Con la certeza de que aunque África “no es un continente olvidado pero si poco querido”, Katrin Rohde -una alemana que un buen día dejó su vida tranquila como propietaria de una gran librería de su país para instalarse en Uagadugu, capital de Burkina Faso, uno de los estados más pobres del continente negro- nos relata en “Mama Tenga” (Editorial MAEVA) cómo no dudó en embarcarse en una aventura que ahora se ha convertido en su única razón de ser: la de crear AMPO, una sólida organización para niños y adolescentes huérfanos en dicho enclave. Un testimonio que no hay que dejar de leer para comprender que el mundo no sólo es del color que conocemos.

– ¿La orfandad de los niños que cuidas es un lastre para una vida con futuro?

Precisamente todo mi trabajo, toda mi labor se centra en cambiar esto, porque también necesitamos una oportunidad y esta oportunidad ha de darse en el ámbito mundial, que se nos tome en serio.

– ¿Tu grano de arena hasta dónde va a llevarte?

Me llevará hasta el día en que me muera, he decido consagrar mi vida a esta labor y continuaré con ella hasta que muera.

– ¿Cuál es la situación en la que se encuentran todos estos niños por los que has apostado?

Por lo general es una situación bastante desesperada ya que no están escolarizados o están demasiado enfermos para ir a la escuela. Además la mayor parte de ellos no tiene familia, es un país tan pobre que muy pronto se vuelven ladrones, y en su país se mata a los ladrones, así que es mejor que yo los encuentre antes de que acaben por la mala senda.

– ¿Eso quiere decir que la educación de estos niños es la mejor semilla para un mañana mejor?

Sí, en el mejor de los casos, pero esa educación debe ser de calidad, tiene que ser una educación buena ya que el sistema educativo que allí existe es malo y además no contamos con ninguna escuela técnica. Nos topamos con la contradicción de la escasez de educación y con niños de un gran potencial que con 10 años llegan a hablar hasta cinco idiomas.

– ¿Algunos no pueden superar la realidad y recaen?

Quizás la cuarta parte de esos niños no logran abandonar este tipo de vida, me estoy refiriendo a los niños de la calle, los niños huérfanos son otra cosa. Un 25% de estos niños de la calle no logran abandonar esta vida.

– ¿A cuantos has salvado hasta el momento?, ¿te agradecen personalmente esta ayuda?

Yo no necesito que ningún niño me agradezca nada. Lo único que quiero es que luchen y que esa responsabilidad que ellos tienen, la transmitan a los demás. No necesito que nadie me dé las gracias por nada, pero sí es cierto que regresan después de cinco ó seis años o me envían una carta y me dicen que sin mi ayuda no hubiesen podido lograrlo. Han sido miles de niños a los que he ayudado corriendo con sus gastos de escolarización o, salvándoles en operaciones que necesitaban. Un trabajo que no he hecho yo sola sino en conjunto con otras personas que trabajan duro y están muy dedicadas a esta labor.

– Tú ayudas a que estos niños tengan una vida mejor, pero, ¿cómo superas las situaciones y las realidades que ves?

Uno lo supera y crece con estas experiencias, yo recuerdo la primera vez que una persona murió en mis brazos, yo misma no me podía creer que se había muerto en mis brazos, que yo había estado ahí con esa persona. Pero en África hay mucha muerte, gente que muere y esto me ocurre con mucha frecuencia. Yo creo en Dios y por eso veo la muerte como algo normal, como un proceso. A la gente que muere por una enfermad puedo ayudarla a morir acompañada. Lo que, sin embargo, me sobrepasa y me supera es contemplar una muerte causada por la violencia. Cuando me ocurre esto, hasta que no lo supero no puedo hablar en unos días. Recuerdo una vez que tuve que contemplar como amputaban a un niño las manos por haber robado algo. Yo le sujeté, le tuve entre mis brazos hasta que murió. Esto fue algo que ocurrió en la ciudad y allí no había nadie más, nadie que le pudiera ayudar. Lo único que yo podía hacer es abrazarle hasta que murió. Fue una experiencia horrible.

– Si años atrás te hubiesen dicho que ibas a cambiar tanto, ¿qué habrías pensado?

Sencillamente que sería algo imposible. Incluso ahora, a veces cuando llego al orfanato, este lugar tan bonito, me doy cuenta de que fui yo quien puso la primera piedra. La vida cotidiana está tan rodeada de cosas que hay que resolver, que se me olvida muy a menudo que hasta no hace tanto yo no formaba parte de esta realidad.

– ¿Cuáles son las creencias religiosas que te han llevado a esta vida de sacrificio y ayuda?

En todos los aspectos, en todos los sentidos, uno no se puede explicar el mundo ni a sí mismo si no lo hace a través de Dios. Cuando uno se ve obligado a vivir en este mundo real tan cruel no puede hacerlo sin creer en Dios porque entonces se volvería loco.

Entrevista realizada por Nuria Coronado Sopeña

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