La vida actual se ha convertido en una experiencia necesariamente intercultural para todos los pueblos. Lo experimentamos en cada país, región y en cada uno de nuestros pueblos más pequeños. Esta es una oportunidad única para apostar por la erradicación de toda marginación y por promover una cultura de integración y convivencia pacífica.
Esto es también lo que el papa Francisco, desde la mezquita más grande de Asia, pide a los líderes religiosos “aislar los fundamentalismos y los extremismos, que nunca son justificables”.
Ante cien mil personas que despiden la Papa Francisco en Yakarta, este les pide que “no se cansen de zarpar y echar las redes, de soñar y de construir una civilización de paz”.
Necesitamos líderes de esta talla universal y solidaria, como Nelson Mandela, que siempre buscan integrar a todos, pues están convencidos de que nos necesitamos unos a otros para construir una convivencia de bienestar humano, social y global.
Todas las tareas, preocupaciones y proyectos de educación, sanidad y desarrollo integral de cada misionero, están siempre animadas por una cooperación intergeneracional, intergénero, interétnica, intercultural e interreligiosa.
Estamos convencidos de que esta integración y cooperación intercultural es no solamente necesaria sino además profundamente eficaz y enriquecedora para dodos. Algunos ya no sabríamos trabajar de ninguna otra forma.
Por tanto, el proceso de inculturación en la historia, lengua y cultura de cada pueblo, es para nosotros absolutamente necesario. Numerosas ONG y empresas extranjeras que invierten en África mantienen todavía una actitud y comportamiento colonial.
He tenido la fortuna de relacionarme y de trabajar en la educación integral, con hasta siete pueblos, etnias, culturas y lenguas diferentes que conozco, la cultura latina, (española y catalana), la francesa, la anglófona, la bantú y la karimojong de Uganda, la eslava de Polonia.
Este aprecio y conocimiento de la historia, filosofía, religión y cultura de cada uno de estos pueblos ha sido la clave de mi integración, cooperación y feliz experiencia de convivencia con cada uno de estos pueblos tan diversos.
Pero seamos realistas, pues existe todavía el racismo, el fanatismo étnico, político, religioso y cultural. El radicalismo parece aumentar en diversos países, dificultando el diálogo respetuoso y el encuentro, para la cooperación en los grandes objetivos de la sociedad. Las actitudes y posiciones extremas y exclusivas impiden una mirada respetuosa y un trabajo común solidario.
La responsabilidad es nuestra, pues todas las personas somos libres para elegir los valores y el estilo de vida y relaciones que deseamos compartir. Esto se aplica a los que vamos a África y a otros pueblos, así como a los inmigrantes que llegan a nuestro país.
La llegada diaria de cientos de personas inmigrantes y desplazadas que buscan una nueva vida digna, con techo, trabajo y tierra donde poder convivir en paz nos presenta cada día un nuevo reto y una nueva oportunidad.
CIDAF-UCM