En Costa de Marfil, la situación es cuestionable. ¡Cuanto más se acerca el 31 de octubre, menos sabemos lo que traerá el mañana! En un contexto de creencia popular, todos esperan, sin embargo, una intervención de Dios para traer la salvación. Esta salvación que viene de un Dios sin patria y sin clase, según el teólogo alemán Jürgen Moltmann, «debe manifestarse en los acontecimientos que se abren a un futuro…» Es precisamente aquí donde reconocemos su poder y su presencia.
El lugar de la esperada intervención de Dios es el que sufre Costa de Marfil y que tiene consecuencias en el cuerpo social, es decir, la falta de diálogo de sus líderes políticos. Que «no se abren a un futuro» de paz. En este caso concreto, lo que este país necesitaría, por tanto, no son «portavoces de la paz» que hablen en nombre de Dios, sino «pacificadores«, es decir facilitadores de diálogo que puede influir en las posiciones decididas y extremas, no solo con la oración (permanecer escuchando a Dios) sino también con palabras, frases, un posicionamiento y un plan de paz real (escrito) que legitima el acercamiento como viniendo de Dios y, finalmente, que tranquiliza a los protagonistas para que accedan a sentarse a dialogar. ¿Los líderes religiosos de Costa de Marfil son capaces de ser mensajeros y portadores de dicha salvación en un contexto donde el discurso político, con palabras y frases que se justifican a sí mismas, apenas resulta tranquilizador?
La contribución de Marie-Miran-Guyon, antropóloga francesa y especialista en religiones en Costa de Marfil, presentada en un simposio sobre Costa de Marfil en 2019, y titulada Crónica de tiempos inciertos. ¿Hacia una pérdida de influencia de los líderes religiosos en el espacio público marfileño? es esclarecedora en este sentido.
Relaciones teológico-políticas en Costa de Marfil y sus ambivalencias
Las relaciones entre líderes religiosos y políticos en la esfera pública han estado marcadas por una fuerte ambivalencia durante muchos años. Pasamos de relaciones «amigo-amigo» a relaciones tumultuosas, de regreso a relaciones «amigo-amigo» y así sucesivamente. Estas relaciones, por tanto, no se basan en la diferenciación profunda de los órdenes, el temporal y el espiritual, que luego concebirían una posible colaboración entre los dos órdenes en beneficio del bien común. Estos movimientos de ida y vuelta en sus relaciones, que Marie Miran-Guyon denomina “reflujos y flujos”, deben leerse teniendo en cuenta varios puntos. Entre otras cosas, cierta conciencia de los líderes religiosos para hablar como profetas y, por tanto, para decir cosas que serían “inspiradas”; confusión entre discurso de fe y opinión personal; el rechazo a la intervención religiosa en el espacio público, expresado por líderes políticos que sienten que no tienen nada que ver con él; los privilegios y «obsequios» otorgados a los líderes religiosos por los líderes políticos, que se deriva de una tradición política marfileña donde el Estado invierte en religiones (financiación de peregrinaciones, donaciones anuales, financiación de funerales, etc.) a la voluntad exclusiva del jefe de Estado; las “afinidades electivas” entre líderes religiosos y líderes políticos. Para ser honesto, las relaciones «interpersonales y especialmente privadas» de los líderes religiosos con los líderes políticos siguen activas.
Todo esto es conocido por el pueblo, los fieles y los marfileños en su conjunto. Esto contribuye a devaluar la palabra de los líderes religiosos en el espacio público. Este tipo de relación ambigua está a favor de los líderes políticos, ya que hace que los líderes religiosos aparezcan ante los ojos de los líderes políticos sólo como «especialistas sagrados» demasiado necesitados, que no tendrían nada que dar «en serio» al servicio del bien común. Más bien, son ellos, los líderes religiosos, quienes necesitarían que los políticos se beneficien de su generosidad. Como señala Marie Miran-Guyon, “como en los círculos políticos y finalmente en la sociedad marfileña, la prioridad de los intereses materiales o mundanos está creciendo en todas las comunidades religiosas. Esto no es nuevo, es cierto, pero es una realidad cada vez más mostrada con cada vez menos vergüenza”.
Francis Barbey
* El autor es sacerdote en la Diócesis de San-Pedro, en Costa de Marfil, profesor universitario especialista en alfabetización mediática y escritor.
Fuente: La Croix Africa
[Fundación Sur]
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