Todas las tribus y países del África Subsahariana tienen y respetan, al menos, un símbolo o token, que representa y proteja a la población. Suele ser un animal, símbolo u objeto de la naturaleza elegido por el clan o país como símbolo de protección y de unión de todo un pueblo, que respeta siempre su token.
Este símbolo importante para Uganda es la grulla crestada. Con su distintiva corona dorada, su bolsa roja en la garganta y sus delgadas patas negras, la grulla crestada es un ave muy querida en Uganda, que aparece en la bandera y el escudo de armas de la nación.
Todos los equipos deportivos nacionales del país también llevan el apodo de esta ave icónica, pero en los últimos años ha entrado en declive y los conservacionistas dicen que podría enfrentarse a la extinción si no se hace más para protegerla.
También conocidas como grullas de corona gris, las aves se encuentran predominantemente en Uganda, pero también en Kenia, Tanzania, Ruanda, Burundi, República Democrática del Congo, Mozambique, Sudáfrica y Zimbabue.
La ley de Uganda protege a esta ave, que estipula una sentencia de cadena perpetua y/o una multa de 20.000 millones de chelines ugandeses (4.768.580 millones de euros) para quienes la maten.
Desde hace siglos, la superstición cultural local de Buganda también protegía a esta elegante ave, que se consideraba un símbolo de riqueza, buena fortuna y longevidad. Pero para los agricultores del oeste de Uganda, donde las grullas suelen estar, ese miedo se ha disipado y, a menudo, solo los conservacionistas parecen saber que está prohibido matarlas.
Los agricultores de Mbarara, como Fausita Aritua, señalan que cuando van a su parcela de maíz se pasan todo el día ahuyentando a las grullas. Y es que con el aumento de la población humana, la alta demanda de alimentos está empujando a los agricultores a cultivar en humedales, dejando a las grullas crestadas con áreas cada vez más reducidas para alimentarse. En los últimos años, se han encontrado decenas de grullas muertas después de que los agricultores de arroz y maíz las envenenaran en el distrito de Lwengo, en el centro-sur de Uganda.
Se ha tratado de animar a los agricultores a utilizar diferentes métodos de disuasión, como los espantapájaros, para proteger sus cultivos de las grullas invasoras. Un agricultor más consciente de la importancia de la conservación de la grulla comenta «simplemente las persigo, porque crecí sabiendo que no se debe matar a la grulla crestada. Pero el gobierno debería considerar compensar a los agricultores por los daños a los cultivos«.
Las grullas crestadas, que pueden vivir poco más de dos décadas, casi nunca se reproducen en cautiverio, ya que son aves famosas por su fidelidad. Atraen a una pareja bailando, haciendo reverencias y saltando, y a menudo se las ve caminando en parejas o familias. Una pareja definirá su propio territorio y puede ser muy agresiva para defenderlo.
Nature Uganda, una organización para la conservación de la naturaleza, señala que estos esfuerzos estaban ayudando lentamente a estabilizar la situación, pero el número de grullas seguía siendo «muy bajo». Desde la entidad informan que en la década de 1970, Uganda contaba con una población de más de 100.000 grullas crestadas, pero hoy ese número se ha reducido a solo 10.000. Dan Sseruge, un ornitólogo ugandés, comenta que «a pesar de su serenidad, belleza y popularidad, el ave se enfrenta a una grave amenaza. Esto significa que, si no se toman medidas urgentes para revertir esta tendencia, podríamos ver a las grullas abocadas a la extinción”.
El presidente Yoweri Museveni, que viene de la Región Occidental, ha estado instando a los agricultores invasores a que abandonen las zonas de humedales y, según los medios locales, ha declarado 2025 como el año de la conservación de los humedales.
Sería una buena señal, de gobernanza responsable, si el gobierno de Uganda hiciera el mismo esfuerzo en proteger la vida, dignidad y desarrollo de todas las tribus de Uganda, especialmente las del norte del país, a través de una gestión más justa y ética de los ricos recursos del país.
Lázaro Bustince
CIDAF-UCM