Un informe de Amnistía Internacional y Human Right’s Watch denuncia una operación sistemática y altamente organizada para vaciar una zona de ciudadanos tigriñas. Se calcula que unos dos millones de personas se han visto obligadas a salir de su tierra en esta región de Etiopía. La investigación se ha realizado con los testimonios, recogidos durante más de dos años, de cientos de refugiados que abandonaron su país.
En el oeste de la región, los primeros combates entre el Ejército etíope y el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF) terminaron a las pocas semanas de que estallara la guerra, en noviembre de 2020. Las fuerzas federales se hicieron –a pesar de escaramuzas ocasionales desde entonces– con el control temporal de gran parte del territorio, y fue precisamente con la tensa calma cuando se activó la campaña masiva de expulsión de tigriñas.
Volvieron los enfrentamientos militares entre los dos bandos y el ejército de TPLF retomó grandes extensiones de Etiopía y se acercó peligrosamente en su ofensiva a la capital Addis Abeba. Con la presión de los gobiernos poderosos, sobre todo de Estados unidos (EE.UU.), se frenó la guerra abierta, pero continuó la misma política del gobierno federal para aislar y privar a la población de Tigray de toda ayuda humanitaria, provocando una gravísima crisis de supervivencia, casi ignorada por el mundo occidental.
Los representantes de Amnistía Internacional y de Derechos Humanos escucharon con frecuencia de los desplazados tigriñas en Sudán y en la región oeste del rio Tekeze la amenaza que les lanzaban las fuerzas especiales de Amhara y los milicianos FANO (milicia armada amhara): “Os borraremos de esta tierra de Tigray”.
La Unión Europea (UE) teme que el conflicto armado en Etiopía degenere en 2022 y provoque una catástrofe humana y una crisis migratoria de proporciones históricas. Fuentes comunitarias alertan del riesgo de que la guerra desestabilice todo el Cuerno de África, una zona donde viven más de 200 millones de personas y que ya soporta la tensión de gigantescos desplazamientos internos de población.
EE.UU., que apoya al gobierno federal etíope de Aby Ahmed, impone sanciones a empresas de Eritrea y Tigray. La UE no tiene una política unánime hacia este conflicto.
Resulta sorprendente, como el mundo occidental, sobre todo, se ha identificado y comprometido con la guerra y genocidio que Rusia ha provocado en Ucrania, lo cual es muy natural por la cercanía geográfica e intereses en este conflicto. Al mismo tiempo, la guerra y genocidio de Etiopía tiene lugar en un plano muy olvidado, pues su relevancia afecta particularmente a la región del Cuerno de África.
En este contexto, recuerdo el monumento dedicado en Washington, a resaltar la dignidad e igualdad de todas las vidas humanas: “Black Lives Matter Plaza”, como símbolo contra la violencia racista, que existe no solamente en un país o continente, sino que nos afecta en todos los pueblos del Planeta. Avanzamos o retrocedemos juntos.
Los genocidios son una tragedia de toda la Humanidad, tengan lugar en países de África o de Europa, porque somos y vivimos más interdependientes que antes, en este mundo globalizado, como nos lo ha recordado la experiencia de la pandemia o el compromiso unánime de 193 países, en 2015, sobre los Objetivos del Desarrollo Sostenible.
Lázaro Bustince Sola
[CIDAF-UCM]