La pobreza del periodismo internacional

6/02/2008 | Opinión

John Barbieri escribe sobre la perspectiva y los mitos peligrosos que han caracterizado la cobertura de la crisis poselectoral de Kenia en los Estados Unidos y en el resto del mundo.

En primer lugar, déjenme mencionar con honor que el título de este artículo ha sido tomado prestado de la periodista keniata Rebecca Wanjiku(1). Como muchos otros, he observado indignado y con consternación los acontecimientos ocurridos en Kenia tras el anuncio de los resultados de las elecciones (manipuladas), el 30 de diciembre. Igualmente me he sentido, si no más incluso, consternado, furioso e indignado al ver cómo la situación y la violencia de allí se ha presentado y enmarcado en los medios internacionales, especialmente en los Estados Unidos. En casi todos las informaciones y comentarios recientes sobre Kenia en los principales medios de comunicación de los Estados Unidos han estado presentes tres mitos particularmente peligrosos y dominantes, además de la distorsión. Todos estos mitos han sido comentados antes por figuras mucho más eminentes que yo, pero puede que sea de ayuda el repetirlos y volver a comentarlos todos a la vez en el mismo artículo.

Tres mitos omnipresentes y distorsión

Primero, esto no es un ‘conflicto étnico’. Similar a la forma en que se informa de la mayoría de los conflictos africanos, hay un marco ubicuo de la situación como un conflicto solamente regido por la etnicidad. Esto se analiza más profundamente en las presentaciones de ‘conflicto tribal’; debe quedar claro que esto es una representación extremadamente racista, anticuada e incorrecta de la situación. Aunque ha habido un factor étnico en algunos conflictos, se le ha dado una importancia exagerada a expensas de otros factores más dominantes como los Ricos/pobres, y las enormes desigualdades en la distribución de los recursos entre y a través de las ‘líneas étnicas’ (que es como si estas líneas pudieran ser definidas tan claramente). Como muchos han declarado más articuladamente en otros lugares, la situación debe ser reformulado como un conflicto político.

Más específicamente, la violencia organizada ocurrida tras las elecciones debe encuadrarse como las elites políticas manipulando a sus seguidores (incluyendo el pago y proporcionar armas a las milicias y utilizando los instrumentos armados del Estado) para ocasionar violencia a su favor; esto son los llamados líderes fomentando el odio entre sus seguidores sólo para su beneficio personal; y son políticos hambrientos de poder dispuesto a llegar hasta donde haga falta, literalmente dispuestos a destrozar las vidas de los keniatas en su intento de lograrlo, y estar tan vergonzosamente ansiosos de utilizar esa violencia como mero punto de presión sobre la comunidad nacional e internacional para llegar o mantenerse en el poder. Ambos partidos son culpables de esto, pero en particular el hombre que juró su cargo como presidente, que ha utilizado la fuerza desproporcionadamente brutal de la policía y el ejército, especialmente la unidad de servicios generales.

Las repercusiones de presentar la situación como si únicamente estuviese motivada por la etnicidad, pueden verse en el sentido distorsionado de la historia y del contexto para todos los conflictos en África y el resto del mundo. Una de las tergiversaciones históricas más generalizada se muestra especialmente evidente en los escritos populares y la memoria colectiva del genocidio de Ruanda, que sigue enmarcando el genocidio como algo que simplemente fue el resultado de un conflicto tribal primordial. De esta manera el contexto y la historia del genocidio está ofuscado por no atender al papel que interpretaba en ese tiempo el legado brutal del poder colonial (Bélgica, en el caso de Ruanda) y de las políticas nacionales, regionales e internacionales después de la “independencia”.

Segundo, esto no es un shock. Tenemos que luchar contra los mitos y las informaciones que se han difundido asegurando que los acontecimientos en Kenia son un gran shock, y que esto es un duro golpe para “esta almenara de estabilidad, democracia y crecimiento económico en África”. Para cualquiera que conozca la historia de Kenia, la historia del colonialismo y la historia desde la “independencia”, sabe que estos acontecimientos no son un sock y que llevan tiempo fabricándose. Los acontecimientos están directamente conectados con la incapacidad del gobierno de Kenia de asumir y enfrentarse al legado brutal y la distribución de poder heredada del dominio británico, incluida la propia constitución. Además, en concreto estos acontecimientos estaban escritos en forma de pintadas por todas las paredes, cuando se acercaban las elecciones, para cualquiera que prestase atención al fomento de la tensión étnica por parte del PNU de Kibaki y el ODM de Odinga, aunque muy pocos parecen dispuestos a reconocerlo. Cualquiera que diga que esto es un shock para él o es un ignorante descarado, miente o confunde el pensamiento por los deseos para ser tan ingenuo. Y cualquiera que diga que Kenia es una almenara de estabilidad, democracia y crecimiento económico en África está mal informando sobre la dureza y las injusticias a las que la mayoría de los keniatas se enfrentan desesperadamente a diario, también presenta erróneamente los cinco últimos años del “auge del crecimiento económico” presenciado durante el régimen de Kibaki, que mediante cantidades exorbitantes de corrupción y el incremento de las desigualdades de ingresos ha logrado que los beneficios de ese fuerte crecimiento económico haya llegado como mucho a una reducida elite.

Tercero, y puede que sea el más importante, el papel de los Estados Unidos. Debe quedar claro y la gente debe comprender bien el enorme papel que los Estados Unidos están jugando en Kenia y el todo el resto del África oriental. Estados Unidos han estado intentando con gran interés lograr aliados en todo el este y en el Cuerno de África, para contrarrestar a otros países considerados amenazas en la región. Estos aliados claves para Estados Unidos son Kenia, Tanzania, Etiopía, Yibuti, Uganda y el Gobierno federal de transición de Somalia. Estos aliados debe actuar como contrapeso a las amenazas de Sudán (del régimen de Al Bashir), Eritrea y la Unión de Tribunales Islámicos, UIC, de Somalia. La administración Bush ha apoyado abiertamente al actual presidente Kibaki, debido al hecho de que su Gobierno ha sido uno de estos aliados clave en la “guerra al terror en el este y el cuerno de África. La administración Kibaki ha permitido y trabajado conjuntamente con los Estados Unidos contra supuestos ataques por toda la costa de Kenia. La unidad antiterrorista de Kenia (Con apoyo americano y británico) ha llevado a cabo estas operaciones antiterroristas ilegales en la costa de Kenia, cuyo objetivo era la población de la considerable comunidad musulmana de allí. Según organizaciones de Derechos Humanos en Kenia, estas operaciones antiterroristas han sido, entre otras, redadas tortura y extradición de musulmanes (a Somalia, Etiopía y cualquier otro lugar) sin acusaciones formales o sin haberles dado un juicio, similar a las operaciones de la “Guerra contra el terror” en otras partes del mundo. La gente objetivo de estas operaciones, casi todos musulmanes, son dudosamente acusados de ser operativos de Al Qaeda o parte de otras organizaciones terroristas subversivas.

De manera similar, Kenia fue una aliada de la invasión respaldada por Estados Unidos de Somalia, por las fuerzas etíopes, para derrocar a la Unión de Tribunales Islámicos del sur de Somalia, hace exactamente un año. Lo que era, y todavía es, rutinariamente pasado por alto en la historia de la Unión de Tribunales Islámicos es cómo ayudaron a implementar el orden, la estabilidad y los servicios sociales que no se habían visto en el sur de Somalia en 15 años; y cómo la UIC fue ante todo un esfuerzo por deponer a los Señores de la Guerra (muchos de los cuales estaban siendo respaldados por Estados Unidos), y no para imponer un movimiento internacional de Al Qaeda, como los jihadistas, como muchos han afirmado. El papel de Kenia (es decir, la administración Kibaki) en las operaciones militares incluyen el trabajar de manera conjunta con las fuerzas estadounidenses en la frontera entre Somalia y Kenia y el compartir de manera regular la ‘inteligencia’, pero además jugó un papel mucho más directo. Al comienzo de la invasión, el ejército de Kenia, aparentemente a instancias de los Estados Unidos, cerró a cal y canto su frontera con Somalia y le negó la entrada a todos los somalís, incluidos los refugiados, que intentaban huir del sur de Somalia. Poco después, los Estados Unidos llevaron a cabo una serie de ataques aéreos en el sur de Somalia, matando al menos a 30 personas, la mayoría de, si no todos, ellos eran probablemente civiles que querían huir, no operativos de Al Qaeda, como se dijo. En pocas palabras, la administración Bush tenía claras ambiciones por ‘seguridad nacional’ para buscar que Kibaki, como aliado clave en su Guerra contra el Terror en el este de África, permaneciese en el poder. Además, hay que añadir a este interés creado americano, los intereses de compañías del Reino Unido y otros países europeos en Kenia, a los que probablemente no les importase la plataforma de democrática social de Odinga, que amenazaba con más impuestos y riqueza retributiva.

Aunque, el mayor golpe a la credibilidad y neutralidad de Estados Unidos en este asunto, se produjo inmediatamente después de que se anunciasen los resultados. Incrédulamente, el departamento de Estado de Estados Unidos se apresuró a felicitar al hombre que había jurado el cargo como Presidente en su “victoria”. Esto se hizo a pesar del hecho de que cada diplomático del país conocía perfectamente las irregularidades en las elecciones y el apresurado proceso de juramento del Presidente. Dándose cuenta de su error, el departamento de Estado cambió rápidamente para retractarse de su comunicado de felicitaciones, y emitió otro comunicado pidiendo que terminase la violencia y que se resolviese la situación con “remedios constitucionales y legales”. Sin embargo, es bastante obvio que estos “remedios” están descaradamente sopesados a favor del actual gobierno y así simplemente apoya el estatus quo. Kibaki y la corrupción. Desde el 4 de enero, Estados Unidos han estado siguiendo la ruta diplomática con la Subsecretaria de Estado para Asuntos Africanos, Jendayi Frazer, y el embajador Michael Ranneberger al frente de estos intentos. Sin embargo, ha sido inquietante que a pesar de la inspección de Frazer y las conversaciones por separado con ambas partes, la Subsecretaria, y por tanto los Estados Unidos en general, no pudieron evitar que Kibaki continuase con su plan desastrosamente y designase a los principales ministros de su gabinete.

Más recientemente, no debería sorprendernos que los pocos jefes de Estado que han hecho pública su felicitación a Kibaki por su victoria, son también aliados clave de la “guerra contra el terror” de la administración Bush. Estos jefes de Estado son; el Presidente Yoweri Museveni de Uganda, (que ha recibido mucha ayuda de la Administración Bush y ha sido crucial a la hora de suministrar tropas para la misión de la Unión Africana en Somalia), el presidente de transición de Somalia, Abdullahi Yusuf, de Somalia, (a quien ayudaron a reinstaurarse en el cargo Etiopía, Kenia y Estados Unidos tras derrocar a la Unión de Tribunales Islámicos), Sheikh Sabah de Kuwait, el rey Mohammed VI de Marruecos, y el Primer Ministro de Suazilandia, Themba Dlamini. Merece la pena citar un extracto del mensaje de felicitación del Presidente somalí, Abdullahi Yusuf: “…nuestros dos países deben seguir siendo compañeros fuertes en la guerra global contra el terror y firmes aliados para proteger la libertad.” Más aún, ¡debe darse más importancia a la acartonada dependencia que tiene Uganda de las rutas de suministro de Kenia y la estrecha relación de Museveni con Kibaki, y por tanto los persistentes informaciones difundidas sobre fuerzas de defensa ugandesas haciéndose pasar por policías, para destruir la propiedad y matar a gente en el oeste de Kenia deben ser tomadas muy en serio!

Como otros ya han dejado claro, (por ejemplo Mukoma wa Ngugi (2), Wandia Njoya (3), etc.), no debe darse por supuesto que Odinga, del ODM es de ninguna manera inherentemente antitético a los intereses de los Estados Unidos y del capital internacional, el escándalo extravagante por el Hummer (Famoso todoterreno derivado de un vehículo militar, que fabrica la estadounidense General Motors), de Odinga puede que fuera un ejemplo muy ilustrativo de su verdadera naturaleza de élite, que disfruta alegremente de sus conexiones con Occidente y de vivir muy por encima del resto de los keniatas. Tampoco debería darse por supuesto que el apoyo de Estados Unidos a líderes corruptos y autocráticos de Kenia comenzó con Bush y Kibaki, está sobradamente probado cómo los Estados Unidos han estado muy interesados en apoyar y proporcionar armas a la anterior dictadura de 24 años, de Daniel arap Moi, durante los últimos años de de la Guerra Fría geopolítica y después. Finalmente, todo esto no pretende sugerir una conexión directa de los Estados Unidos con los resultados manipulados de las elecciones, pero aun así, el conjunto de intereses y el rol de Estados Unidos, y otros actores internacionales, en Kenia, debe quedar claro. (Para más hechos y cifras sobre los lazos militares de Estados Unidos con Kenia y el actual gobierno de Kibaki, ver el excelente artículo corto de Daniel Volman

(4)).

La pobreza del periodismo internacional

En total, ha sido vergonzoso cómo los reporteros se han mostrado tan ansiosos para informar y ofrecer comentarios erróneos e inhumanos sobre el derramamiento de sangre, pero se han mostrado totalmente indiferentes para intentar comprender de verdad la situación e informar sobre lo que los keniatas están diciendo y pensando realmente, aunque esto ciertamente no sería ninguna sorpresa. La inspiración y título para este artículo viene del blog de la periodista keniata Rebecca Wanjiku “La pobreza del periodismo internacional”, y merece la pena citar en toda su extensión este extracto sobre una emisión en la CNN:

Comprender la lengua local es muy importante cuando se informa sobre países extranjeros. Por ejemplo el pasado domingo, (el 6 de enero de 2008), salió en la televisión un hombre herido, y los que lo llevaban cogido le dijeron en Swahili “tunampeleka hospital” (¿lo llevamos al hospital?), pero la traducción de la periodista fue que le habían preguntado “¿ha recibido un disparo o un corte?” dando la respuesta de que había sido una víctima de un tiroteo. Es probable que esto no sea un error inocente, puede que a la periodista no le haya importado qué era verdad y qué no, y también es poco probable que la audiencia del mundo entero se hubiera dado cuenta, pero utilizar videos como este para corroborar una historia que te estás inventando es información deshonesta. Tengo fe en que los keniatas pronto se estarán abrazando unos a otros, y que muy pronto volveremos a ocuparnos de tareas más urgentes y mundanas como la de Kujitafutia riziki, (llevar comida a la mesa). Espero que la CNN esté por aquí para cubrir eso y no solo correr hacia la siguiente gran historia. Por cierto, ¿cómo es posible que la CNN no cubra a los soldados americanos o civiles sangrando y retorciéndose de dolor, pero ni siquiera piensa un segundo en la dignidad de los muertos y los heridos de otros países?

Han sido los periodistas keniatas y los bloggers, como Rebeca, y otros reporteros locales los verdaderos campeones de mostrar y analizar correctamente la situación, y quienes están haciéndose eco de las verdaderas preocupaciones desesperadas de los keniatas. Los principales medios de comunicación internacional deberían, antes que prescribir condescendientemente análisis desde Londres, Nueva york o la embajada de los Estados Unidos en Nairobi, (la cual ha desaparecido, no geográficamente, sino cognitivamente de las preocupaciones de los kenitas), escuchar, comprender y aclarar la historia y el contexto de la actual situación, y dejar de hablar de manera tan ignorante y arrogante sobre el asunto.

Y los buenos periodistas deben gritar a sus compañeros periodistas que perpetuán esos mitos omnipresentes y estereotipos (como por ejemplo el periodista canadiense Arno Kopecky, en su artículo en el Daily Nation (5)). Así que, me gustaría aprovechar esta oportunidad, para hacer un llamamiento a la reportera de la CNN Zain Verjee. Señorita Verjee, como alguien que ha nacido en Kenia, y por lo tanto debería estar mejor informada, es despreciable cómo ha estado usted jugando con el punto de vista del ‘conflicto étnico’ en sus reportajes televisivos. ¿por qué esta haciendo esto? ¿Acaso está utilizando de manera cruel la grave situación de sus paisanos y paisanas para simplemente dar un impulso a sus ambiciones de carrera? ¿Cómo es que rara vez deja que otros keniatas hablen, y en lugar de eso elige hablar por ellos? ¿Por qué habiendo sido alguien que ha trabajado haciendo campaña para concienciar de la violencia contra las mujeres no ha informado más sobre los desproporcionados efectos que la violencia y el desplazamiento ha tenido en las mujeres de Kenia? Señorita Verjee siento mucho que sufriese un golpe con un bote de gas lacrimógeno durante uno de sus recientes reportajes (aunque no debería sorprenderme dado su intento de entender la historia), pero que ahora sienta un poco de la brutalidad que tantos y tantos keniatas han soportado y puede que ahora empiece a hablar honestamente de su parte y deje que sus voces sean escuchadas.

Debería informarse con eficacia de la situación en Kenia, como en todos los conflictos políticos (como por ejemplo la República Democrática del Congo, Somalia, Darfur, el este del Chad, Irak, Pakistán, Burma, Sri Lanka, etc), pero deben estar enmarcados y presentados con exactitud, incorporando un contexto histórico apropiado y la perspectiva de la gente de allí. Las perspectivas / historias de la gente del lugar deben ser expuestas, pero no deben trivializarse ni darles carácter sensacionalista, como se hace a menudo, particularmente en la simpleza de la información televisiva. Es tan triste que en el negocio que es la información televisiva en los Estados Unidos, rara vez oímos las voces de la gente de todo el mundo contando su propia historia, en lugar de eso lo que oímos demasiado a menudo es una voz en off de algún reportero occidental al que se le entienda con claridad (es decir, que suene a blanco) ¿por qué no utilizan subtítulos? ¿Por qué se le arrebata a esa gente la posibilidad de que se oiga su voz? ¿Por qué se nos arrebata a nosotros el poder oírla? o ¿Por qué no encontrar a gente en Kenia que hable inglés elocuentemente (ciertamente abundan en Kenia) para hablar por sí mismos, y no menospreciar su extranjería utilizando subtítulos injustificados? ¿Y por qué debemos esperar a que haya una situación de crisis para oír estas voces? ¿Por qué oímos sólo, o más bien vemos sólo, las malas noticias? ¿Por qué no vemos y oímos historias buenas, divertidas, tontas, juguetonas, edificantes y con poder cada día? ¿Por qué no oímos y vemos tan a menudo historias con profundidad sobre el amor y los sueños como las historias vistas superficialmente sobre desastres y desesperación?

En conclusión, noticias sin un apropiado sentido de la historia y el contexto son sólo un revoltijo de historias a medias, y noticias sin un apropiado respeto por las aportaciones de la gente que está afectada en realidad no es más que un listado de estereotipos insensibles. En las últimas semanas, ahora que la violencia ha remitido ligeramente, los medios de Estados Unidos parecen haber perdido el interés por la situación en Kenia. Perdonen mi extrema vulgaridad, pero los principales medios de Estados Unidos parecen dar este doble mensaje: no estamos interesados en los africanos ni en la política africana, a no ser que haya un baño de sangre como el de Ruanda, (con imágenes de espantosos ataques con machetes y todo, claro) así podemos estereotipar a todos los africanos como los salvajes que pensamos que son. Espero que todos los periodistas, reporteros y editores escuchar estas llamadas y empezar a actuar con responsabilidad y a informar sobre la verdad que proviene de África.

John Barbieri

* John Barbieri es un periodista independiente que vivió en Kenia de enero a junio de 2007. Es el fundador de la Coalición de Estados Unidos para la Paz con Verdad y Justicia en Kenia. Puede contactarse con él en:

kenyanpeace@gmail.com

Artículo recogido de Pambazuka.org el 22 de enero de 2008.


1. Rebecca Wanjiku (1/7/08). ‘The Poverty of International Journalism.’ Kenya Imagine. www.kenyaimagine.com/index.php?option=com_content&task=view&id=1015&Itemid=141

2. Mukoma wa Ngugi (1/10/08). ‘Let us not find revolutionaries where there are none.’ Pambazuka News. http://www.pambazuka.org/en/category/features/45291

3. Wandiya Njoya (1/1/08). ‘Kenya’s Crisis: A Drama Scripted For The Last Five Years.’ The Zeleza Post. http://www.zeleza.com/blogging/u-s-affairs/kenyas-crisis-drama-scripted-last- %0D five-years Leer también todos los demás de sus inspiradores artículos sobre Zeleza Post también. http://www.zeleza.com/blogging/u-s-affairs/kenyas-crisis-drama-scripted-last- %0D five-years

4. Daniel Volman (1/5/08). ‘U.S. Military Activities in Kenya.’ Association of Concerned African Scholars. http://www.concernedafricascholars.org/080110_volman.php

5. Arno Kopecky (1/5/08). ‘Violence and cynical foreign news crews.’ The Daily Nation. http://www.nationmedia.com/dailynation/nmgcontententry.asp?category_id=39&newsid=113971

Traducido por Rosa Moro del Departamento África de la Fundación Sur

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