El cambio climático tiene causas humanas. El papa Francisco, en su última exhortación Laudate Deum, que es una actualización de Laudato Si, revela la identidad del verdadero culpable que hay detrás de todo el deterioro ambiental: el «paradigma tecnocrático», que ya no se ciñe a las finanzas y la vieja tecnología, sino que ha dado un paso más arriesgado: «La inteligencia artificial y las últimas novedades tecnológicas parten de la idea de un ser humano sin límite alguno, cuyas capacidades y posibilidades podrían ser ampliadas hasta el infinito gracias a la tecnología. Así, el paradigma tecnocrático se retroalimenta monstruosamente» LD,2
La inteligencia artificial debe servir para mejorar la calidad de la vida humana y el bien común. Este proceso exige sabiduría y valores humanos para dar tres pasos importantes, primero: repensar el sentido del poder humano (LD, 28), segundo: respetar los valores éticos en los campos del comercio y de la información (LD, 29) y tercero: reforzar y reconfigurar las debilitadas instituciones políticas multilaterales. (LD, 37).
Mientras «los intereses económicos» se mofan de las acciones de grupos que son criticados como ‘radicalizados’, Francisco rompe una lanza por ellos ya que ellos «cubren un vacío de la sociedad entera, que debería ejercer una sana ‘presión’, porque a cada familia le corresponde pensar que está en juego el futuro de sus hijos» (LD, 58).
El bien común debe protegerse entre todos porque «todo está conectado», porque “nadie se salva solo”. De hecho, los fenómenos extremos en el clima, son cada vez más frecuentes e intensos.
¿Cómo olvidar que África, que alberga más de la mitad de los más pobres del planeta, es responsable de una mínima parte de las emisiones históricas?
La realidad es que, millones de personas pierden su empleo debido a las diversas consecuencias del cambio climático. Tanto el aumento del nivel del mar como las sequías y muchos otros fenómenos que afectan al planeta han dejado a mucha gente a la deriva.
“En Laudato Si ofrecí un breve desarrollo acerca del paradigma tecnocrático que está detrás del proceso actual de degradación del ambiente. Es un modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla”. En el fondo consiste en pensar «como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico».
Como lógica consecuencia, «de aquí se pasa fácilmente a la idea de un crecimiento infinito o ilimitado, que ha entusiasmado tanto a economistas, y tecnólogos. El paradigma tecnocrático nos ciega y no nos permite advertir que la humanidad actual está manipulada”.
Hemos hecho impresionantes y asombrosos progresos tecnológicos y no advertimos que al mismo tiempo nos convertimos en seres altamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres y nuestra propia supervivencia, como afirman también prestigiosos académicos de Harvard Universiy.
Esto se conecta con la insistencia en la Carta encíclica Fratelli Tutti sobre el primado de la persona humana y la defensa de su dignidad más allá de toda circunstancia.
Hoy más que nunca necesitamos espacios de conversación, de consulta, de resolución de conflictos y, en definitiva, de una mayor “democratización” en el ámbito global para que se expresen e incorporen las variadas situaciones. Ya no nos servirá sostener instituciones para preservar los derechos de los más fuertes sin cuidar los de todos.
Si confiamos en la capacidad del ser humano de trascender sus pequeños intereses y de pensar en cuidar a los demás, no podemos dejar de soñar en fuentes de energía más limpias para todos. Esta transición de los combustibles fósiles hacia energías limpias, como la eólica y la solar, no tiene la velocidad necesaria.
Suponer que cualquier problema futuro podrá ser resuelto con nuevas intervenciones técnicas es un pragmatismo homicida. Ojalá quienes intervengan puedan ser estrategas capaces de pensar en el bien común y en el futuro de sus hijos, más que en intereses circunstanciales de algunos países o empresas. Ojalá muestren así la nobleza de la política y no su vergüenza, como lo están haciendo ahora, en la exclusión de inmigrantes, en las guerras y el terrorismo, sabiendo que la guerra es siempre una derrota, causando muerte y sufrimiento a personas inocentes.
No hay cambios duraderos sin cambios culturales, sin una maduración en la forma de vida y en las convicciones de las sociedades, y no hay cambios culturales y de valores, sin cambios en las personas.
CIDAF-UCM