La discriminación contra el colectivo de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI) es tan irracional como el racismo

23/05/2014 | Opinión

En enero, el presidente de Nigeria firmó una nueva ley que castiga las uniones del mismo sexo con hasta 14 años de cárcel.

En marzo, miles de ugandeses se unieron a una “celebración” de la nueva Ley Antihomosexual del país, que castiga gays y lesbianas con la cadena perpetua y toma medidas contra las organizaciones de derechos humanos que les defienden. Hay al menos 77 países que criminalizan la homosexualidad. Cinco ordenan la pena de muerte para las relaciones homosexuales consentidas.

En varios países del Este de Europa y de Asia Central, los diputados han pedido recientemente leyes para castigar cualquier intento de presentar las relaciones homosexuales de forma positiva, restringiendo la libertad de expresión y asamblea. En Kenia y en la República Democrática del Congo, los diputados han pedido una severa legislación antihomosexual.

En febrero, durante un discurso televisado para conmemorar la independencia del país, el presidente de Gambia pidió para el país combatir a los homosexuales “de la misma forma en que estamos luchando contra los mosquitos causantes de la malaria, incluso de manera más agresiva”.

Táctica deliberada

Tales actitudes pueden ser una táctica deliberada, impulsada por grupos religiosos bien financiados, para distraer la atención de los problemas reales tales como la pobreza. La homofobia favorece los prejuicios y conceptos erróneos. Estos incluyen las nociones de que la homosexualidad es “antinatural”, que la gente gay son más propensos a ser pedófilos o a acosar a los niños, que la despenalización de la homosexualidad conducirá automáticamente a los matrimonios del mismo sexo y que la igualdad de derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGTBI) transgrede, de alguna manera, la libertad religiosa.

En realidad, la homosexualidad es un hecho de la naturaleza, se observa en cada sociedad humana a los largo de la historia; ha sido tolerada por siglos en muchas sociedades y solo recientemente ha surgido como una cuestión política. No hay evidencia de que los homosexuales acosen a los niños con más frecuencia que los heterosexuales; la pedofilia es un crimen y nadie desea cambiar eso.

Solicitar el fin de la persecución de la comunidad LGTBI es una llamada para poner fin a la discriminación y a la violencia, una premisa básica de nuestros derechos humanos universales. Esto no tiene relación con el matrimonio homosexual, que las sociedades puedan optar por debatir.

Campaña de las Naciones Unidas

Para contrarrestar estos prejuicios, desde las Naciones Unidas el año pasado pusimos en marcha la campaña Free & Equal, un plan sin precedentes de las Naciones Unidas para aumentar el conocimiento sobre los derechos de la comunidad LGBTI. Lo hicimos porque los derechos humanos son para todos los seres humanos. La discriminación sobre la base de la orientación sexual es tan irracional como la discriminación sobre la base del color de la piel, al igual que viola claramente los derechos humanos.

Además, la violencia resultante padecida por muchas personas del colectivo LGBTI es espantosa. Para que la leyes generen acción: la acción policial, tal como la reciente incursión en un proyecto de salud en Uganda porque era supuestamente “jóvenes formándose en la homosexualidad”; la acción judicial, tales como pruebas y sentencias a prisión para la gente que no debería ser vista como criminales; y la actuación de los miembros del público.

Un efecto de este tipo de leyes es que permiten el abuso físico del colectivo LGBTI, el vandalismo a sus bienes, las amenazas de muerte y la llamada “violación correctiva”. Otro efecto es el chantaje: una falsa afirmación de que alguien es gay puede crear tal daño legal y en la reputación que él o ella pagará por el silencio. Algunos pueden argumentar que el tiempo se hará cargo de este problema: en el pasado, el colectivo LGBTI se enfrentaba a la persecución por los sistemas legales de muchos países en donde ahora pueden vivir libremente, pero no podemos simplemente esperar. Si cualquier otro grupo de millones de individuos fuera forzado a vivir con tal miedo y estigma, la comunidad internacional seguramente se uniría en la condena y en la demanda de una acción inmediata.

El hecho de que algunos países rechacen reconocer la escala del problema – y que un poco de combustible avive las llamas del prejuicio- hace que sea más urgente seguir presionando para el cambio.

La clave será habilitar debate informado que disipe la insinuación, el mito y la calumnia, y nos recuerde que el colectivo LGTBI tiene el mismo derecho a la dignidad y la libertad.

Navy Pillay

Mail & Guardian (Sudáfrica)

[Traducción Miguel Obregón]

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster