La esclavitud moderna en aumento

15/12/2025 | Editorial, Opinión

Según las últimas estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el trabajo forzoso y el matrimonio forzado han aumentado considerablemente en los últimos cinco años. En 2021 había 10 millones más de personas en situación de esclavitud moderna en comparación con 2016, lo que eleva el total a 50 millones en todo el mundo. Las mujeres y los niños siguen siendo desproporcionadamente los más vulnerables.

A pesar de no estar definida en la ley, la esclavitud moderna se utiliza como un término general que abarca prácticas como el trabajo forzoso y el matrimonio forzado. Hace referencia a situaciones de explotación de las que una persona no puede escapar debido a amenazas, violencia, coerción, engaño o abuso de poder.

La esclavitud moderna se da en casi todos los países del mundo y traspasa todas líneas étnicas, culturales y religiosas. Más de la mitad (el 52 %) de todos los trabajos forzados y una cuarta parte de todos los matrimonios forzados se encuentran en países de renta media-alta o alta. La OIT adoptó un nuevo Protocolo legalmente vinculante diseñado para reforzar la lucha contra el trabajo forzoso en todo el mundo, que entró en vigor en noviembre de 2021.

La ganancia anual global generada por el trabajo forzoso se estima en 236.000 millones de dólares. Esta cantidad representa salarios arrebatados a los trabajadores, lo que afecta especialmente a los que ya tienen dificultades para mantener a sus familias. Para los trabajadores migrantes, significa menos dinero para enviar a casa. Además, los gobiernos pierden ingresos fiscales debido a la naturaleza ilegal de estos beneficios, que también pueden fomentar una mayor explotación, dar más poder a las redes delictivas y socavar el Estado de Derecho.

El informe «Ganancias y pobreza: Aspectos económicos del trabajo forzoso» pretende arrojar luz sobre este tipo de beneficios ilegales, revelando que son alarmantemente elevados y que, además, se han disparado en los últimos diez años, impulsados por un aumento del trabajo forzoso y mayores lucros por víctima.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en 2021 había 27,6 millones de personas en situación de trabajo forzoso en todo el mundo. De 2016 a 2021, la cifra aumentó en 2,7 millones, sobre todo debido al trabajo forzoso impuesto por el sector privado.

Ninguna región está exenta del problema, siendo Asia y el Pacífico la que registra la cifra más alta (15,1 millones), seguida de Europa y Asia Central (4,1 millones), África (3,8 millones), América (3,6 millones) y los Estados Árabes (0,9 millones).

El Día para la Abolición de la Esclavitud fue establecido para concienciar a la opinión pública sobre el flagelo que supone la esclavitud moderna. La fecha del 2 de diciembre fue elegida para conmemorar el aniversario de la Convenio para la Represión de la Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena, aprobada el 2 de diciembre de 1949.

El día se centra en la erradicación de las formas contemporáneas de esclavitud, como la trata de personas, la explotación sexual, las peores formas de trabajo infantil, el matrimonio forzado y el reclutamiento forzoso de niños para su uso en conflictos armados.

Algunas formas tradicionales de esclavitud aún persisten en sus formas anteriores, mientras que otras se han transformado. Los informes preparados por los órganos de las Naciones Unidas y las ONG demuestran la persistencia de las viejas formas de esclavitud que subsisten al amparo de creencias y costumbres tradicionales. Esas formas de esclavitud son el resultado de una discriminación arraigada contra los grupos más vulnerables de la sociedad, como las personas consideradas de casta inferior, las minorías tribales y los pueblos indígenas.

Junto con las formas tradicionales de trabajo forzoso, como el trabajo en condiciones de servidumbre y la servidumbre por deudas, existen en la actualidad formas más contemporáneas como la de los trabajadores migrantes que son víctimas de la trata a fin de ser sometidos a todo tipo de explotación económica en el plano mundial, a saber: el trabajo doméstico desarrollado en condiciones de servidumbre y el trabajo en la industria de la construcción, en la industria alimentaria y del vestido, en el sector agrícola y en la prostitución forzosa.

La mayoría del trabajo infantil que existe en la actualidad entraña una explotación económica. El artículo 32 de la Convención sobre los Derechos del Niño, reconoce “el derecho del niño a estar protegido contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral o social”.

En el Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, se define la «trata de personas» como la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de explotación.

Estos abusos de las personas, sobre todo de las más vulnerables de la sociedad, delatan una grave deshumanización y aquí radica nuestro principal reto y compromiso de regenerar una nueva humanidad.

* Esta editorial está fundamentada en información ofrecida por la OIT 2022

CIDAF-UCM

Autor

  • Nacido en Izco (Navarra), en 1942, estudió filosofía en Pamplona (1961-1964). Hizo el noviciado en Gap – Grenoble (1964-1965), con los Misioneros de África (Padres Blancos). Estudió Teología en el instituto M.I.L. de Londres, (1965-1969), siendo ordenado sacerdote en Logroño, en los Padres Blancos en 1969.

    Comenzó su actividad misionera en África en 1969, siendo enviado a la diócesis de Hoima en Uganda, donde estuvo trabajando en la educación, desarrollo y formación de líderes durante nueve años. Luego vivió un periodo de trece años en diversas ciudades europeas, trabajando en la educación y capacitación de los jóvenes (Barcelona 1979-1983)) , en Irlanda como responsable de la formación de los candidatos polacos (1983-1985), y en Polonia donde fue Rector del Primer Ciclo de Filosofía Polaco (1985-1991), y se doctoró en Teología espiritual en Lublin, donde fue nombrado profesor de la misma Universidad Católica de Lublin (KUL), de dicha ciudad, en 1991.

    Regresó a Uganda en 1992, y fue elegido Provincial de los padres Blancos de Uganda hasta 1999. Durante este periodo, fue también presidente de la Asociación de Religiosas-os en Uganda (ARU), y pionero en la construcción del Centro Nacional de Formación Continua (USFC). Además inició la Comisión de Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC) en 1994, trabajando en la formación de líderes en JPIC.

    En 2000 y 2004 cursó estudios sobre educación en Justicia, Paz, y Transformación de Conflictos, en Dublín. Desde su regreso a Uganda, fue pionero en la capacitación de agentes sociales en JPIC, y en el establecimiento del primer Consorcio de Educación Ética (JPIIJPC), lanzado por seis Congregaciones Misioneras, en 2006. Desde el inicio, y hasta junio 2011, ostentó el cargo de primer Director del Instituto. Al mismo tiempo fue profesor invitado de Ética en la Universidad de los Mártires de Uganda (UMU).

    En septiembre de 2011 fue nombrado director general de África Fundación Sur (AFS), organismo que dejó de existir en 2021. En la actualidad sigue trabajando por África al 100 % siendo, entre otras ocupaciones, editorialista en el CIDAF-UCM.

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