KENIA. Una solución rápida: Llevemos al presidente y al primer ministro a La Haya

4/03/2009 | Opinión

Hay tres maneras de interpretar los llamamientos a Ginebra de Kofi Annan al presidente Kibaki y al Primer Ministro Raila Odinga, por la violencia post electoral y todo lo que siguió después.

Una: El mundo quiere muchísimo a Kenia, y nadie quiere vernos convertidos en un estado fracasado, donde la gente prefiere vivir de las limosnas de los hombres de la guerra que organizar un gobierno central.
Dos: Al mundo no le importamos demasiado, pero somos demasiado estratégicos para ser ignorados.

Tres: El mundo tiene un montón de fe en nuestra capacidad para gestionar nuestros asuntos de una manera segura y democrática.
La primera puede ser reconfortante, pero es la menos probable. No creo que los que mueven los hilos en el frente internacional estén tan cautivados por nuestros parques de reservas nacionales y playas que quieran proteger el acceso a ellos con todo lo que tienen.

No creo que quieran tanto a la gente de Kenia que estén dispuestos a invertir tanto tiempo y dinero en mantenerles felices.

Además, está la cuestión de cómo se define estado fracasado. ¿Es uno que tiene un gobierno que está presente y preparado para inspección?, o acaso, ¿es uno que se centra tanto en la supervivencia que la gente en cuyo nombre existe, deja de importar?

¿Podría ser uno que parece estar permanentemente en guerra consigo mismo, con personajes importantes y armas del mismo gobierno llegando en todas direcciones, donde las sospechas mutuas parecen motivas todas las agendas?

La número dos es más probable. Me gustaría creer que el señor Annan y los intereses que él representa se compadecen de los pescadores de mu pueblo. Pero esa gente ha vivido al borde de la pobreza tanto tiempo que tendríamos que preguntar: ¿por qué ahora?

Además, no están políticamente bien conectados y realmente nade considera sus puntos de vista importantes.

La clase política se alimenta a sí misma, y los dos principales prefieren antes salvar a Amos Kimunya y a William Ruto*, que a una comunidad de 500 trabajadores en los cultivos de flores, atrapados en una guerra étnica que ellos no empezaron.

La tercera es manifiesta. Miren, para el pueblo una cosa es estar en desacuerdo sobre cómo debería dirigirse su país, pero que esas diferencias se conviertan en asuntos de vida y muerte, es puramente diabólico.

Para los líderes electos, seguir recortándose mutuamente prácticamente a diario, sin importarles el dolor y la miseria que ellos han sembrado en las vidas de sus votantes, esto es de otro mundo. El resto del país sigue sus consejos, y esta es la razón por la que el chovinismo étnico crece con fuerza.

En el orden normal de las cosas, se espera que los gobiernos sean responsables ante el electorado y no ante las fuerzas externas, aunque estas sean benévolas.

El señor Mwai Kibaki y el señor Raila Odinga no deberían estar en la posición de poder llegar hasta el director del colegio, por no haber hecho sus deberes, no importa lo magistral que sea el señor Annan.

Ellos tienen una tarea que es restablecer la normalidad en Kenia, pero ni siquiera han sido capaces de visitar ellos mismos el epicentro de la violencia, el Valle del Rift, en el primer aniversario de aquella locura.

Negociar con los arquitectos de la violencia post electoral y sanar la nación no debería ser una prioridad que deba ser reforzada con un palo blandida por la comunidad internacional. Ningún individuo es más grande que Kenia, incluidos los propios protagonistas.

En cuanto al asunto del tribunal para la violencia post electoral, Kibaki y Odinga se están comportando como si fueran el ratón atrapado bajo la pata del gato. Aunque tenemos pruebas de que pueden correr a la velocidad de la luz cuando les conviene.

Kibaki no perdió el tiempo en organizar para sí mismo la jura del cargo de presidente de Kenia, en diciembre de 2007, incluso dejando a un lado la tradicional ceremonia pública a plena luz del día.

Si Odinga se angustió con la idea de trabajar con alguien que había condenado rotundamente durante la campaña electoral, no se le nota estos días.

La historia hasta el momento es que ellos han seguido chantajeados por las mismas fuerzas responsables de la violencia. Pero puede que tengamos que abrir más nuestro pensamiento. ¿Y si están siendo chantajeados por un deseo desesperado de aferrarse al poder, contra viento y marea?

Puede que estemos esperando demasiado de ellos, cuando pedimos acciones decisivas contra los líderes de la violencia.

Puede que el ministro de agricultura, William Ruto, tenga razón cuando dice que cualquier persecución de los culpables de la violencia debería empezar por aquellos que manipularon las elecciones.

El señor Annan es un líder de indudable reputación. Pero está empezando por el lado equivocado. Tal vez obtendría resultados más rápidos si antes, llevase a rastras a los dos protagonistas ante un tribunal.

Los dos han suspendido el examen de asegurar la justicia para los vivos y los muertos. Ginebra es demasiado civilizada para ellos. Entonces ¿Qué tal La Haya?

Lucy Oriang

Publicado en el diario de Kenia Daily Nation, el 26 de febrero de 2009.

Traducido por Rosa Moro, de Fundación Sur.

* Amos Kimunya es el actual ministro de Comercio, pero la confianza de los keniatas en él es muy baja. En el gobierno anterior a las elecciones de 2007, con el presidente Kibaki, Kimunya era ministro de Finanzas. Tuvo que dimitir, tras haberse negado a hacerlo con uñas y dientes durante meses, para facilitar las investigaciones por corrupción, que le relacionaban con el escándalo de la venta del Grand Regency Hotel, a una compañía libia. Al término de las investigaciones, la comisión declaró que el ministro no tenía relación con el escándalo, pero se negó a hacer públicas sus averiguaciones y el mismo informe. Hace apenas un mes, el presidente Kibaki le ha nombrado ministro de Comercio.

William Ruto es el ministro de Agricultura, tiene varios frentes abiertos judicialmente por corrupción. En el primero se le acusa de defraudar miles de millones a la compañía estatal encargada de los recursos del petróleo, Kenya Pipeline Company, desde hace tres años, el caso se retrasa interminablemente por causas técnicas. El último escándalo de corrupción que ha saltado a los medios de comunicación es el del maíz. Las acusaciones contra W. Ruto de ser uno de los principales implicados, y la imposibilidad del ministro de esclarecer su nombre ante una comisión parlamentaria, no ha sido suficiente para que dimita ni se le pida la dimisión por parte de sus superiores. Era el tercer hombre fuerte del Movimiento Democrático Naranja, ODM, de Raila Odinga.

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