Kivu Sur: La Iglesia católica denuncia una guerra de usura

23/12/2009 | Opinión

Más que a una situación que ni es guerra ni es paz, el Kivu se enfrenta a una peligrosa guerra de usura. La Iglesia católica de Bukavu no ha querido callarse, ya que el peligro está en casa. Ha subido a la almena para denunciar una situación inquietante que no hace sino empeorar conforme pasan los días.

La total pacificación del Kivu no se ha alcanzado. Aparecen regularmente bolsas de inseguridad, hasta el punto de crear una psicosis permanente. Las poblaciones temen un incendio generalizado. Los asaltantes, armados casi siempre, han cambiado de táctica. Operaciones selectivas afectan desde hace un tiempo a los religiosos.

Por ello, la Iglesia católica de Bukavu ha decidido alertar al Jefe de Estado. Reunidos entorno al arzobispo, los sacerdotes, religiosas y religiosos de esta provincia eclesiástica solicitan del Presidente que garantice una mayor seguridad tanto a ellos como al conjunto de la población.

Angustiosa inquietud

En este escrito, la Iglesia local de Bukavu afirma que “en la ciudad y en el campo, la gente pasa las noches sin esperanza del mañana, sobre todo los sacerdotes que se plantean la pregunta de saber a quién le tocará la próxima vez”. Se trata de hecho de “un traumatismo que corta el gusto por la vida y crea enfermedades que matan en el tiempo…”.

La inquietud se hace angustiosa en la medida en que quienes asaltan las calles y las aldeas llevan claramente armas. Ante la ausencia de instancias que pudieran eliminarlos, estos incívicos operan con total calma, sembrando la muerte y la desolación a su paso.

Todo sucede como en un no man’s land. Es algo que subraya claramente la Iglesia en su grito de alarma. “Los partidarios de la justicia popular, señalan con indignación a quienes pescan en aguas turbias favorecidos por la ausencia de quienes tienen que hacer justicia y nada hacen”. “¿Se trata de una fatalidad o de hipocresía compartidas por quienes quieren cansar a la gente o dividir y aterrorizar?”. Merece la pena preguntarse.

En otros lugares, semejantes actos reclamarían una movilización total. “En otros sitios, basta que un ciudadano sea tomado como rehén para que toda la nación se movilice. Pero aquí, entre nosotros – denuncia en su carta al Presidente – con la cultura de la banalización de la vida y de la impunidad que se instala, se diría que se quiere la paz de los cementerios y que sólo los que tienen armas tienen derecho a sobrevivir”.

Hombres en uniforme implicados

En un Estado moderno, el uso de la fuerza de las armas está reglamentado estrictamente. En algunos casos es competencia exclusiva de los poderes públicos. El despliegue de personas armadas y en uniforme en estas condiciones aparece “como una voluntad política de pudrimiento”; visiblemente, “una guerra de usura está en curso en el Kivu – acusan los eclesiásticos de Bukavu. Pero, con la ayuda de Dios, “lejos de aniquilarnos, ella suscita en nosotros nuevas energías”.

El film de terror que se está desarrollando en el Kivu-Sur debe poner en alerta a todo el mundo. “Prácticamente son todos los días los que deploramos crímenes contra la población” y “los crímenes repetidos, dirigidos particularmente contra ellos (religiosos) han sido perpetrados por hombres armados y vestidos de uniforme”.

Es importante subrayar que en los dos últimos meses ha habido cinco ataques. En Ciherano, el 3 de octubre, ataque y saqueo del presbiterio y toma como rehenes de un sacerdote y de un seminarista. Fueron liberados el día siguiente previo pago de 5.000 dólares como rescate. El 5 de octubre, en Nyangezi, ataque y saqueo del complejo escolar dirigido por los Hnos. Maristas; en Kabare, ataque del hospital de Mukongola y dos médicos gravemente heridos. En Karhale, el P. Jérôme Nadie fue atacado por hombres armados en uniforme de policía; en Muresha, el 7 de diciembre, la Hna. Dense Kahambu es asesinada por un disparo en el monasterio.

Pistas para soluciones

Vista la situación, los eclesiásticos de Bukavu no podían dejar de formular un cierto número de deseos al Jefe de Estado. En primer lugar, desean la unificación del mando militar en el ámbito provincial. Razón invocada: bajo la misma bandera hay diversos jefes militares que, manifiestamente, no colaboran. Además, las diferentes facciones, según sea su origen, “son tratadas diferentemente en cuanto a sueldos y logística. Algunos de estos militares afirman que sólo reciben órdenes de la presidencia”. “Esta rivalidad en el mando y las disparidades en el trato alimentan una tensión que puede estallar en cualquier momento”. Segundo deseo: expulsar a las FDLR. “Expulsar las FDLR de nuestros bosques es una iniciativa loable que nosotros animamos”, escriben, deplorando que “algunos militares enviados a esta operación Kimia II contra las FDLR no tranquilizan las poblaciones, las cuales guardan en su memoria las atrocidades sufridas en 2004 cuando la ciudad de Bukavu fue ocupada por Nkunda y Mutebusi”. Y añaden que “todo parece indicar que los servicios de seguridad no están a la altura, ya que no son capaces de anticiparse a los acontecimientos ni de intervenir a tiempo”.

Monseñor Maroyi, en peligro

Ante semejante panorama, ¿cómo no expresar toda la exasperación al constatar que la población del Kivi Sur está bajo el choque de ver que la Iglesia católica, cuyo papel social e implicación en la democratización de nuestro país es conocido por todos, ha sido tomada como objetivo? De ahí que esta pregunta tenga todo su sentido: ¿los sacerdotes, religiosos y religiosas estarán siendo considerados como testigos molestos de todas las violaciones de los derechos humanos masivamente perpetrados en el Kivu Sur desde hace cerca de 14 años?

“Nos llegan de todas partes mensajes de advertencia que piden a nuestro arzobispo, Mons. Maroyi Rusengo, que tenga cuidado”, se acusa en la archidiócesis de Bukavu, donde la amenaza se toma en serio. “Es un objetivo seleccionado”, se afirma.

En conclusión, el pueblo de Kivu Sur espera del Jefe de Estado que lance un mensaje fuerte para que “la sangre de los inocentes no se derrame” en la provincia.

Publicado en Le Potentiel, República Democrática del Congo, el 22 de diciembre de 2009.

Traducido por Ramón Arozarena.

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