La fuerza de la solidaridad

31/03/2025 | Editorial, Opinión

En todos los conflictos bélicos los que más sufren son siempre las personas más vulnerables: las mujeres y las niñas, pues pagan un alto precio durante todas las crisis humanitarias.

Durante los dos años de guerra civil, entre el ejército sudanés y las Fuerzas de Apoyo Rápido, ahora rebeldes y paramilitares, la violencia sexual se ha utilizado frecuente e impunemente como arma de guerra.

La mejor y, con frecuencia, la única ayuda disponible sigue siendo la ayuda mutua entre las mujeres para sobrevivir la violencia de la guerra. Muchas de las personas necesitadas siguen encontrando apoyo —psicológico, médico y económico— en grupos de ayuda mutua dedicados y liderados por mujeres, establecidos en todo el país como parte de una respuesta comunitaria más amplia, en una de las mayores emergencias humanitarias del mundo.

El grupo de mujeres de “Sennar” se creó para ayudar a las mujeres y niñas desplazadas por los ataques de las Fuerzas de Apoyo Rápido. El grupo se centra principalmente en proporcionar productos sanitarios, primeros auxilios para sobrevivientes de violencia sexual y vitaminas para mujeres embarazadas.

Estos servicios se basan en una rica tradición de solidaridad social en Sudán y ahora cuentan con varios cientos de miembros en todo el país. Son operadas por miles de voluntarias, que preparan comidas diarias y mantienen servicios como la electricidad y el agua.

La ayuda mutua ha sido especialmente crucial en Sudán, ya que los grupos de ayuda internacional no han logrado acceder de forma constante a las zonas de conflicto. Esto ocurre a pesar de que la guerra ha provocado una grave crisis de desplazamientos con más de 12 millones de personas desarraigadas y causando una terrible crisis de hambre, incluso de hambruna, en varias zonas del país.

Para comprender mejor la labor de la ayuda mutua centrada en las mujeres, “The New Humanitarian” entrevistó a varios miembros del grupo Sennar. Las voluntarias afirmaron que los grupos ofrecen un sustento para muchas mujeres y niñas, argumentando que la respuesta de ayuda internacional ha desatendido sus necesidades.

Los grupos de ayuda mutua reciben apoyo de benefactores sudaneses y grupos de la diáspora, pero esos fondos aún son limitados, lo que significa que los comedores comunitarios se ven obligados a cerrar con frecuencia sus servicios. También ha recibido apoyo de ONG nacionales e internacionales.

Según la ONU, de los más de 30 millones de personas que necesitan ayuda, más de la mitad son mujeres y niñas. Aunque gran parte del trabajo de las mujeres se ha centrado en las emergencias, también han encontrado tiempo para establecer y gestionar centros de aprendizaje y recreación para niños sin escolarizar.

Las voluntarias también desarrollan la gestión de proyectos de empoderamiento económico que incluyen programas de capacitación y la promoción de pequeñas cooperativas dedicadas a oficios locales como la fabricación de jabón y la artesanía. Algunos de estos proyectos que han salido adelante, como una asociación agrícola que cultiva hortalizas cerca del Nilo, donan una parte de sus productos a los comedores comunitarios, mientras que el resto se vende.

A pesar de los desafíos que implica la ayuda mutua, varias voluntarias afirman que la organización colectiva las ha inspirado y que les gustaría utilizarla como plataforma para el futuro activismo feminista una vez que termine la guerra.

Este es un ejemplo elocuente de como la auténtica liberación y regeneración social y económica comienza siempre de las propias personas oprimidas, aunque sea siempre conveniente la solidaridad de otros grupos, gobiernos y naciones.

CIDAF-UCM

Autor

  • Nacido en Izco (Navarra), en 1942, estudió filosofía en Pamplona (1961-1964). Hizo el noviciado en Gap – Grenoble (1964-1965), con los Misioneros de África (Padres Blancos). Estudió Teología en el instituto M.I.L. de Londres, (1965-1969), siendo ordenado sacerdote en Logroño, en los Padres Blancos en 1969.

    Comenzó su actividad misionera en África en 1969, siendo enviado a la diócesis de Hoima en Uganda, donde estuvo trabajando en la educación, desarrollo y formación de líderes durante nueve años. Luego vivió un periodo de trece años en diversas ciudades europeas, trabajando en la educación y capacitación de los jóvenes (Barcelona 1979-1983)) , en Irlanda como responsable de la formación de los candidatos polacos (1983-1985), y en Polonia donde fue Rector del Primer Ciclo de Filosofía Polaco (1985-1991), y se doctoró en Teología espiritual en Lublin, donde fue nombrado profesor de la misma Universidad Católica de Lublin (KUL), de dicha ciudad, en 1991.

    Regresó a Uganda en 1992, y fue elegido Provincial de los padres Blancos de Uganda hasta 1999. Durante este periodo, fue también presidente de la Asociación de Religiosas-os en Uganda (ARU), y pionero en la construcción del Centro Nacional de Formación Continua (USFC). Además inició la Comisión de Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC) en 1994, trabajando en la formación de líderes en JPIC.

    En 2000 y 2004 cursó estudios sobre educación en Justicia, Paz, y Transformación de Conflictos, en Dublín. Desde su regreso a Uganda, fue pionero en la capacitación de agentes sociales en JPIC, y en el establecimiento del primer Consorcio de Educación Ética (JPIIJPC), lanzado por seis Congregaciones Misioneras, en 2006. Desde el inicio, y hasta junio 2011, ostentó el cargo de primer Director del Instituto. Al mismo tiempo fue profesor invitado de Ética en la Universidad de los Mártires de Uganda (UMU).

    En septiembre de 2011 fue nombrado director general de África Fundación Sur (AFS), organismo que dejó de existir en 2021. En la actualidad sigue trabajando por África al 100 % siendo, entre otras ocupaciones, editorialista en el CIDAF-UCM.

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