Jesús resucitado, antepasado común (2/2)

18/04/2017 | Opinión

catholic-africa-2.jpgQue los europeos no sepan muy bien qué es lo que creen, y que su actitud con respecto a la resurrección sea desconcertante en extremo, lo ha puesto de manifiesto una encuesta encargada por la BBC, efectuada en febrero de este año y publicada el 9 de abril. Entre los británicos que dicen no adherirse a ninguna religión, un 20% creen que existe una vida más allá de la muerte y un 10% consideran veraces los relatos evangélicos de la resurrección de Jesús. Al contrario, entre quienes se confiesan cristianos, un 25% no admite la resurrección de Jesús y un 31% no cree en el más allá. Conviene tener en cuenta que al ser preguntados en diciembre de 2016 por YouGov (instituto de encuestas no gubernamental) si creían en Dios o en un Poder Espiritual equivalente, el 28% de ingleses y galeses respondieron positivamente, mientras que el 38% no creían en Dios y un 34% no sabían muy bien en qué creían. Que las vacilaciones y las dudas no son exclusivamente británicas se desprende de los datos publicados en “20minutos” este 13 de abril: Sólo el 29,2% de los españoles mayores de edad se declaran católicos practicantes. El 51,3% dice ser no practicantes y de ellos, el 25% no creen en Dios. Sólo el 5% de los mayores de 30 años creen en los fantasmas, y sin embargo, extrañamente, el 30% de los menores de 30 años afirman que los fantasmas existen.

El panorama cambia radicalmente al acercarnos a Africa subsahariana. El tanzano Charles Nyamiti (Christ as our Ancestor, Mambo 1984), el patrólogo e historiador ghanés Kwame Bediako fallecido en 2008 (Jesus and the Gospel in Africa, Orbis 2000) o el jesuita nigeriano Agbonkhianmeghe E. Orobator (Theology Brewed in an African Pot, Orbis 2008) coinciden en que en su mayoría las culturas africanas tradicionales honran a los antepasados y que desde una perspectiva cristiana Jesús sería el antepasado por antonomasia.

El jesuita beninés Jean-Marie Hyacinthe Quenum, actualmente decano académico del Hekima College de Nairobi, Kenia, lo resume bien: la muerte es mucho más que el fin de la vida física. El espíritu del muerto sobrevive, adquiere el estatus sobrehumano de “antepasado”, y como tal puede comunicar con los vivientes, ayudarlos y cohesionarlos socialmente. El keniata Martin Munyao recuerda también que en las numerosas culturas africanas en las que honrar o avergonzar al individuo es el mecanismo normal por el que la sociedad le inculca valores y comportamientos, se honra a quien vive en comunicación con los antepasados buenos y se avergüenza a quien no lo hace.

En ese contexto, decir que Jesús es el antepasado por excelencia equivale a pronunciar una evidencia. Proclamarlo como tal equivale a honrarlo en modo supremo, a aceptar que Él es el mediador con ese Dios lejano e incomprensible y que vivir en comunión con Él es la tarea principal de todo cristiano. Es también tener ganada de antemano la batalla contra los antepasados malos; el padre Quenum nos recuerda que según la tradición también estos existen y podrían intentar dañarnos. Y poder vivir sin miedo, con optimismo, esperando la hora en que con Él, también nosotros seamos antepasados.

Ramón Echeverría

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