En todos los conflictos bélicos los que más sufren son siempre las personas más vulnerables: las mujeres y las niñas, pues pagan un alto precio durante todas las crisis humanitarias.
Durante los dos años de guerra civil, entre el ejército sudanés y las Fuerzas de Apoyo Rápido, ahora rebeldes y paramilitares, la violencia sexual se ha utilizado frecuente e impunemente como arma de guerra.
La mejor y, con frecuencia, la única ayuda disponible sigue siendo la ayuda mutua entre las mujeres para sobrevivir la violencia de la guerra. Muchas de las personas necesitadas siguen encontrando apoyo —psicológico, médico y económico— en grupos de ayuda mutua dedicados y liderados por mujeres, establecidos en todo el país como parte de una respuesta comunitaria más amplia, en una de las mayores emergencias humanitarias del mundo.
El grupo de mujeres de “Sennar” se creó para ayudar a las mujeres y niñas desplazadas por los ataques de las Fuerzas de Apoyo Rápido. El grupo se centra principalmente en proporcionar productos sanitarios, primeros auxilios para sobrevivientes de violencia sexual y vitaminas para mujeres embarazadas.
Estos servicios se basan en una rica tradición de solidaridad social en Sudán y ahora cuentan con varios cientos de miembros en todo el país. Son operadas por miles de voluntarias, que preparan comidas diarias y mantienen servicios como la electricidad y el agua.
La ayuda mutua ha sido especialmente crucial en Sudán, ya que los grupos de ayuda internacional no han logrado acceder de forma constante a las zonas de conflicto. Esto ocurre a pesar de que la guerra ha provocado una grave crisis de desplazamientos con más de 12 millones de personas desarraigadas y causando una terrible crisis de hambre, incluso de hambruna, en varias zonas del país.
Para comprender mejor la labor de la ayuda mutua centrada en las mujeres, “The New Humanitarian” entrevistó a varios miembros del grupo Sennar. Las voluntarias afirmaron que los grupos ofrecen un sustento para muchas mujeres y niñas, argumentando que la respuesta de ayuda internacional ha desatendido sus necesidades.
Los grupos de ayuda mutua reciben apoyo de benefactores sudaneses y grupos de la diáspora, pero esos fondos aún son limitados, lo que significa que los comedores comunitarios se ven obligados a cerrar con frecuencia sus servicios. También ha recibido apoyo de ONG nacionales e internacionales.
Según la ONU, de los más de 30 millones de personas que necesitan ayuda, más de la mitad son mujeres y niñas. Aunque gran parte del trabajo de las mujeres se ha centrado en las emergencias, también han encontrado tiempo para establecer y gestionar centros de aprendizaje y recreación para niños sin escolarizar.
Las voluntarias también desarrollan la gestión de proyectos de empoderamiento económico que incluyen programas de capacitación y la promoción de pequeñas cooperativas dedicadas a oficios locales como la fabricación de jabón y la artesanía. Algunos de estos proyectos que han salido adelante, como una asociación agrícola que cultiva hortalizas cerca del Nilo, donan una parte de sus productos a los comedores comunitarios, mientras que el resto se vende.
A pesar de los desafíos que implica la ayuda mutua, varias voluntarias afirman que la organización colectiva las ha inspirado y que les gustaría utilizarla como plataforma para el futuro activismo feminista una vez que termine la guerra.
Este es un ejemplo elocuente de como la auténtica liberación y regeneración social y económica comienza siempre de las propias personas oprimidas, aunque sea siempre conveniente la solidaridad de otros grupos, gobiernos y naciones.
CIDAF-UCM