logísticas, sociales y políticas que presentaba el país en los años 90.

Aquellos que nos hemos dedicado a la formación de adultos sabemos que cuando a un adulto autónomo se le introduce en una institución férrea, suele retroceder a estados psicológicos o formas de conducta propias de etapas anteriores. Algunos se adaptan en completa sumisión, renunciando a su autonomía; otros se rebelan en una especie de insubordinación infantil; pero la mayoría fluctúa entre los dos polos, a veces sometiéndose muy a su pesar y rebelándose cuando pueden.

Los partidarios del síndrome “Gaby” se sienten respaldados por los efectos que producen las instituciones férreas en los adultos, haciéndolos retroceder a etapas evolutivas infantiles/juveniles rebeldes, y así confirman el propio prejuicio básico de que hay que “tratarlos como niños” y controlarlos como “ladrones”. Sin embargo, el coste laboral, social, humano y empresarial de este síndrome es incalculable.

¿Qué pasa cuando se trata a los nigerianos según el consejo que recibí? Que causan un dolor de cabeza crónico… para empezar. Y puede que la cosa termine en el peor de los caos. Un poco, como sucede con el payaso de cara blanca.

Peter Enahoro, en su libro ‘How to be a Nigerian‘, establece: “Ningún acuerdo nigeriano es permanente a menos que se haya llegado a través de un compromiso negociado”. En Nigeria, el contexto de un compromiso es más importante que el contenido del mismo. Y aunque a muchos les cueste creerlo, el poder no está en la validez legal de la firma de unos papeles, sino en la forma que la relación se ha desarrollado. Y no es tan difícil de conseguir si se adquieren las capacidades adecuadas.

Original en : África Factor Humano

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