La gran desconocida: la formación continua en interculturalidad, por José Julio Martín Sacristán

17/09/2012 | Bitácora africana

Durante este año tuve que organizar un viaje empresarial para 2 socios que pretendían expandir su negocio en un país de África. Como suelo hacer, les ofrecí la posibilidad de formarse en la realidad socio-cultural y empresarial del lugar que iban a visitar, y como suele ser habitual también, rechazaron mi consejo.

La verdad, si me hubieran dicho que no deseaban incurrir en más gastos, hasta lo hubiera entendido. Habría valorado como un error estratégico considerar la formación continua como un gasto en vez de una inversión, pero las finanzas son las que son y en ocasiones limitan nuestras posibilidades. Pero lo que me respondieron fue que no sentían la necesidad de realizar ningún curso porque ya tenían experiencia suficiente fuera de España (en el este de Europa y Sudamérica), sentían que ya estaban curtidos en la interculturalidad, y sabían manejarse con los extranjeros. Error.

En el ámbito de la interculturalidad, responder a una oferta de formación con un “no lo necesitamos” suele entrañar una resistencia personal a la imprescindible apertura en este terreno. Por lo general, sucede que las primeras experiencias tienden a convertirse en el perfecto manual a seguir para las siguientes, con independencia del país o entorno cultural en que hayan tenido lugar unas y vayan a desarrollarse otras… Tremendo error.

Por lo general, a la gente le gusta considerarse muy abierta a la interculturalidad, pero las personas siguen arrastrando prejuicios y estereotipos. El trabajo con otros países exige una formación continua en el ámbito social y cultural de nuestros interlocutores, y una constante vigilancia personal sobre cuanto sentimos, pensamos, decimos y actuamos. El problema es que es muy difícil aceptar nuestras propias incongruencias y es por eso que necesitamos ayuda externa.

La empresa de estos dos socios que viajaron a África cuenta con cero posibilidades en el país al que pretendían extenderse. Tal y como me contó mi contacto en la zona, uno de ellos, sin ser siquiera consciente, transmitió a sus interlocutores un carácter plagado de rasgos coloniales; los educados africanos con los que trató le dieron largas, y él ni se enteró. ¿Cómo se le dice a quien se considera ciudadano del mundo, abierto y acogedor en cualquier ámbito cultural, que en este país en concreto había arruinado sus posibilidades de hacer negocio? Podemos imaginar su respuesta, pero no conviene imprimirla. Por lo que todavía no se ha enterado de qué va la cosa.

Original en : África Factor Humano

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