KARAMA

23/03/2011 | Opinión

Las revoluciones árabes obtienen su fuerza y su legitimidad por ser hechas por sí solas. Los pueblos tunecino y egipcio se han liberado sin intervención ni apoyo externos, reivindicando su karama, -dignidad, una de las palabras de esta primavera árabe-, burlada por años de humillación y de dictadura. Pero después de estos propicios argumentos, Libia plantea un problema distinto.

Un dictador demente se aferra a su poder no vacilando en cederlo a sus aviones y mercenarios. Nada hoy día dice que se retirará empujado por el pueblo o su ejército como Mubarak o Ben Ali, que toman forma casi de líderes responsables. ¿Qué puede hacer la comunidad internacional presionada por unas opiniones occidentales y árabes insumisos por las imágenes procedentes de Libia?

No gran cosa. La zona de exclusión aérea no hará milagros. Los diplomáticos aún deben convencer a China y Rusia que defienden, en nombre de Chechenia o del Tibet, las matanzas a puerta cerrada. En cuanto a los militares, como de costumbre, explican la gran complejidad sobre la aplicación de dicha “zona de exclusión aérea”. Políticamente, esta intervención, incluso limitada, de Occidente (de hecho y ante todo, de los Estados Unidos) está cargada de consecuencias. El “Guía Supremo” tendrá buen juego con hurgar en la fibra nacionalista de su pueblo para “luchar contra las injerencias del enemigo occidental”.

Por eso, una participación, incluso simbólica, de los países árabes y musulmanes en la operación es necesaria. Considerando que, comprometiéndose en Libia, Occidente pasará a ser de facto un protagonista directo y, por consiguiente, responsable de la transición en un país harto por cuarenta años de tiranía, sin sociedad civil ni historia democrática.

Por FRANÇOIS SERGENT

Publicado en Liberation, el 9 marzo 2011.

Artículo recomendado y traducido por Luis Fernando Carretero Solana.

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